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BLANCO Y NEGRO MADRID 05-11-1933 página 165
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BLANCO Y NEGRO MADRID 05-11-1933 página 165

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página165
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bía ima imagen azul y oro, ante la que brillaba una lamparilla. Junto a la gran duquesa había dos grandes copas de plata, admirablemente cinceladas. Una contenía pétalos marchitos; la otra, infinidad de piedras eñ bruto. Ella hundía la mano y déjala escapar después, cual puñado de areiía de la orilla del mar, la lluvia mate y ardiente de perlas y corindones, calcedonias y berilos, sardónicas y peridotos... ¡O h! ¡Tú, la margrave de Lautemburgo, ante mí volvías á ser la prinoesa tártara, el hada oriental, el genio fantástico de las olas misteriosas del Volga! -iVeo ahí un nombre- -dijo- Shangha, ¿sabe usted lo que es? -Sí- -repliqué- desde esta mañana; es una aldea insignificante del Camerón, el último puesto alemán; a diez leguas del fuerte Fiatters, primer puesto francés, -Eso es- -añadió- y lo que usted parece ignorar es que eit ese pobre pueblo murió de insolación, el ío de mayo de 1911, el gran duque Rodolfo. Allí está enterrado. Por eso comprenderá mi emoción al leer, en la lista misma de las etapas, él nombré de la en que se detuvo por úítiraa vez. ¿Pero de qui. én es la lista? ¿Quién la hizo? -i XJn amigo! -contestó la graii duqueMe rogó que le contase la causa de mi sa- El fiel compañero de viaje del gran ida a Lautemburgo. Por Margáis sabía ella duque. El que dos vecfes le salvó la vida algunos detalles; pero por la sonrisa que en el. Congo. El que no pudo librarle de acompañó a la frase, comprendí el poco. la enfermedad; pero le veló hasta el últicaso que hacía de la per. spicacia del diplo- mo momento y fe tributó los supremos demático. beres. Era mi historia la que me pedía. Satisfice- ¿Se llama? -pregunté. su deseo con la mayor sencillez posible. -El barón IJlrico de Boose. Al terminar, viéndola interesada y predisLancé un grito. puesta en mi favor, no, pude menos de deLa gran levantó, se cirle, emocionado, la pena que me causó algo pálida. duquesa se a sus pies, irguió, Melusina, ya no nuestra primera entrevista, a mí que, tan tocaba la guitarra, que yacía en la alfombra. pronto como la vi, sólo un deseo penetró- -Caballero- -dijo Aurora de Lautemburen mi corazón: serle agradable. go- ¿qué qtdere usted decir? ExpliqúeMelusina de Graffenfricd, con los ojos se, se lo ruego. cerrados, hacía signos de aprobación con Ya había recobrado parte de mi sangre la cabeza, mientras ecliaba al techo las vo- fría; tenía la intuición de haber cometido lutas del pálido cigarrillo. una falta. Hubiera deseado hablar de otra- -Olvidemos esas cosas, señor Vignerte cosa. -dijo la gran duquesa- y déme la mano. Lá r a n duquesa no pensaba lo mismo. Y dirigiéndose en ruso a Melusina, sin- ¿Conoce usted al señor de Boose? saber que yo tenía algunas nociones de ese- -Señora- H: artamudeé- perdóneme. Yo idioma, dijo: -Tampoco se puede contar con éste para no sé si en verdad debo... si puedo... r- ¿Qué es lo qué no debe? ¿Qué es lo mi admisión en la KircJihmts. La señorita de Graf fenf ried contestó con que no puede? Maldecía la exclamación torpe y premaun movimiento de cabeza que signiñcaba: tura, que podía comprometer en un segun ¡Bien se lo dije yo -T- Melusina- -ordenó la gran duquesa- xlio dos. topses de paciente íratejo para enciende la tetera. -acercarnie a ella. un apoyo, mis ojos enLoco. buscando Mientras la joven disponía las tazas en torno ílel pesado e birviente cilindro de contraron los de Melusina. interpretar mal duquesa pareció cobre rojo, Aurora se levantó y abrió un el La gran de esa mirada. sentido pequeño escritorio. Me hizo seña de que- Caballero- -me dijo- la señorita de me acercara. usted que- ¿Conoce usted, esta letra? r- -me pregtm- Graf fenf ried es mi amiga, y sepa a quienes no guardo secretos con aquellos tó, dándome un papel. he dado una vez este título. Puede hablar Lo examiné. Nunca había visto tal letra. delante de ella, j hasta se lo ruego. -Es la del difunto gran duque Rodolfo La intiinación era itidiscutibíe. Balbu -se limitó a decirme. ceando, como aquellos que sólo tienen que Mi sorpresa rayaba en estupor. No pudo formular co- sas Vagas, le narré lo mejor menos de sonreír. qué pude la entrevista con el señor Thierry, Pero entonces, señora, dispénseme, no en la que por primera vez oí hablar del comprendo. ¿De quién es el papel que en- harón de Boose. tregué á usted, al: que debO; XJná línea arrugaba la frente de Aurora -q i. añqüilícesé, 7 séñór V gnért dé LaiíféiTibiírgó. lícese; el papel al cual debe usted mi apre- Comprendo- -murmuró al fin- o más cio, Y ya mi amistad, no lo; esefibíó mí bien, creo comprender, a pesar de las retimarido, el gran duque. Pero rio caiTece de cencias voluntarias del relato. valor para raí. Quién sábel Acaso lo tenReflexionó: un instante, y recobrando del ga mayor. v todo la calma, añadió: Hablando así, desplegó el documaito. -Eso demuestra cuánto se debe desconfiar- -39 s

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