ABC MADRID 29-11-2000 página 14
- EdiciónABC, MADRID
- Página14
- Fecha de publicación29/11/2000
- ID0002257679
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14 LFONSO Guerra, a mitad de camino entre la más arrogante pedantería y la himiildad franciscana, es un sevülano fino que, ya sesentón, no pierde capacidad para el injuriamiento. Según abundamos en el centro de doble entrada y se establece con más fuerza lo políticamente correcto, los personajes como Guerra se hacen necesarios para que no decaiga del todo la afición del personal por la política partidista, remedo de la democrática, que, cuando no es confrontación inteligente, se queda en nada. Como tiene dicho Baura, cuando el PSOE era marxista, revolucionario, de clase, üiternacionalista y hasta autogestionario, el eje de tanto adjetivo espasmódico estaba en el ex vicesecretario general del partido que, felizmente, no pierde el pulso de la comunicación y sabe decir lo que quiere. Aunque, en ocasiones, no quiera saber lo que dice. La última acuñación del sevillano se refiere a José María Aznar. Ha recordado que su Gobierno fue socio del PNV durante cinco años y eso no está mal traído como aderezo para el papel- ¿virtual? -del que habla José Luis Rodríguez Zapatero y como aliño para las siete preguntas concretas que el PP le formula al PSOE con la aparente intención de im feriante que examina la dentadura de una caballería para ayudarse OPINIÓN MIÉRCOLES 29- 11- 2000 ABC A AD LIBITUM La imposible hipocresía de Aznar Alfonso Guerra viene del teatro y sabe, por formación y experiencia, lo que es un auténtico tartufo en el juicio sobre el animal. Para fijar la idea, que la propaganda tiene sus exigencias. Guerra le ha llamado hipócrita a Aznar. Eso es eficaz- -y el GIS nos habla de cómo el PSOE recorta distancias con el PP- pero no es cierto. La hipocresía, como todas las formas de fingimiento, le exige a los farsantes una mínima capacidad histriónica. Sin ella no hay doblez posible y Aznar- -no sé muy bien si eso es virtud o defecto- -no disimula, no sabe hacerlo. La hipocresía, que es un concepto teatral, requiere manifestar hacia alguien una actitud sim. pática y favorable: ¿han visto ustedes, alguna vez, un gesto parecido. en el presidente del Gobierno y del PP? Aznar, cuando señala con el dedo- -su máximo signo de cordiali- dad- -corre el riesgo de que se le dispare y así no es fácü hacer amigos a los que luego se pueda engañar o defraudar. Aznar es de mármol y eso puede gustar o no, como una escultura de Miguel Ángel, pero no puede resultar engañoso para nadie. En El Conspirador un viejo libro de Melchor MiraUes y Francisco J. Satué, se cuenta un suceso, nunca desmentido, en el que sí hay hipocresía. Se celebraba el XXVIII Congreso del PSOE y Alfonso Guerra, gran muñidor, temía la intervención de Enrique Tierno que, con sus palabras cautivadoras, podía dificultar el trámite felipista de la apostasía del marxismo. Guerra, tras recibirle sonriente en la escalinata de entrada, le encargó a su hermano Juan atender al Viejo Profesor en el Palacio de Congresos. Juan le atendió: le dejó encerrado en el ascensor, entre piso y piso, el tiempo suficiente para impedir su presencia en el salón de debates. Alfonso Guerra viene del teatro y sabe, por formación y experiencia, lo que es un auténtico tartufo. Aznar viene de Hacienda y, todo lo más, de VaUadolid. No puede ser hipócrita. No está preparado para hacer un gesto de cara a la galería y otro distinto ante el espejo. Sólo tiene imo y lo utüiza todo el tiempo. M. MARTÍN FERRAND EL REPASO Zapatero A peor semana de Zapatero ha terminado con un alivio. La encuesta del CIS le ha hecho respirar tras varios sobresaltos que han demostrado la debüidad- -aún- -de su liderazgo. Los números del sondeo oficial no le son malos, aimque carece de importancia un ep afe que parece inútü en todas las muestras: la valoración de cada quien. Durante estos meses, Aznar ha estado más fuera que dentro y eso importa poco al país. Zapatero, mientras, ha sido tratado desde el poder como si de la niña de sus ojos se tratara, y ha recibido una complicidad que no se conocía desde los tiempos en que Felipe González hacía oposición a Suárez. Pero en cuanto han Uegado los problemas propios, la imagen de Zapatero ha quedado en entredicho. Su fm de semana, después de la penosa manifestación de Barcelona, ha sido un desastre. Sus dos congresos le han dejado con el pie cambiado, y han resui do todas las potencias del PSOE para amargar la vida al secretario general. Lo peor es que Zapatero ha prodigado una preocupante falta de manejo de balón, le han ido robando ei cuero por todo el campo y, encima, le han gritado en cada esquina. Además, se ha notado que los clásicos del lugar no le tienen como referencia obligada. Una anécdota: im importante político- -da igual si es hombre o mujer- -de los que han quedado descolgados en los congresos, se ha pasado todas las horas posteriores a su derrota consultando a los antiguos felipista cuál debe ser su comportamiento en adelante, como pidiendo autorización para plantar cara, como solicitando el plácet para irritar todavía más a Zapatero. La impresión es que el secretario está bien cuando no está, y que cuando tiene que estar no sabe muy bien cómo estar. Que se perdone el trabalenguas, pero las cosas son más o menos así. Y como no recibe ayudas de los suyos, y como sus patrocinadores (González y Maragall) son im lastre, cuando no im torpedo. Zapatero tiene que pensar si, de una vez por todas, suelta amarras y envía a hacer puñetas a los que tanto le estorban. Más que nada para que en lo sucesivo se le valore por lo que hace, no por lo que no hace. Carlos DÁVILA L Maurice Lacroix. Tomorrow s Classics. 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