ABC SEVILLA 17-08-1990 página 3
- EdiciónABC, SEVILLA
- Página3
- Fecha de publicación17/08/1990
- ID0003573925
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 17 DE AGOSTO DE 1990 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC DOMICILIO SOCIAL CARDENAL ILUNDAIN, 9 41013 SEVILLA DL: SE. -3- 58. -88 PAGS. H ACE mucho tiempo q u e estoy persuadido de que los problemas mayores de lo que queda de siglo van a tener su origen en los países islámicos. Se dirá que serán problemas para los occidentales; por supuesto, pero no sólo ni principalmente para éstos, sino sobre todo para ellos mismos. Lo mismo ocurre cuando me preocupan los nacionalismos que aquejan, como una erupción, a algunas regiones españolas; algunos creen que son malos para el resto, o para España en su conjunto, y es así; pero ante todo, y con gran diferencia, para esas regiones donde se originan y se cultivan. Los problemas de procedencia islámica van a ser un dolor de cabeza para todo el mundo, devastadores para esos países. Hace algo más de un año publiqué un artículo titulado Países cristianos, países islámicos (por si alguien siente curiosidad, apareció el 16 de junio de 1989) La explicación del título era esta: nadie habla de países cristianos, todo el mundo habla de países islámicos. En los primeros hay grupos que no son cristianos- -con perfecto derecho- y se encargan celosamente de que nadie llame cristianos a sus países. En los otros, no sabemos cuántos son realmente islámicos, ni con qué grado de autenticidad o intensidad, pero los grupos activos cuidan de que nadie lo ponga en duda, ni dentro ni fuera. Esto desfigura la realidad, y la falsedad se paga siempre. Es evidente que aunque no quedase ni un solo cristiano en Europa y América- -y por supuesto hay muchos millones- esta porción de mundo sería absolutamente incomprensible sin el cristianismo. Si se prescinde de esto- -y de hecho se prescinde- -no se entiende nada, y es lo que en gran medida está pasando. Al cabo de unos años, lo que dije entonces parece evidente; más aún, puede parecer tímido o corto; si se lee bien lo que escribí se ve que lo que está pasando estaba previsto, y mucho más, aunque sin nombres propios. Hoy se percibe la gravedad de los problemas; pero temo que no se ve bien eso, lo que tienen de problemático. Y una de las causas de ello es el desconocimiento aterrador- -no estoy dispuesto a mitigar esta palabra- -de la Historia. El Islam es algo muy antiguo; ha gravitado sobre gran parte del mundo nada menos que desde el siglo VII; durante muchos ha sido el problema por excelencia. Para bien y para mal, no ha habido más remedio que habérselas con él. Con mayor frecuencia, para mal. Quiero decir que, salvo excepciones, se lo ha planteado de manera poco inteligente. Ahora está en manos de políticos, economistas, diplomáticos y acaso generales. Tengo la impresión de que se lo considera teniendo en cuenta el presente, las noticias, a lo sumo los datos estadísticos, sin lanzar una mirada al pasado, que es donde está la raíz del problema. Hace ya un decenio, Emilio García Gó- EL ISLAM, LA HISTORIA Y EL PENSAMIENTO mez publicó un libro extremadamente interesante: la traducción, hecha por Lévi- Provencal y él mismo, de un libro árabe de hace exactamente novecientos años: El siglo XI en 1 a persona el subtítulo dice: Las Memorias de Abd Alian, último rey zirí de Granada destronado por los almorávides (1090) El libro lleva una larga traducción, doctísima e interesante como era de esperar, de García Gómez. Únicamente le haría un reparo: no haber señalado la asombrosa actualidad de este libro de hace nueve siglos. Todo lo que cuenta el rey de Granada se parece increíblemente a lo que leemos en los periódicos o nos muestra la televisión. Si los que están ocupándose del Irak, de Kuwait, de la Arabia Saudí, de Siria, Jordania, Egipto, Libia, Túnez, Argelia, Marruecos, los Emiratos, por supuesto del Irán- -no árabe pero sí islámico- no sé si del Pakistán y acaso de Indonesia, leyesen ese libro vetusto, me sentiría un poco más tranquilo. Esta larga enumeración- -incompleta, porque en ella no aparece el África negra- -puede recordar a los lectores la magnitud de la cuestión. Se trata de una enorme porción de la Humanidad, con la cual hay que contar; y no se puede hacer nada con sentido si no se tiene idea de lo que significa. Las sociedades islámicas son profundamente diferentes de las occidentales- -y de otras- también son diferentes entre sí, y es mucho pedir que los ajenos a ellas se den cuenta de esa diversidad; es mucho pedir, pero hay que pedirlo si no se quiere dar palos de ciego, es decir, cometer errores irreparables. Todo es distinto: el trasfondo de creencias, el repertorio de ideas con que se maneja la realidad, el valor de la palabra. Sólo la Historia puede descubrir cómo ciertos rasgos se han transmitido durante mucho más de un milenio, con un mínimo de variación; y esa permanencia está recubierta por los inmensos cambios de la época presente, que sirven EDICIÓN A) B C INTERNACIONAL Para hacer llegar sus mensajes comerciales a todo ei mundo. de d i s f r a z- -s o l a mente eso- -al fondo cuyas raíces se encuentran en un remoto pasado. No se olvide que mientras Occidente ha variado sin cesar, ha creado y ensayado constantemente nuevas formas en todo- -aquí la variación encubre la continuidad- la cultura islámica, sobre todo árabe, ha repetido interminablemente las mismas formas. No es que los hombres occidentales de otras épocas fuesen más sabios o agudos que nosotros, pero tenían la experiencia del Islam más cercana. Habían convivido y luchado con él, se habían abrazado amistosa u hostilmente con la otra variedad de lo humano, siglo tras siglo. Mejor o peor, se entendían. Pero en los últimos tres siglos el Islam ha quedado alejado y se lo ha visto desde la arrogancia, desde una conciencia de superioridad que no era falsa pero que se exponía a dejar de serlo al no seguir alerta; y por añadidura desde un progresismo que ha desdeñado el pasado y por tanto la Historia. En esto, tan poco melodramático, veo lo más grave de la situación que se manifiesta- -solamente eso- en el Golfo Pérsico. No veo que se disponga de los instrumentos necesarios para enfrentarse con un problema cuya gravedad no es fácil de exagerar. Porque no se trata de defenderse de los países islámicos; también eso, por supuesto, que no es sólo un derecho, sino un deber; pero es que además esos países deben importarnos por sí mismos- -lo cual quiere decir en esta época, en Oriente y en Occidente, defender a las personas de sus manipuladores, hoy casi omnipotentes. Nada de esto va a ser fácil. Sobre todo, porque se renuncia casi absolutamente a lo más necesario, lo único que podría ser eficaz: el pensamiento. Llevo mucho tiempo observando que cuando se habla con elogio de algunos hombres, incluso cuando se trata de intelectuales es rarísimo que se diga de ellos que son inteligentes. Repaso las biografías que se publican de personajes famosos, que han recibido grandes premios u otras distinciones: es improbable que haya una referencia explícita a su inteligencia, mucho menos al contenido de verdad que pueda haber en sus doctrinas o teorías. Mi desconocimiento de la lengua árabe, de las condiciones reales de los pueblos islámicos, de la estructura mental que los define y condiciona, todo eso me impide tener una idea, ni siquiera remota, de cómo habría que plantear el problema más grave del decenio próximo. Pero estoy seguro de que hay en el mundo otros que saben todo lo necesario y mucho más. Mi esperanza está en que se pongan a pensar; y no sé si se puede esperar que los demás los tomen en serio. de la Real Academia Española Julián MARÍAS