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ABC MADRID 24-01-2014 página 49
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ABC MADRID 24-01-2014 página 49

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES, 24 DE ENERO DE 2014 abc. es cultura CULTURA 49 Las pruebas del horror Jacinto Cortés, Jesús Grau y yo logramos sacar del campo de Mauthausen las fotografías que sirvieron para probar las salvajadas de los nazis en los juicios de Nuremberg José Alcubierre, superviviente del campo de Mauthausen SUSANNA SÁEZ Un libro rescata a los últimos españoles supervivientes de los campos de concentración en la II Guerra Mundial Una veintena de testimonios Montserrat Llor ha entrevistado a decenas de supervivientes de los campos de concentración. En el libro reúne veinte testimonios, 18 corresponden a españoles: Conchita Grangé, Manuel Ortells, Francisco Bernal, Marcelino Bilbao, Segundo Espallargas, Jesús Tello, Alejandro Vernizo, Emilio Caballero, Luis Estañ, Luis González Peña, Ramiro Santiesteban, Lázaro Nate, Esteban Pérez, Edmon Gimeno, José Marfil, Alfredo Rotella, Neus Catalá y José Alcubierre. Los dos testimonios extranjeros son del sefardí búlgaro León Arditti y de la brigadista Elisabet Ricol, esposa del también brigadista, resistente y político checo Artur London. Cada piedra de Mauthausen tiene sangre española TULIO DEMICHELI MADRID ontserrat Llor abre Vivos en el averno nazi (Crítica) con una cita de Paul Éluard que es toda una declaración de principios: Si el eco de sus voces se desvanece, pereceremos Esta indagación testimonial según la autora explica a ABC nació urgida por un misterio familiar: la pulsera de identificación de su tío abuelo muerto, nadie sabe cómo ni cuándo, en Gusen, campo anexo a Mauthausen; y también porque su suegro, Pablo Villarrubia, le contó mil historias de los maquis de la región de Cognac. En fin, Llor ha recopilado numerosos testimonios, y no sólo de deportados españoles, de los que ahora ha recogido veinte para conservar su memoria sin rencor ni ideología. Cada vez son más ancianos y van quedando menos Luego nos sugiere llamar por teléfono a José Alcubierre, uno de ellos. Sea paciente, es un poco duro de oído, por la edad, pero le atenderá muy bien Y así lo hacemos. José, cuéntenos su historia. Estábamos refugiados después de nuestra Guerra Civil en el campo de Angule- M ma. Vinieron y nos dijeron: ¡Recoged lo que tengáis y p alante! Nos formaron en la plaza y luego nos llevaron a la estación de mercancías. Esto ocurría el 20 de agosto de 1940. Después cerraron las puertas de los vagones, el tren empezó a rular y yo le pregunté a mi padre: ¿Dónde vamos, papá? Y me dice: Pues no lo sé, hijo mío, pero lejos El 24 llegábamos a Mauthausen. Un centinela me habló en alemán, y como no lo entendía, me preguntó por señas que cuántos años tenía. Yo respondí que quince. Y dijo: ¡Abajo, abajo también! ¿Hacían deportaciones en secreto? Después de la guerra, los alemanes decían que no sabían que existieran los campos. ¿Cómo que no lo sabían? Lo sabían todo. Nos condujeron desde la estación hasta el recinto por todo el pueblo. Así que, si no nos vieron, es que no querían verlo. ¿Había en Mauthausen muchos republicanos? Cada piedra de Mauthausen tiene sangre española. Cuando llegamos, que éramos trescientos y pico, allí ya había otros seiscientos. En fin, después de la ducha, nos dieron de comer, pero aquello era una infección de comida. Y le digo a mi padre: ¿Vamos a comer esto? Me contestó: Pues si no hay otra cosa... Entonces se acerca uno y me dice: Oye, peque, ¿no lo comes, o qué? Pues yo no me lo como, ¿quién se va a comer esto? le contesté. ¿Me lo das? Aunque dentro de un día, dos o tres, tragarás, porque no hay otra cosa Y así pasó: tuvimos que comer aquella bazofia que no servía ni para los cerdos. ¿Qué fue de su padre? A mi padre lo habían bajado a Gusen. De allí un día subieron algunos amigos para formar con otros cuarenta jóvenes el Pochaka (kommando de la cantera de Anton Poschacher, en el mismo pueblo de Mauthausen) Le pregunté a uno por mi padre y me contestó: No te preocupes, tu padre está bien Aquello me extrañó y entonces fui a otro, Jacinto Cortés, que era del Prat de Llobregat, como yo, y le digo: Oye, Jacinto, ¿tú has visto a mi padre? Entonces me contesto: Tu padre ha muerto Al otro lado del hilo telefónico, la voz se quiebra. Alcubierre toma aliento y continúa su relato, muy emocionado Mi padre iba con otros dos y a los tres los llamaban los mañicos porque eran aragoneses. Un día pasó lo que tenía pasar. Uno de ellos cayó al suelo extenuado, y los otros dos: ¡Levántate que viene el cabo! y él: ¡Dejadme, que ya no puedo más! Entonces el cabo empezó a pegarle con su bastón que era el mango de un pico y los otros dos quisieron conciliarlo para que no le arreara más. Pero sacó el silbato y pitó para que vinieran otros cabos. Y los mataron a los tres a bastonazos y a patadas. En fin, sería muy largo contarlo todo por teléfono. Allí trabajamos cuatro años, hasta que acabó la guerra... Pero antes lograron poner a salvo un material muy comprometedor para los nazis: las fotos de Mauthausen. Francisco Bosch, que trabajaba en los laboratorios fotográficos del campo, le dijo a Cortés: Tenéis que sacar estas fotografías, que son muy importantes, y esconderlas Las repartimos entre Cortés, Jesús Grau y yo. Logramos sacarlas de Mauthausen y se las dimos a Anna Poitnner, la vieja (opositora a los nazis que vivía cerca de la cantera) quien las escondió en el muro de su jardín. Sirvieron para probar las salvajadas de los nazis en los juicios de Nuremberg.

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