ABC SEVILLA 31-03-1990 página 3
- EdiciónABC, SEVILLA
- Página3
- Fecha de publicación31/03/1990
- ID0003558167
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EDITADO PRENSA POR ESPAÑOLA S O C I E D A D ANÓNIMA 31 DE MARZO DE 1990 ABC MALLARMÉ de la reflexión a la lírica, de Leonardo a la Parca joven. La perfección no se le niega, mas el manantial no fluye tan puro como en el maestro. Verlaine, luego ValGery, encontraron en el mundo hispánico amplia recepción y vasta resonancia; las de Mallarmé, quizá más restringidas, siguen manteniéndole en la alta estima lograda desde el principio. Enrique DíezCanedo y Alfonso Reyes, Eugenio d Ors y Juan Ramón Jiménez... Cinco minutos de silencio por el poeta, ¿era demasiado? Demasiado poco si el pensamiento se dispersa en las frondas del Jardín Botánico, persiguiendo nubéculas inaprehensibles. Precioso testimonio el de don Alfonso: quiénes acudieron a la cita y en qué orden; ausencias de Azorín y de Juan Ramón; un verso y musicienne du silence va y viene, acorde con la ocasión y con la retórica del silencio en que se complacía el homenajeado tan a su manera. Los ultraístas le incorporarán a sus revistas; Cansinos Assons, Díez- Canedo, Bacarisse, Juan Ramón, Rosa Chacel, Octavio Paz y Reyes- -p r i mero entre pares- -le tradujeron y, ocasionalmente, le antologizaron. Después, un largo después, García Bacca le observó desde la perspectiva de la filosofía, Cortázar desde la del ingenio... Un Mallarmé puesto al día desplaza de las bibliotecas españolas a las versiones de ayer- -insuperadas algunas- La atención hoy prestada a la prosa es buena señal: las nuevas promociones tienen conciencia de su valor. Esto me atrevería a decir: el interés REDACCIÓN, ADMINISTRACIÓN Y T A L L E R E S CARDENAL ILUNDAIN, 9 41013 SEVILLA FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA NTENDER a Mallarmé era, en mi juventud, una prueba de fuerza; gustar de Mallarmé, una prueba de sensibilidad. Todavía- -m e parece- -sucede lo mismo, al menos en lo referente al gusto. La lectura del poeta sigue siendo un desafío. Fue, y no quiso ser otra cosa, escritor de y para minorías. Si difícil, no lo fue en vano: ahuyentó de sus poemas- -y más, si cabe, de sus prosas- -a la chatura intelectual, ignorándola, sin siquiera molestarse en reconocer su existencia. Un reducido grupo de amigos en el pequeño salón de su casa, rué de Rome, París, bastaron para situarle en su ambiente preferido: el de la intimidad. Allí todos los martes, sin pretensión magistral, sin alzar la voz, impartía al visitante la buena nueva de la poesía. Tres nombres se imponen como indicadores de los compañeros de viaje: Debussy, el paralelo; Degas, el diferente, y Verlaine, el maldito. Cercano a ellos y a él, ValGery, el discípulo. El paralelismo de Debussy lo acredita la traslación de L aprGes- midi d un faune desde la página al pentagrama. No se pierde sutileza- -m á s bien se gana- -cuando la flauta modula su llamada en un ámbito de serenidad con ironía al fondo. Debussy se dice al introducir en la música las innovaciones de la poesía: las melodías se corresponden y, sin perder autonomía, se complementan. Degas quiso entrar en la casa de la poesía por la puerta de las ideas. Se equivocó de clave, y Mallarmé no tardó en aleccionarle: Los poemas, mon cher Monsieur Degas no se hacen con ideas, sino con palabras. La poesía reside en los nombres constituyentes y también en las formas que vuelan, impulsadas por el pincel. Verlaine, música claroscura, chorro incesante surgido de un alma herida, fue la otra cara de la moneda, el vacilante junto al estable, pobre Lelian de hospital en hospital, alcoholismo frente a corrección y comodidad hogareña. Uniéndolos, por distinto cauce, la realidad de que palabra y silencio trascienden ia corrección tanto como la impureza. ValGery es el esfuerzo, el rigor metódico, la tensión del verbo. La musa, compasiva, le ayuda a subir, a pasar de la prosa, de las p r o s a s no es menor que el de los textos en verso: un discurso compacto, adicto a la oscuridad, opera como estimulante de la actividad intelectual del lector. El acto de lectura es una respuesta a dos niveles: el del lento descifrado del sentido, frase a frase- -verso a verso, en otro caso- -y al de la iluminación súbita. El examen del enunciado y el conocimiento del modo operativo del enunciante propician algo semejante a la revelación. El estudio preliminar del profesor Javier del Prado a la edición de Prosas (Ediciones Alfaguara, 1987) es el más completo y el más certero de los dedicados al tema. Agrupar los textos en secciones separadas responde a las diferencias netamente perceptibles entre ellos: lo biográfico postula un modo que lo teórico rechaza; lo didáctico tiene exigencias que la creación no tolera. Prosas, pues, y no prosa; voces convergentes en una originalidad de dicción encaminada a diluir sus fronteras. (Hecho bien visto por Prado, aunque acaso parezca extremada su visión unificadora. La dispersión es evitada por ia convergencia, y la experiencia fecundada, en cada caso, por impulsos de análoga raíz. La conferencia sobre Viiliers de IL lsle Adam sólo puede alinearse con los productos de la creación si se mira para otro lado cuando la carga del referente pesa demasiado; no así en la ensoñación de Richard Wagner, en la que héroe, pueblo y espacio se benefician de una aptitud aglutinante en pensamiento, imaginación y lenguaje, destellantes con las luces de la invención. Piezas así son, a mi juicio, apropiadas para facilitar el acceso a ios poemas en prosa y a los cuentos hindúes- -a l t a parodia- prodigios de estilo tan seguros en ejecución y sistema como los de La siesta o Un coup de des tan logrado por la visualidad y ¡a estructura. Propongo, pues, entrar en el universo de Mallarmé por sus prosas, ascendiendo de menos a más, hasta sentir en la mente la vibración de la exigencia total. Ricardo GULLON Para hacer llegar sus mensajes comerciales a todo el mundo.