ABC MADRID 04-11-2001 página 92
- EdiciónABC, MADRID
- Página92
- Fecha de publicación04/11/2001
- ID0002310666
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TRIBUNA DOMINGO 4- 11- 2001 ABC MADRID N el viejo caserón de la calle Prado han entrado ráfagas de luz y al calor de las mismas parece que el edificio ha empezado a desentumecerse y cobrar vida. Es verdad que la casa llamada docta por excelencia ha sufrido la desidia de los que quizá, confiando en sus laureles, han pensado que podian dormir inicuamente sobre eUos. Un nuevo grupo de hombres, sabedores de que no hay más sueño eterno que el de la muerte, se han introducido en el viejo solar de sabiduría y arte, queriendo insuflarle nueva vida y se han encontrado con que la somnolencia laureada no sólo ha afectado a los habitantes intramuros del caserón, sino también a instituciones que, por su responsabilidad pública, debían estar más alerta a las necesidades de una sociedad madrüeña con ima urgencia cada vez mayor de aires renovadores que alimenten las inquietudes hace tiempo adormecidas. En pleno centro histórico de Madrid, junto a la Real Academia de la Historia, al lado del lugar donde murió Cervantes, vivió Lope de Vega y habitó Quevedo, está el Ateneo de Madrid, vivo y coleando, un centro que permanece abierto dieciséis horas diarias todos los días del año, al servicio de estudiosos, investigadores, hispanistas y opositores, sin que los responsables de las instituciones culturales le presten la atención que está pidiendo a gritos. La anciana institución ha visto salir de sus salas a dieciséis presidentes de gobierno, y en ella impartieron doctrina hornbres como el Duque de Rivas, Ramón de Campoamor, Mesonero Romanos, Laureano Figuerola, Cánovas del Castülo, el Conde de Romanones, Miguel de Unamuno, Valle- Inclán, Manuel Azaña o Gregorio Marañón, por citar sólo algunos de los más conspicuos. Unamuno dejó escrito que el Ateneo era la antesala del Parlamento y en ella se ejercitaron, efectivamente, en las artes de la retórica y la oratoria, que fueron fundamentales para ejercer la política durante el siglo XIX. Pero durante el siglo XX la intervención del Estado que la casa sufrió durante dos dictaduras seguidas ha dejado una huella im: E JOSÉ LUIS ABELLAN PRESIDENTE DEL ATENEO DE MADRID Ilusiones en el Ateneo de Madrid En pleno centro histórico de Madrid está el Ateneo, un centro que permanece abierto todos los días al servicio de investigadores prescriptible hasta el momento. En estos años de modorra, le salvó la vida una biblioteca que constituye el mayor tesoro escrito de los siglos XIX y XX. Este patrimonio, compuesto no sólo de libros, sino de revistas, folletos y documentos oficiales u oficiosos, es un acervo histórico de primera magnitud, que un día puede verse convertido en cenizas porque el cableado eléctrico de la casa tiene la vxilnerabüidad de ima vela en mitad del huracán. Hace falta poca sensibilidad para no darse cuenta del tremendo peligro que eUo representa. Una institución de la que en cualquier país europeo se sentirían orgullosos está expuesta a la eventualidad de un accidente tan simple como ese. Es necesario Uamar a la conciencia de quien puede ponerle remedio y a este fin se dirigen las presentes palabras, esperando que oídos finos y espíritus alertas le presten la atención que merecen. Invitamos a quienes aún conserven un mínimo interés por la cultura, el arte o el saber a que se den un paseo por este viejo y glorioso caserón para que observen el grave deterioro en que se encuentra. Sin entrar en escondidos rincones ni en secciones ocultas a los ojos profanos, bastará que un hombre cualquiera de corazón honrado se acerque a nuestra galería de retratos y compruebe, con sólo pasar la vista por paredes que están a la entrada del edificio, cómo puede explicarse la historia española de los últimos dos siglos con un simple repaso a la biograña de los personajes cuyo rostro se ofrece a la vista. Cánovas, Canalejas, Galdós, Clarín, Unamuno, Ortega y Gasset, Ramón y Cajal, Pérez de Ayala, Pardo Bazán, Baroja, Valle- Inclán, Marañón, Sagasta, Unamimo, Severo Ochoa y otros muchos nombres que podían llenar toda la página que ocupa este artículo nos hablan a través de estos cuadros de pasajes históricos, de acciones gloriosas, de obras literarias, de pensamientos sublimes, de realizaciones científicas, de decisiones trascendentes que marcan el itinerario del pueblo español por los senderos de un deciu- so histórico que marca nuestro destiao so- bre la tierra. El grupo de hombres y mujeres iio nrados que ahora se han hecho cargo de la dirección del Ateneo de Madrid esperan que esta institución pueda seguir llevando con la dignidad que ha presidido su trayectoria secular los adjetivos con que todavía se la conoce de Científico, Literario y Artístico. Esperan ellos- pues esperanzados son- -que los que tienen responsabilidad en eUo así lo entiendan y hagan en consecuencia la contribución pertinente. L miedo a los totalitarismos ha hecho circular la especie de que no existe la verdad cuya simple mención sería germen de actitudes intolerantes. Esto es una prueba más de lo mal consejero que es el miedo. La realidad es la contraria. El que tiene afán de verdad. -cree que esta existe y puede llegar a ser vista- -es sumamente respetuoso con el pensamiento de los otros, porque es un hombre que ha aprendido a precaverse contra el error, siempre a la vuelta de la esquina para él mismo; porque sabe que la verdad, la realidad, es inagotable y conocerla empresa de muchos; porque intuye la verdad que constituye cada persona. Son y han sido precisamente los ajenos a la verdad, que ni la buscan, ni la quieren, pero la suponen y la temen, los que, justamente por esto, niegan y ocultan cualquier visión ajena. Los totalitarios han sido los resentidos contra la verdad, n, o sus paladines; y su arma ha sido la mentira. Los relativistas, por su parte, se limitan a allanarles el camino, más o menos conscientemente, a los totalitarios. Un- relativismo dulce alimenta a los que creen que cada uno tiene su verdad, la verdad- -dicen- -es subjetiva Dejando para otra ocasión lo que tiene de equívoco la supuesta disyuntiva entre lo subjetivo y lo objetivo, y adelantando tan solo que todo le ocurre a alguien en una circunstancia objetiva- -entiéndase, dada- (se puede entrever que esa disyimtiva no es más que la popularización del viejo debate entre idealismo y reaüsmo, tan francamente superado por Ortega hace casi ochenta años) dejando E ANTONIO CASTILLO ALGARRA- ESCRITOR Relativismo frente a tolerancia aparte ese equívoco, hay que negar con vehemencia que exista, por usar terminología civilista, tal régimen posesorio de la verdad y que pueda hablarse con fidelidad a la realidad de mi, tu, su verdad. La verdad es realmente una sola, aunque inmensa. Inabarcable. Cada hombre ve, desde su perspectiva insustituible, una parte de eUa, y no el resto. No le es lícito decir que ve lo que en realidad no ve, ni tampoco guardarse o negar nada de lo que ve. Así lo descubría Ortega en su artículo irrenunciable de El Espectador, Verdad y perspectiva él escribía desde El Escorial y podía decir lo que veía desde ese lado de la sierra del Guadarrama, no desde el otro, que vería otro hombre. Luego, habrá personas con mejor vista, más esforzadas y dispuestas a ver, con mejores recursos para comprender y contar lo visto, quizá con una perspectiva privilegiada de la realidad. Desde aquí solo hay un paso hasta considerar sagrado el puesto de cada hombre y cada mujer en él cosmos, por usar la terminología de Max Scheler, y por tanto la parte de realidad, de la verdad, de la que le corresponde dar cuenta: misión vital, que puede realizarse en múltiples formas pero en definitiva viviendo. La condición es que esa vida no se despersonalice. La verdad inagotable se refleja a su vez en cada persona: cuando se la vive íntima y amorosamente nunca se la acaba de conocer. Y tras ella se descubre la realidad inabarcable y personal de Dios infinito. Hasta aquí ha Uegado Julián Marías, que considera un proyecto para la vida perdurable el conocer a la persona de Dios. Aquí hay un método, el de ir de la evidencia, de Su huella, a lo incognoscible. Pero para todo esto es necesaria la creencia en la verdad. El totalitarismo deja que una pequeña parte de la realidad, la política, lo invada todo; es intrínsecamente mentira porque por principio lo falsea todo. El fundamentalista es el que renuncia a sí mismo, a su propio punto de vista- -y consecuentemente a los de sus semejantes- por una idea ajena a la que se iniríola. Se ve lo lejos que totalitarios y fundamentalistas están de la verdad, son la renuncia, a ella como punto de partida. El relativismo afirma que no hay una verdad absoluta- -le encanta añadir este maltraído adjetivo- pero, ¿es eso, que no la hay, una verdad absoluta? Si lo es, existe la verdad, aunque sea esa, con lo que tal afirmación se negaría a sí misma; y si no lo es, resulta que la verdad puede existir. ¿Podrá conocerse? Yo creo que sí; en todo caso, parece fácü el acuerdo en que debe intentarse.