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ABC MADRID 12-07-2020 página 53
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ABC MADRID 12-07-2020 página 53

  • EdiciónABC, MADRID
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finca Huerta de la Cigarra. Medina Sidonia, Cádiz, lunes 11 de febrero de 1918. Está anocheciendo y el frío aprieta. La pena y el silencio se dan la mano para pasearse arrogantes por los rincones de estas tierras que el difunto cuidó primorosamente en vida durante años. Doña Josefa, enlutada y cubierta su cabeza por una toquilla de encaje oscuro, se agarra con fuerza al brazo de su hijo, el marqués de Negrón, mientras ambos presencian cómo amortajan a su hermano y tío. "Mariano, ay, mi Mariano", plañe con sincero dolor. En ese momento introducen el cuerpo en el féretro que resulta tan familiar en esa casa. Alrededor de la una del mediodía se había sentido fatigado. Cuatro horas más tarde moría. Este extraño personaje, inteligente y culto como pocos, había comprado su ataúd muchos años antes y lo guardaba en su dormitorio, con los cirios, los paños negros de la capilla ardiente y la mortaja, el hábito de Santiago, a cuya Orden pertenecía. Con toda esa parafernalia mortuoria convivió como si nada hasta este día, el último. En un sobre lacrado dejó las instrucciones para su entierro y redactada la esquela para ser publicada. Iba a cumplir noventa años. Hijo de José María Pardo de Figueroa y Manso de Andrade, regidor perpetuo de Cádiz, y de María Luisa de la Serna y Pareja. Amaba su cuna. Amaba Medina Sidonia. "La Huerta de la Cigarra es mi mundo. Es mi invención. El universo del que jamás querría salir. En este hermoso rincón gaditano llevo una vida tranquila, entre libros, árboles frutales, flores, arreos de caza y mis perros", escribió. Jamás se había casado. Pero lo curioso era que evitó en su dilatada obra cualquier rastro de las damas con las que hubiera tenido alguna relación íntima. Nada. Ninguna huella del amor en la estela de su existencia; ni en las miles de cartas que escribió durante su vida. En el pueblo se llegaba a dudar de que hubiera tenido relación alguna. Total, él era tan dado a alterar la realidad... Tan extravagante... En cierta ocasión fue nombrado alcalde de la ciudad por un gobierno revolucionario contrario a sus ideas y se negó a tomar posesión si no era conducido por la Guardia Civil. ¡Y así se hizo! "Yo saqué en conclusión que Thebussem, aparte de sus méritos literarios, fue un guasón de tomo y lomo que le tomó el pelo a media España", escribió Santiago Montoto, de la Real Academia Española, sobre el autor, al que definió como un "finísimo hidalgo, de hablar limpio y honesto y de mirar severo y grave". (ABC, 12 de octubre de 1944). Ventajas postales Estudió Latín y Filosofía con un fraile que despertó en él sus inquietudes literarias, aunque estudió Derecho en Sevilla, Granada y Madrid. Pero, al final, quedó aparcado en beneficio de la literatura y la erudición, realizadas ambas con acentuada finura intelectual y elevadas dosis de ingenio. Tampoco faltaban en su forma de ser ironía, sentido del humor y agudeza. Tituló "Kpanklá" una obra, para pasmo de los lectores. Contaba, con gracejo andaluz, que paseando por un pueblo de Sevilla leyó en una pared la palabra "kpanklá". Preguntó a una señora qué significaba, pero la mujer respondió que no sabía leer, sólo sabía que en ese lugar se vendía "kpanklá". Entonces, Pardo de Figueroa, intrigado por la inverosímil palabra, comenzó a repetirla varias veces en voz alta, ¡hasta descubrir que decía "cal para encalar"! ¿Cuál fue la Gran Cruz que rechazaste? intentaba hacer memoria Josefa. Preferí ser nombrado "Cartero honorario de España, sin sueldo y con uso de uniforme" por mis estudios postales. Fue emocionante ver cómo todos en el Cuerpo de Correos, desde el administrador general hasta el trabajador de más baja categoría, convocaron una suscripción para recaudar el dinero que costaba el uniforme, que consistía en librea de magnífico paño, ricos galones de oro y botas de charol. Me enviaron una bolsa de cuero para guardar los ochavos, una libreta con una cinta de goma, un lapicero y unas alpargatas de cáñamo. Desde entonces gozaba de franquicia postal sin limitaciones y las cartas a él dirigidas circulaban sin necesidad de ser selladas. Aquella mañana de lunes se le veía fatigado. A saber por qué me acuerdo ahora de sucesos de mi vida. Pero todo viene a mi cabeza en injustificado desorden. Con tanto como has vivido en esa imparable cabecita tuya, no me extraña. En realidad, el Doctor Thebussem había imaginado más que vivido. Aunque, pensándolo bien, imaginar es vivir. Cierra los ojos e inspira profundamente como si estuviera oliendo uno de esos guisos de los que hablaba en sus libros. De los innumerables menús con los que me han agasajado, el más pintoresco de todos fue con motivo de mi nombramiento como Cartero Honorario: fritada de sellos usados. Salmón en pliego certificado. Pechugas de gallinas con matasellos. Jamón con sobreporte. Espárragos en paquete ciego. Y la bebida la inventaría el más ingenioso del Cuerpo: Vino el Correo Vino sin sello Vino abierta Así vino ¡Qué memoria, hermano! exclama Josefa con admiración. El cocinero del Rey Cumplidos los 35 años regresó a Medina Sidonia para quedarse. De tanto en tanto hacía alguna escapada a la Villa y Corte para cultivar las relaciones sociales, no en vano poseía un envidiable don de gentes. "Me voy a dar una vueltecita por Madrid", le anunciaba a su hermana Josefa. Cuando eso iba a ocurrir, la noticia de su inminente visita corría por los principales salones del buen yantar y a don Mariano le llovían las invitaciones. Solían convocarlo a comer en el palacio de la duquesa de Medinaceli, el del conde de Niebla, el de Finat o en cualquier casa de banqueros o de alguna de las familias madrileñas más adineradas. Todos ellos presumían de haber sentado a su mesa a don Mariano Pardo de Figueroa, por cierto un conversador ameno y ocurrente. Quien le invitara tenía que saber que se llevaba un plato de recuerdo cuando acudía por primera vez a esa casa; eso sí, sólo en caso de que la vajilla llevara algún escudo o marca de la familia anfitriona y siempre que no fuera de plata, ya que el expolio nunca entraba en sus planes. De regreso a su Huerta de la Cigarra lo identificaba detalladamente en el reverso del plato. Inolvidable el "almuerzo mixto" que le ofreció nada menos que el cocinero mayor de Su Majestad en las cocinas del Palacio Real el 16 de diciembre de 1887. Decía así el menú: Consommé a la Parmesane Huevos fritos con jamón Chateaubriand aux truffes Bécasses et linottes ròtis Bombe glacée a la Chantilly ¡Y esa dichosa manía de hacer los menús en francés! "El Rey tiene que dar ejemplo de nuestro excelso castellano", reconvino después en una carta al cocinero mayor. Cerraron el féretro y poco a poco se fueron apagando los fogones en los que don Mariano elaboró un importante legado que le sobreviviría por los siglos de los siglos. Personaje singular donde los haya, de porte quijotesco, él mismo fomentó su propia leyenda haciéndose pasar por un príncipe alemán llamado Doctor Thebussem, anagrama de la palabra "embustes" en alemán, al que añadió una "h". Nacido en Medina Sidonia, se lanzó a ver mundo y cumplida la treintena regresó a la localidad gaditana para recluirse en su finca La Huerta de la Cigarra, donde fraguó la invención de su personaje, que fue presentado en sociedad a través de un artículo en 1857. Así, el quimérico doctor Jacobo W. Thebussem representaba a un bibliómano apasionado de la figura de Miguel de Cervantes (como él lo era en la realidad) y dueño del castillo almenado de Thirmenth, en Wurtzbourg (Alemania). Pero fue más lejos, ideó un segundo personaje, su ayudante el Señor Droap; de ahí sus "Epístolas Draopianas". A pesar de su vasta erudición y de ser uno de los autores españoles más fecundos de la Historia, destacó por su modestia. Algunas de sus obras: "Fábulas fabulosas", "Ristra de ajos", "Cuentos andaluces", "Cosas y casas de hidalgos", "Siete cartas sobre Cervantes y El Quijote", "Fruslerías postales", "Yantares y condumios de los Reyes de España", y una interminable lista. Doctor en Derecho civil y canónico, Pardo de Figueroa pertenecía a la Real Academia de la Lengua y a la de Historia, así como a distintas corporaciones de adrid, Sevilla, Londres, Roma y Utrecht. Caballero de la Orden de Santiago y Gran Cruz de Alfonso XII. Reunió con paciencia una valiosa biblioteca en la que se podía encontrar de todo, desde un incunable o una edición rarísima, hasta la lista de accionistas del Banco de España o el prospecto de un balneario. Fue un importante coleccionista. DOCTOR THEBUSSEM (MARIANO PARDO DE FIGUEROA Y DE LA SERNA) (Medina Sidonia, Cádiz, 18 de noviembre de 1828 11 de febrero de 1918) Sus tratados sobre gastronomía están considerados los pioneros de la época contemporánea. Se atrevió a escribirle al jefe de cocinas de Alfonso XII para advertirle sobre aspectos intolerables de sus menús, entre otros escribirlos en francés. Resultado: don Mariano y el Rey se hicieron amigos. En su famoso y audaz tratado "La mesa moderna" (1888) abogaba por incluir en las comidas oficiales de palacio la olla podrida, siguiendo su máxima de que no hay nada tan moderno como lo tradicional. El menú del Rey En 1880, fue nombrado primer Cartero Honorario de Madrid, de España y de sus Indias (hasta nuestros días, sólo seis personas han recibido tal honor). Gran estudioso de la filatelia, a él se debió el auge de las tarjetas postales (el primero en enviar una particular), en las que introdujo vistas de ciudades, imágenes de monumentos, famosas obras de arte, retratos de celebridades y mapas. Llegó a escribir más de 12.000 cartas a los personajes más notables de la época, en varios idiomas y sobre los temas más variopintos: culinarios, de pintura, arte en general, filatelia, jurisprudencia, teatro, filología, historia, tauromaquia, heráldica... En su biblioteca se contaban hasta sesenta tomos de cartas recibidas desde 1854 hasta 1890. En 1944, Correos le dedicó un sello con su retrato y en 1981 emitió otro dedicado a su legado bibliográfico, conocido como Papeles Varios de Correos, que se encuentra en la Biblioteca del Museo Postal y Telegráfico de Madrid, donde además puede verse un busto realizado en hierro, en 1980, por el escultor González Macías. Primer Cartero Honorario Desbordante imaginación

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