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BLANCO Y NEGRO MADRID 22-03-1925 página 51
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BLANCO Y NEGRO MADRID 22-03-1925 página 51

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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iitjili irrii iitit iiti FR VOLl DADES POR J SPOTTORNO Y T O P E T E U N confitería de Paría, que ha tomado A el nombre de su portada del de cierta madame célebre en la literatura francesa, ha lanzado al mercado unas cajas de bombones que llegan para justihcar, en cierto modo, el título del establecimiento. Son las cajas de bombones de los enamorados; las que se envían cua ido se piensa en unos bellos dientes de mujer, que, el dia anterior, han sabido mostrarnos toda su inmaculada blancura entre el regalo de una sonrisa. Las cajas, forradas de terciopelo negro, están aladas en cruz por una cinta ancha y roja con su gran sello de lacre que la sujeta. Kn el sello se lee la divisa que cada enamorado puede elegir: Mon cccur et des bonbons dice una. Y otra: Para que sea comprendida mi timidez. etc- etc. Esta nueva moda de complicar la literatura con el comercio parece ser que constituye la última palabra del reclamo. Yo he visto el anuncio de las nuevas cajas de bombones en cierta revista ilustrada donde era reproducida fotográficamente una de ellas, y ha sido un motivo más para pensar en ti. i Te acuerdas. Creo que no han transcurrido aún quince días desde que te envié mí última caja de bombones. Recuerdo que fué en una mañana lluviosa, y el botones que te llevó la caja de chocolate era también portador de una carta para ti. Aquella mañana yo me sentía estúpidamente romántico- -esto me ocurre a menudo con la lluvia- -y te ofrecí los bombones con unos versos. Yo sé- -i oh, viuda golosa! -que, ante un bombón de vainilla, frunces el morrito rosa lo mismo que una chiquilla... i I I Luego venia algo íntimo que no quiero reproducir; algo que, aunque sonara a niúsica deliciosa para nosotros dos, siempre resu taria ridiculo para una tercera persona. Guardemos, pues, el secreto. La carta- -un tanto ramplonamente, lo reconozco- -terminaba así: Del diente el arma certera afila, pues, y dispon ante el paquete que espera... Y entre bombón y bombón, ay, viudita, quién pudiera enviarte el corazón í i i Man cwiir et des bonbons... Sin sospecharlo había coincidido con ese establecimiento de París, que vende cajas de bombones para los enamorados, y tomó el nombre de su portada del de cierta madame célebre en la literatura francesa... Pero hoy ha salido el sol, y yo no puedo olvidarme de que soy meridional. Quiere silo decir que no me acuerdo de los senti- i mentalismos que provocan en mí los días f de lluvia. Hoy he recobrado mi alegría, y me parece tonto enviar mí corazón a quien fuere, aun cuando seas tú misma. Te en- viaré los bombones únicamente. ¿Estás conforme... I Yo creo que sí. Porque es el caso que a I tí te ocurre con los paquetes de bombones lo que a mí con los libros nuevos. Ya pue- I des haber acabado de comer cuando recí- j bas d regalo, que nunca esperarás para sa- i ber de su contenido. Para los bombones eres insaciable, voraz... Ante su sola idea ¡tu ¡engüecilla asoma entre los labios, como la de mi gata ame la realidad de las sopas i de leche; te relames por anticipado, y tu ¡diente brilla como un arma apercibida para el ataque. Me gustas siempre, mujer. Pero me gustas aún más todavía cuando, al hacer pinzas de dos dedos, te detienes un instante con el bombón prendido para considerar tu presa. ¿De qué estará relleno? piensa tal vez tu cabecita. Pero no; las verdaderas metafísicas de los bombones, como eres tú, conocéis el coiatenido por la forma. Sois un poco como los pájaros, que nunca pican el cañamón hueco, ni en la fruta verde. Hay un instinto en esto como en todo. Qué tontería! i Y yo quise mandarte mi corazón entre unos bombones... Después de haberte comido todos éstos hubiera quedado aquél abandonado dentro de la caja. Hoy hace sol, viuda pálida. ¿Quieres que vayamos al campo? ¡Oh, no te asustes de la proposición! Será un campo que estará al alcance de los taxis de la ciudad. Un campo sin merienda de tortilla de patatas y latas de sardinas. Llevaremos dos grandes cucuruchos de bombones y evocaremos- -aquí es necesario el galicismo- -hasta cansarnos... Mon cariir ct des bonbons... Literatura comercial, palabras... Yo prefiero mandarte los bombones y quejarme con el corazón, que para nada te iba a servir. Un hombre que se dedica a escribir frivolidades dignamente no puede tener corazón. Pero de vez en vez dispone de las seis pesetas necesarias para alimentar tu vicio. Des bonbons, nada más. Y inientras éstos se renueven no has de ser seguramente tú- oh, viuda golosa! -la que me amargue con sus quejas. iáí 5

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