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BLANCO Y NEGRO MADRID 15-03-1925 página 54
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BLANCO Y NEGRO MADRID 15-03-1925 página 54

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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Crónica Londinense. EL ROMPECABEZAS DE MODA POR ANTONIO LUIS ACE poco se estrenó en Londres una revista, por cierto muy ingeniosa y divertida, que contiene, entre otras, i la siguiente escena: I Al descorrerse el telón aparecen dos enaI morados, el muchacho, de etiqueta; la dama, I escotada. Discuten apasionadamente. Ha lleI gado el momento de las grandes decisiones: j el galán le pide a la señora que abandoi ne a su marido y huya con él a rehacer I su vida; el divorcio les permitirá casarse i y ser felices en tierras lejanas. La dama I vacila, pero es evidente que se deja con 1 vencer por la palabra cálida y sincera del I joven. AI fin le declara su cariño, y cor I fiesa que no puede más con la apatía de su I esposo, siempre bueno para con ella, pero I siempre apagado, sin fuego, sin vida. DeciI den huir esa misma noche; mas al sellar I la decisión con un largo beso, se abre la I puerta y entra el cónyuge ausente, que llega I de la oficina más temprano que de cosI tumbre. i El instante es de gran fuerza dramática. i El marido ha visto lo que ocurría, y no i ha podido menos de comprender su desdicha. I Desplómase, abatido, sobre una silla; permaI nece mudo, consternado, sin pronunciar una i palabra, sin dar muestras de ira. Entonces I la dama se arrepiente. El silencioso dolor I de su esposo le causa más efecto que cualI quier recriminación, e impulsada por sus I buenos instintos, corre a su lado y se hinI ca a sus plantas, a suplicarle que la perdo 1 ne, porque con sólo verle ha comprendido I que le quiere y que no podría abandonarI le jamás. Pero el marido no despega los la 1 bies; continúa en la silla, con el sombrero i en una mano, un periódico en la otra y los I ojos en e 1 vacío. Su mujer, para arrancar 1 le una palabra de perdón, le habla de los i tierñpos en que eran novios, de su luna de i miel, de aquellos días incomparables que I juntos vivieron en Granada, i ¡Grana 1 d a! exclama, por fin, el esposo. ¡Ya i lo tengo! ¡U n a palabra de siete letras I que empieza con G! Y cae el telón entre I las carcajadas del público. 1 Hagamos un poco de historia. Desde hace i unos meses, Inglaterra padece una nueva I fiebre, causada por un pasatiempo importaI do de los Estados Unidos, un rompecabezas I que se titula Cross Words- Palabras cru 1 zadas Esta diversión, que para muchos I ha llegado a ser tortura avasalladora, coni siste en una especie de tablero de ajedrez, I con los cuadros negros dispuestos de maI ñera que formen una figura geométrica, y H determinados cuadrados blancos señalados por medio de números. La cuestión es He- nar el tablero, horizontal y verticalmente, i con una serie de palabras cuyas letras coin- cidan con los cuadrados blancos, sin saltar ninguno de los negros, y de tal manera dis- puestas, que todos los cuadrados blancos I lleguen a formar palabras, tanto en el sen- tido horizontal como en el vertical. Como puede verse, el pasatiempo no es sino una variación de otros más antiguos. Para guía i de los que intentan vencer sus dificultades, cada rompecabezas va acompañado de una I serie de pistas o indicaciones, más o menos vagas, que corresponden con las cifras del tablero, y que se dividen en dos grupos, según sean para las palabras horizontales o i para las verticales. Citaré dos ejemplos de estas indicaciones: navegante famoso y suave; las soluciones serian, respectivamente, Noé y guante. Contribuye a facilitar las soluciones la circunstancia de ser conocido el número de letras que a cada palabra corresponden, y es evidente que una vez halladas una o dos palabras de las correspondientes a cada grupo de cuadrados blancos limitado por los negros, las demás resultan mucho más fáciles. Sin embargo, algunos de estos rompecabezas son capaces, en efecto, de romper cabezas. Casi todos los diarios de Londres han organizado concursos de Palabras Cruzadas, premiados con regalos muy considerables pero, a fin de aumentar el mérito de las sohiciones acertadas, han buscado las voces más raras y enrevesadas del idioma inglés. Y Londres se ha vuelto loco. La gente se deshace los sesos tratando de imaginar palabras que desconocen, acude a las librerías para proveerse de enciclopedias, diccionarios, léxicos y tesauros, y hasta consulta a los hospitales, museos, institutos y corporaciones científicas, en su afán de vencer dificultades más técnicas. En estos días me han telefoneado infinidad de amigos para preguntar el nombre de un baile español o una moneda española o algo ñor el estilo, y no me han dejado tranquilo hasta que les proporcioné una voz con el número de letras necesario para ajustarse a los cuadrados blancos del tablero. Granada no es la única palabra que han buscado con afán los solteros y casados ingleses de ambos sexos durante los últimos meses.

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