ABC SEVILLA 01-11-1951 página 3
- EdiciónABC, SEVILLA
- Página3
- Fecha de publicación01/11/1951
- ID0002712451
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DIARIO ILUST R A D O D E 1 NF O RMAGIO N GEN ERAL drid- -calle de Puñonrpstro, plaza del Conde de Barajas, calle dé la Pasa, plazuela dé N los Estados Unidos, las casas son San Javier- y se disculpaba de la indisde cristal. E l viejo sueño se ha rea- creción explicándome su pasión por los inlizado, y el diablo cójuelo tendrá teriores, su delicia, de, contemplar inespepoco que hacer. Pero- -se preguntará el rados trozos de vida espontánea. Como lector- ¿cómo es posible? Nadie lo ha siempre me ha aquejado la misma dolendicho, los periódicos nb Id han contado, el cia, no tuve que esforzarme en compreñ cine prueba lo contrario. A lo sumo derl a y justificarla. Pero aquí no es nece -agregará escépticamente- serán de ma- sario mirar, porque yá se Sabe cómo es teria- plástica. Y en efecto, las casas pa- todo. por dentro, y los livianos muros, ¿n recen de- madera; cuando se las golpea con rigor no ocultan nada. Todo es de cristal. ¿Todo? ¿También el puño, producen un sonido amistoso y familiar; viven preocupadas con el fantas- las frentes? Por lo menos, esto suele creerma del incendio, y por eso están, siempre se en Europa. Los magazines que tiran alerta, con la, escalera exterior de hierro, cinco- millones de ejemplares, las películas prevenida; y si no la tienen... E n la mía, que se proyectan en, todos los cines los al entrar en mi dormitorio, lo primero que anuncias qué aconsejan infatigablemente vi fué una gruesa cuerda enrollada, pen- lo mismo a ciento cincuenta millones de? diente, de una: recia argolla; confieso que perspnas, la radio la televisión, que perrie ¿sobrecogió. ¿Será posib; e- -pensé- -que netra simultáneamente en todas las casilos servicios sean tan completos que. esté tas, en todos los pisos. de las grandes ciuprevista la. desesperación? ¿Será posible dades, todas esas potencias de unificación, ahorcarse cómodamente en casa al pri- bien conocidas, tienen que permitir premer impulso, sin tener que ir a la drogue- ver dentro de ciertos límites, lo que el ría o al Cinco y, diez a comprar una americano esconde tras su sonrisa; Sí, pero soga, con el riesgo de que cualquier cosa después de pensar esto, es decir, después- -el esplendor de un árbol, otoñal, un últi- de repetir esto que otros muchos han peni mo modelo de nevera ola sonrisa de una sado- -lo cual significa caer en lo mismo transeúnte- -nos reconcilie con la vida y qué se suele desdeñar en Europa no se nos haga cambiar, de idea? Pero no, no era queda uno muy tranquilo Se pregunta uno eso: la cuerda está allí para deslizarse en si será verdad, si efectivamente será así; caso de incendio, previa lectura de, las ins y aun en caso de que lo sea, ¿puede uno quedarse sin más en ese hecho, tomar, trücciones. nota de él y no seguir adelante? ¿No nos Las casas son aparentemente. de made- invita perentoriamente a dar algunos para y, dicho sea de pas, o, encantadoras; sos más, a intentar ver si así acontece, y aquellas que empezaron a hacérsenos en- por qué, y con qué consecuencias? Toitrañables cuando vimos Nuestra ciudad gamos la corteza, -al meollo entremos de Thorntoñ Wilder, cuando empezamos aconsejaba, i no recuerdo mal, hace seisa entender cierta profunda poesía de estas cientos años, el arcipreste de Hita. Yá que ciudades americanas, de la que apenas se tenemos la ventura de que la corteza, sea ha dicho nada, de. la que tendremos que estsrvez de cristal, valdrá la pena buscarhablar. Y fué precisamente en el cine le un día tres pies al gato y dejar que los, donde me di cuenta de que eran, de cristal ojos aprovechen de verdad la transparennuestras viviendas. Era el primer film cia de las casas. norteamericano que veía en su salsa; una película anodina, como tantas otras; y en Julián MARÍAS ella, las casitas que han aparecido mil Veces en todas las pantallas del mundo, con sus dos pisos, y su césped, y e l abuelo LA TERTULIA D E D O N gruñón y cordial que poda poco a poco un olmo o- un castaño de Indias. Pero antes JUAN de entrar en la casa, antes de que la cáE don Juan Valera, Mi dulce Yalemara enfocara su interior, ya lo había visfa que: dijo Menéndez y Pelayo. to; y cuando la madre, hacendosa, se diTertulia literaria que daba los sárigió a la nevera para poner el desayuno, vi, sin abrirla, lo qué había dentro, lo que bados en su casa de la cuesta, de Santo Doiba a sacar: los cereales y enjugo de to- mingo. Tertulia, eii la qug, según uno de mate y un envase de cartón encerado con sus asiduos concurrentes, el cátedrátieo donuna ventanita en lo alto por 4 nde se es- Narciso Campillo, se aprendía más en una pera que va a asomar- la cabeza de un cuco noche que en. tres años de- Universidad. y sale un blanco surtidor de leche pastéu- Tertulia- -como Ta. de doña Emilia Pardo rizada; y el estuche donde descansan, en Bazán y lapide Bauer- -que constituía por compartimientos aislados, doce huevos; y sí sola un prestigio en el ambiente inte- la carpeta de celofán- -carpeta, sí- -v don- lectual. de jaspean. las suntuosas lonchas de baMundano, afecto desde su juventud a la con Todo transparenté, todo de cristal, vida de salones, que, en, el Madrid de la épotodo igual que en mi casa y en la de cada ca era la mitad de la vida; frecuentándolos uno de los espectadores. Se cuenta el caso bailes de la Condesa de Montijo; peregride aquel espectador que, al ver el rugiente no después por tierras extrañas- -San Peleón- de la Metro- Goldwyn, exclamó mal- tersbürgo, Washington, Viena- con carhumorado: Esta película del león ya la gos en las Misiones diplomáticas; ingenio he visto. Y se marchó del cine Esta, brillantísimo, gran conversador, delicioso fué exactamente mi impresión... y mi con- ironista, Valera fué uno de los hombres ducta. Aquélla película ya la había visto. más representativos de la España del siglo XIX. V Hace todavía poco máj de un mes, una Tuvo pasión pdrla correspondencia episamiga mía, una admirable dama argentina, tolar y por su tertulia. Le encantaba la inde ojos claros, curioso? los lanzaba furtivamente, con un poco de rubor, a través timidad de una y otra expansión. Comude las ventanas encendidas del viejo M a- nicarse ccñ los amigos de palabrá y por es- DIARIO ILUST R A D O D E 1 N F O R M A C 1O N G E N E R A L J f t crito era su deleite. Y escribió infinitas, cartas. Muchas de ellas aparecen recogidas en volúmenes. Otras, no publicadas, iban dirigidas al conde de las Navas, Tamayo y Baus, Camnoamor, Campillo y el poeta Manuel Reina. Como oro en paño- -escribe don Francisco Rodríguez Marín- -guardo las cuarenta y dos cartas que don Juan Valera me dirigió desde Vienadf Y dondequiera se encontrase, y por muy f rata que. le fuera la estancia, se acordaba de la Corte y de su tertulia. Suspiro por la Patria, por- la familia y los amigos dice desde Washington. Y desde San Petersburgo: Me acuerdo mucho de mi; tertulia do Madrid. En las reuniones sabatinas de casa de don Juan, si bien todos los contertulios hacían gala de su ingenio; ninguno con, tanta gracia y donaire como el autor de Pepita Jiménez Por esta tertulia de don Juan, en la que don Narciso Campillo solía contar cuentos divertidos, pasaba a vences la sombra, indecisa del burlador, sevillano. Y- en este concurso de hombres notables fué recibido y acogido cordíalmente. por, el dueño, de la casa un poeta recién llegado a la Corte, Rubén Darío, de. cuyo libro Azül Tiatoíase ocupado ya elogiosamente Valera en sus Cartas americanas En honor del poeta, y para que leyese sus versos, dedicó don. Juan uno de su sá bados, y Rubén, el, cantor americano que innovaba, que en. nada se parecía a los prestigios actuales de la lírica española, fué. aplaudido y consagrado. Aquel don Juan, que le djera el espaldarazo de Madrid, gran amigo de Darío después, es el que años más tarde- -refiere el poeta- -solía ajparecer en las reuniones dé la Pardo Bazán, ya ciego, pero siempre lleno de distinción A buen seguro que Valera se dolería con sus contertulios, como en sus cartas, de. que la España oficial, de su tiempo prestase tan poca atención a la gloria de sus hijos ilustres, -en tanto que él, en cuantos países visitaba, había visto un sinnúmero de estatuas, arc os e triunfo i cUteiiscos, y d medallas, que cantaban y perpetuaban a sabios, héroes, poetas y artistas nacionales A buen seguro que- se dolería, asimismo, como en sus cartas, del desdén y el poco aprecio en que se tenían- -por Incomprerr- sión o desconocimiento- -fuera de España sus grandes y auténticos valores. Don Juan referiría tattibién, con su pe culiar gracejo, mil anécdotas de su vida fai tierras lejanas: de cuantío en San Petersburgo asistía a las. carreras de trineos sobre el Neva, y visitaba la biblioteca impe rial, que contenía más de 700.000 volúmenes; de las maravillas que viera en el Pa- lacio de Invierno; del aímacén que, en Ñapóles, curioseara por su riqueza en pipas, chales de Persia y gorros de Turquía, y de aquel cocinero que. conociera en Dresde, en casa de su aniigo él barón de Fabrice, sujeto interesantísimo, pues que a su arte culinario, tan excelente, añadía sus grandes Cocimientos eri astronomía, química y antropología. Un cocinero sabio en su doble: personalidad. Un hombre al cual, lué- í gVde servir a sus señores un suculento almuerzo, iban a buscarle dos académicos de Drésde para pasear. con él y, departir sobre- graves materias científicas. J. -ORTIZ DE TNEIK) REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN: PRADO DÉ SAN SEBASTIAN. SUSCRIPCIONES T ANUNCIOS: VELAZQCEZ, 12. SEVHjLA. E CASAS DE CRISTAL D