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ABC MADRID 19-01-2003 página 50
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50 DOMINGO 19 1 2003 ABC ABC DOMINGO 19 1 2003 50 Cultura y espectáculos Ramón Gómez de la Serna pone despacho en el Reina Sofía y se publica un libro sobre su Torreón Janis Joplin cumpliría hoy sesenta años. Para celebrarlo se publica mañana una antología, The essential El legado de Sarasate El compositor y gran violinista Pablo Sarasate falleció el 20 de septiembre de 1908, dejando como únicas herederas, al no estar casado ni tener descendientes, a sus hermanas Micaela y Francisca. Sin embargo, no todos sus bienes más queridos fueron a parar a esas manos, ya que el músico decidió legar algunos de ellos a centros como la escuela de música de su ciudad natal, Pamplona, a la que cedió su biblioteca musical completa; al ayuntamiento, su colección de joyas y galardones, bajo la indicación de que fueran expuestos en un museo; así como su violín Vuillame y su violín Gaud, que le fue concedido como premio en el Conservatorio de París. Este mismo Conservatorio también sería contemplado en los últimos deseos de Sarasate, ya que le cedió su stradivarius, conocido con el nombre de Sarasate construido por el maestro de Cremona en el año 1724. La otra joya de su legado, un stradivarius construido en 1713 y bautizado con el nombre de Boissier tendría como destinatario el Conservatorio Superior de Música de Madrid. Dicho violín, el Boissier tuvo inicialmente otro destino que el propio Pablo Sarasate se encargó de corregir en uno de los codicilios de su testamento: Revoco el legado que hice al Museo del South Kesington de Londres de mi violín stradivarius de 1713; lego este violín al Conservatorio de Madrid; recomiendo que se exponga en una vitrina (París, 12 de junio de 1894) Este instrumento histórico fue calificado por J. B. Vuillaume- -renombrado luthier francés- -como uno de PONER EL CASCABEL AL GATO JOSÉ LUIS GARCÍA DEL BUSTO E los trabajos más bellos realizados por Antonio Stradivari (1644- 1737) A los sucesores de este constructor se lo adquirió el violinista navarro por unos veinticinco mil francos. A pesar de su belleza y elegancia, o quizá por ello mismo, Sarasate parece ser que no lo tocó en público, utilizando en sus conciertos el fechado en 1924. La historia del Boissier tras la muerte de su dueño, se divide entre su residencia permanente- -y acorazada- -en el Conservatorio de Madrid (en sus diversas sedes como la de San Bernardo, en la imagen) y un periodo de varios años en los que vio la luz expuesto en una vitrina colocada sobre la mesa del Cardenal Lorenzana, en uno de los salones del Teatro Real, cuando éste funcionaba como sala de conciertos. Después de casi veinte años, entre 1966 y 1984, a la vista de curiosos y melómanos, el violín fue reclamado y de nuevo recluido en el interior de otra caja fuerte en el conservatorio madrileño. Miguel del Barco, a la izquierda, y Víctor Martín sacan el stradivarius de Sarasate de su estuche (al fondo, la caja fuerte donde se guarda) A la derecha, un detalle del violín Pablo Sarasate legó, a su muerte en 1908, al Conservatorio Superior de Música de Madrid uno de sus violines más famosos: un stradivarius construido en 1713. En este último siglo, el violín pocas veces ha visto la luz, al encontrarse recluido en una caja fuerte, en contra de los deseos del músico. Y sus notas- -amenazadas por la afonía y la sordera- -apenas han vuelto a sonar TEXTO: SUSANA GAVIÑA FOTOS: CHEMA BARROSO MADRID. La noche sosegada, en par de los levantes de la aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena, que recrea y enamora Esta estrofa, perteneciente a uno de los cantos espirituales de San Juan de la Cruz, sirvió también para dar nombre a una obra musical de Federico Mompou, Música callada y para definir ahora la situación por la que atraviesa una de las joyas de nuestro patrimonio musical, que se encuentra custodiada en el interior del Conservatorio Superior de Música de Madrid: un violín stradivarius, construido en 1713, y que fue legado por su dueño, el compositor y violinista Pablo Sarasate, a su muerte en el año 1908. Para llegar hay que franquear la puerta del Conservatorio y recorrer un largo pasillo que desemboca en el aula de música que lleva por nombre Federico Mompou. Frente a su puerta se encuentra otra que da acceso a una estancia- ¿museo o almacén? -en el que varios cuadros e instrumentos musicales se hacinan, medio embalados. Al fondo, tras dos hojas de madera, y otra vuelta de llave, se halla una cámara- ¿acorazada? En su interior, una caja de metal que a modo de matriushkas contiene un estuche de madera, posiblemente del siglo XIX. En es- Música callada de un stradivarius ta especie de diminuto ataúd yace desde el violín de Sarasate, quien en su testamento legó el instrumento con la recomendación de que se exponga en una vitrina Una última voluntad que no ha sido respetada. Tocar o no tocar, esa es la cuestión El motivo no es otro que la falta de personal, según explica a ABC el actual director del Conservatorio madrileño, Miguel del Barco que lleva al frente de la institución dos décadas. Lo que no querría Sarasate es que se lo llevara cualquiera, por eso he pedido a Recursos Humanos una persona para que cuide del museo asegura. La cautela es comprensible ya que el precio de un stradivarius puede alcanzar en el mercado la cifra de 900.000 libras (un millón y medio de euros) según la casa Christies de Londres. La reclusión y silencio del violín de Sarasate también ha suscitado un de- bate entre aquellos que opinan que los instrumentos históricos deben ser tocados con cierta regularidad para que su sonido no muera, frente a los que defienden que es mejor mantenerlos y cuidarlos hasta el extremo de no robarles una nota de música. Aunque en el testamento del músico navarro no aparece ninguna recomendación a este respecto, Del Barco se muestra partidario de que se use, porque si no se tocan los instrumentos se estropean De hecho, así se hace al menos dos veces al año con este violín. Lo toca el ganador del premio Pablo Sarasate explica el director del Conservario. Un certamen que instauró el compositor y que dotó con 100.000 francos. El violín también ha viajado en alguna ocasión hasta Pamplona, donde se ha cedido al ganador del premio Sarasate que se celebra en esa ciudad Sobre la posibilidad de que un solista solicitara el intrumento, Del Barco su- braya que el Conservatorio no lo puede ceder Por ello mismo, este stradivarius debe contentarse con sus esporádicas salidas, además de la posibilidad de que algún violinista que visita el museo lo toque El riesgo del silencio prolongado de este instrumento deriva en una enfermedad que se llama afonía Le sucede lo mismo que a la voz humana, que cuando no habla se queda afónica matiza Del Barco. Entre la afonía y la sordera Sin embargo, existe la otra corriente que defiende el respeto absoluto por el instrumento histórico y su no profanación como es el caso del luthier Fernando Solar, quien cree que cualquiera que toque uno de estos instrumentos puede provocarle un daño, por muy pequeño que sea, irreparable No soy partidario de tocarlos porque el uso produce un desgaste y un riesgo. Aunque se mimen añade. A nadie se le ocurre decir que quiere dar un concierto con el violín el Mesías el único instrumento original salido de las propias manos de Stradivari y que se encuentra depositado en un museo de Oxford subraya. Aunque esté asegurado es una pieza insustituible y lo que nos interesa es que las piezas que son tan representativas se conserven Si en el punto medio se encuentra la virtud, éste lo ocupa el Consejo Internacional de Museos de Colecciones de Instrumentos Musicales (CIMCIM) que en sus recomendaciones especifica que un instrumento histórico se pueden tocar con medida y con mesura, nunca restaurándolo para modernizarlo y siendo los expertos quienes dictaminen qué instrumentos se pueden tocar. Desde su papel de intérprete, Víctor Martín, uno de los grandes violinistas de nuestro país, maestro de las jóvenes generaciones y ganador del premio Sarasate en la temporada 1955- 56, también es partidario de mantener en activo este violín, de peso muy ligero y tonos rojizos, que muestra en su parte trasera un barniz dañado por los casi tres siglos que lo contemplan. Es muy importante tocar los violines porque sino se quedan sordos y por eso es necesario que las maderas estén activas; si no se tocan durante cuarenta o cincuenta años se quedan sin vida. Conozco casos- -continúa- -de grandes instrumentos que tras un silencio prolongado han tardado dos años en recuperar su sonido afirma Martín mientras acuna entre sus brazos el Boissier y le roba unas notas musicales, primero del Concierto para violín de Chaikovsky, y después de la Romanza andaluza que compuso el propio Pablo Sarasate. Del Barco asegura que son precisamente los órganos, violines, violonchelos, contrabajos y violas los que con el paso de tiempo mejoran y no se deterioran. Adquieren más valor histórico y artístico El secreto del maestro de Cremona ¿Qué hace de los violines construidos por Antonio Stradivari instrumentos tan extraordinarios? ¿Dónde está el secreto? Durante siglos se han repetido estas interrogantes. ABC ha consultado a un experto constructor de este tipo de instrumentos, Fernando Solar, heredero de una tradición instaurada en su familia por su progenitor- -que a los ochenta años sigue, en su retiro, construyendo violines- y que fundó la tienda que lleva su nombre en 1948. Mi padre antes de su jubilación fue el luthier asociado al cargo de conservador de los instrumentos del Palacio Real donde se encuentra la mejor colección de stradivarius del mundo compuesta por dos violines, una viola contralto, una viola tenor y un violonchelo, custodiada en la actualidad por el luthier francés Etienne Vatelot Stradivari no ha utilizado un método de constructor que no conozcamos- -explica Solar- Pero siempre se ha apoyado la tesis de que su gran secreto es el barniz que utilizó. Y de hecho hasta la fecha sigue siéndolo porque no tenemos una idea exacta de cómo lo hizo, aunque sí somos capaces de hacer barnices que se comporten de manera parecida al suyo Pero el luthier italiano se distinguió de todos sus colegas sobre todo en que volcó en sus instrumentos su propia personalidad haciendo de ellos una obra de arte. Ahí radica su éxito. Un instrumento deja de ser un mueble para convertirse en obra de arte cuando empieza a soportar la personalidad del artista Por ejemplo, en la escuela francesa del XIX- -continúa- -se han hecho copias exactas de stradivarius, pero su personalidad está lejos de los originales n la importante etapa (1901- 1912) en la que el Conservatorio madrileño estuvo dirigido- -en calidad de Comisario Regio- -por el maestro Tomás Bretón hubo notables donaciones al Centro. Pero el legado de Sarasate, por su cuantía y especificidad, descolocó un poco a todos. En su Historia Crítica del Conservatorio de Madrid (1967) Federico Sopeña, director de la Casa en 1951- 56, además de referirse al problema que plantea la desvalorización de la moneda comenta: La donación tiene un cierto vicio de origen: que el premio no pueda quedar desierto Más tarde, ese vicio quedó paliado al llamar Premio Extraordinario Sarasate al que de verdad mereciera esa calificación Pero, en realidad, el tema de hoy atañe no al famoso violín de Sarasate, pieza valiosísima que durante años pudimos contemplar en el Teatro Real y que hoy seguimos sin oír y ni siquiera vemos, salvo en ocasiones especialísimas. Decir que el stradivarius Boissier debería ser disfrutado esto es, tocado y escuchado, es lo que se nos ocurre a todos. Pero justo es entender que su propietario, el Conservatorio de Madrid, amontone cautelas sobre el tema: de ahí que ningún director de los tiempos modernos haya puesto el cascabel al gato. Habría que restaurar el precioso instrumento o revisarlo para ponerlo en uso, y sobre cómo hacer eso hay opiniones diversas. Después de decidir cómo, habría que decidir quién lleva a cabo esa puesta a punto. Por último, determinar quién o quiénes y en qué ocasiones y bajo qué condiciones podrían usarlo de verdad, más allá de unos minutos de exhibición sin mayores exigencias musicales. Muchas cosas para pedir a una persona que asuma la responsabilidad del proceso. Poner a sonar el violín de Sarasate debería ser el resultado de una voluntad asumida oficialmente y planteada no como gesto romántico, sino como acto de política cultural. Costaría dinero, y el director del Conservatorio tendría que llevar el control, pero rodeado de un consejo de expertos con profesionales de la lutería, de la conservación, de la interpretación... La iniciativa podría ser algo hermoso y que diera rendimiento cultural y musical en un momento como el presente, en que admiramos en los jóvenes violinistas españoles un nivel medio de calidad inusitado en las últimas décadas.

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