CULTURAL MADRID 04-12-1992 página 10
- EdiciónCULTURAL, MADRID
- Página10
- Fecha de publicación04/12/1992
- ID0005416453
Ver también:
A B C literario Relatos Danzón canalla José Luis Moreno Editorial Grupo Libro 88. Madrid, 1992. 175 páginas. 1.500 pesetas Infantil La sombra de la caverna Jesús Carazo Alfaguara. Madrid, 1992 115 páginas, 1.000 pesetas J OSÉ Luis Moreno (Santander, 1953) no es ya ningún principiante en los quehaceres de la creación literaria. La información editorial destaca que, entre sus actividades, figuran las de traductor y de crítico. También ha publicado tres novelas y dos libros de relatos. En consecuencia, los diecinueve cuentos reunidos en Danzón canalla constituyen su sexta entrega narrativa, número ya significativo en la trayectoria de cualquier escritor, de necesaria ratificación de supuestas cualidades literarias y, por ello, también de obligada atención por parte de la crítica. En seguida se verá el motivo de esta breve introducción, pues no es fácil comprender cómo un autor con varias obras ya en su haber puede precipitarse en la publicación de simples ocurrencias sin elaboración artística. Todos estos cuentos son muy cortos, salvo dos. Casi todos refieren anécdotas e historietas de contenido sexual en sus variadas modalidades de relación heterosexual, lesbianismo, zoofilia, bestialismo, sodomía, onanismo y otras figuraciones realistas o fantásticas encarnadas en una deprimente fauna de individuos que ejemplifican otros tantos casos patológicos. En su conjunto presentan una realidad desquiciada, sacudida por la violencia y la locura en sus perversiones sexuales y en alguna que otra desviación escatológica. Su visión carnavalesca bien hubiera podido servir de cañamazo para expresar la deformación grotesca de una sociedad que ha alimentado mucha carne de psiquiatra. Pero no ha sido así. Casi ninguno de estos relatos va más allá de lo que podría ser una apurada crónica de sucesos. Algunos se componen de meras divagaciones para introducir el relato de simples anécdotas sin relieve. Su narración carece de observaciones y matices. Su desarrollo no cuenta con planteamientos narrativos exigidos por la intensidad del cuento. Y su pretensión de hacer verosímil lo inverosímil se ahoga en los límites de un realismo bastante romo. la posesión sexual ejercida sobre él por la mujer de un inspector amigo de la infancia. En su acelerado recorrido por un t ladrid reconocible y en su evolución anímica, revelada por medio del estilo indirecto libre, se expone con cierta credibilidad poética los pasos que arrastran al hombre de la soledad al crimen. Pasando por los azares de la existencia cotidiana. Aunque haya que poner en su saldo negativo el abuso de simplificaciones y tópicos en la visión de los últimos tiempos de la dictadura y los primeros años de la democracia. Podría analizarse algún ejemplo más. Tal E Casi ninguno de los relatos va más allá de lo que podría ser una apurada crónica de sucesos. Su desarrollo no cuenta con planteamientos narrativos exigidos por la intensidad del cuento Sólo cuando se asume la sujeción a niveles más normales de la realidad, se logran ciertas dosis de dignidad estética. Así ocurre, por ejemplo, en Novia de policía la narración más larga. En ella, por medio del clásico triángulo amoroso, se da vida a las tribulaciones de un solitario con tendencias depresivas en un discurso articulado en cuatro movimientos. Su historia comienza por la ensimismada rememoración del protagonista como empleado de una inmobiliaria y concluye con su demente reacción final, provocada por la doble liberación del medio violento en que se mueve después como agente de policía y de vez, el segundo, Palinodia otoñal menos extenso que el ya comentado antes. Pero su acumulación de peripecias de un delincuente no sobrepasa el estado bruto de una narración en esqueleto, por más que el desorden de su discurso resulte acorde con la fragmentada conciencia de su narrador y protagonista. Tanto aquí como, de modo más acusado aún, en los demás cuentos, más breves, se ha querido buscar el interés en la extravagancia y en lá rapidez de los resúmenes narrativos. Pero esta técnica no ha producido el efecto que suele, por no contar con la adecuada elaboración formal y por falta de selección de materiales. Tampoco el estilo ha sido cuidado como debiera. Hasta tal punto, que el texto reclama una revisión profunda de los muchos errores que no tienen justificación alguna en su implícita defensa de un lenguaje sencillo, espontáneo y más o menos descarnado. Sin diferencias estilísticas entre los cuentos narrados en primera persona y en tercera, abundan entre sus páginas- a veces, de un rebuscado efectismo retórico- deficiencias sintácticas, derivaciones caprichosas, impropiedades léxicas, pesadas redundancias y aclaraciones superfluas. No se ha prestado atención alguna al orden de palabras. En ocasiones, se acumulan hasta cuatro o cinco complementos del nombre seguidos (págs. 37 y 38) Y es general, en los primeros cuentos y en los últimos- curiosamente, no en los del medio- el erróneo empleo de la forma en -se del pretérito imperfecto de subjuntivo con valor de pluscuamperfecto de indicativo (en la página 171 hay varios ejemplos) Ángel BASANTA N estas mismas páginas (ABC Literario, 9- IX- 89) nos hicimos eco de la primera novela de Jesús Carazo dirigida a los jóvenes con el título El soñador furtivo que mereció el premio Elena Fortún de Editorial Alfaguara. Resaltábamos la habilidad del escritor para crear un espacio literario en el que sus personajes se mueven con soltura y sobre todo resultan veraces. La sombra de la caverna nos confirma que estamos ante un buen novelista, un hombre atento a los signos de su tiempo que le preocupa el tipo de jóvenes que va configurando nuestra sociedad. Rubén, el protagonista, es, como muchos adolescentes, un set absolutamente fascinado por la televisión. Entre su realidad cotidiana, sórdida y lóbrega, y el mundo de verdad sólo hay un cristal luminoso, fino y transparente, imposible de traspasar. Aquel día, en la clase, alguien había comentado el mito de la caverna de Platón (que da título a la novela) según el cual, la condición humana es semejante a la de unos prisioneros que desde su infancia estuvieran encadenados a una oscura caverna, obligados a mirar siempre a la pared del fondo donde se proyectan las sombras vacilantes de las gentes que cruzan junto a la entrada. Los encadenados, que sólo conocen las sombras, dan a éstas el nombre de las cosas mismas y no creen que exista otra realidad que la de ellas También Rubén y su familia estaban prisioneros de la caverna, pero no eran sombras lo que veían, sino un mundo brillante y colorido, lleno de lujo, alegría y felicidad que en nada se parecía al suyo. Rubén se preguntaba por qué no habría nacido en el seno de una de esas familias de opulentos millonarios que salían en los telefilmes. Frente a la melancólica supervivencia que presidía la vida de sus progenitores, la visita de tío Vitorino, funcionario del Ayuntamiento en un pueblecito de la meseta, era como una ráfaga de aire fresco. Vitalista y comunicativo, estaba seguro de que la fortuna le visitaría algún día en forma de lotería y se marcharía con su familia a una isla del Pacífico. El libro de Carazo es una reflexión muy seria sobre el papel que está jugando la televisión en nuestra sociedad, y sobre todo en nuestros jóvenes. Pero lo hace con un estilo sereno y desdramatizado, lo cual es muy de agradecer. Rubén tiene su oportunidad. Un empleo P las tardes en un supermercado le da la ocasión de conocer a una de esas bellísimas mujeres (dienta del super) que salen en los anuncios (en concreto, de yogurt) Rubén se desvive po llevarle los pedidos y poder contemplarla en directo hasta que una serie de circunstancias hace que tengan un contacto más cercano V que por una vez crea haber atravesado realmente la delgada pantalla de cristal. La profesión de Jesús Carazo, profesor de Literatura en Burgos, le permite conocer de cerca a muchos jóvenes. Uno de ellos, en concreto, fue el que inspiró esta obra. Un joven que confesó en una de las redacciones que no esperaba nada de la vida y que sólo gozaba viendo películas y concursos en la televisión. El escritor no moraliza, no alecciona, sólo proporciona momentos efímeros de felicidad: una cucharadita de yogurt de mano de la bellísima o la primitiva para el tío Vitorino. Marta SOLÉ