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ABC MADRID 26-03-1999 página 73
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ABC MADRID 26-03-1999 página 73

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VIERNES 26- 3- 99 ABC 7 3 El Papa Pío Xn apoyó un complot para eliminar a Adolf Hitler en 1940 Los conspiradores pidieron al Pontífice que mediara con Londres Pío XII, el Papa que terminaría sufriendo la ocupación alemana en Roma, conocía muy bien el peligro del nazismo y apoyó el plan de varios generales alemanes para eliminar a Hitler en febrero de 1940, después de la invasión de Polonia Roma. Juan Vicente Boo pero antes de la ofensiva sobre Europa occidental. La ayuda del Papa a los generales golpistas alemanes, desconocida hasta ayer, y su mediación con el Gobierno de Londres, han reabierto el debate sobre la legitimidad del tiranicidio. La bomba estalló el 20 de jiúio de 1944 Según los historiadores, las tentativas de derribar el régimen nazi, matando o destituyendo al führer, fueron diez a partir de 1938. Once con la ahora descubierta. Pero el atentado más espectacular fue, sin duda, el ocurrido el 20 de julio de 1944. El descontento había calado entre algunos dirigentes nazis, que habían creado un núcleo de cons- piración que iba creciendo según avanzaba la contienda. Entre ellos se encontraban Beck, Von Witzleben, Olbrichit, Van Hase... En el verano de 1944, los conspiradores llegaron a un acuerdo para establecer el futuro Gobierno de Alemania con Goerdeler como nuevo canciller y Beck como jefe de Estado. Una vez asesinado Hitler se pondría en marcha la Operación Walkiria unas maniobras de defensa de Berlín contra el enemigo que, en reaüdad, pretendían hacerse con el control de la capital. El 22 de julio de 1944, el Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas llegó a Prusia Oriental, cerca de Rastenburg. A la sede del mando se le llamaba Guarida del lobo Cuando Hitler entró en la sala, el general Heusinger inició su ¿iforme. Unos minutos más tarde, llegó el coronel Klaus Schenk von Stauffenberg con xma gran cartera negra bajo el brazo. El mariscal de campo Keitel le presentó a Hitler y éste le miró sin saludarle. Heusinger continuó- hablando y nadie se percató de que Stauffenberg había colocado su cartera debajo de la mesa, unos dos metros a la derecha de Hitler, y luego había saüdo. Exactamente a las 12,42 explotó la bomba y Stauffenberg huyó hacia Berlín convencido de la muerte del führer. Pero la reaüdad era otra. Hitler sobrevivió a once conspiraciones El historiador jesuíta Peter Gumpel, uno de los que mejor conocen la vida de Pío XII por ser relator de su causa de beatificación, reveló que el Papa apoyó activamente el plan del jefe del Estado mayor alemán, general Ludwig Beck, y otros militares disidentes para eliminar físicamente a Adolf Hitler o bien encerrarlo en un manicomio. La cúpula militar se daba cuenta de que Hitler llevaría elpaís a la catástrofe con sus planes megalómanos de atacar al resto de las potencias europeas. La mediación del Papa refleja no sólo su ansia de paz sino también el respaldo al proyecto de tiranicidio. En enero o febrero de 1940, a través del prestigioso abogado Joseph Mueller, el general Beck se puso en contacto con Pío XH para pedirle que preguntase al Gobierno de Londres si estaría dispuesto a concluir una paz honrosa con Alemania una vez que eUos se deshicieran del führer. El Papa transmitió la propuesta, pero Londres insistió en conocer la lista de los generales conjurados, detalle que el Pontífice consideraba demasiado peligroso y se negó a revelar. En consecuencia, los británicos interrumpieron los contactos y la guerra siguió su curso. Según Peter Gumpel, algunos han dudado de la veracidad del episodio, pero yo he descubierto pruebas muy interesantes en los archivos del Foreign Office en Londres El historiador jesuíta, protago- Pío XII salvó la vida a miles de judíos al pedir que se aplace cincuenta años para la beatificación- respondió ayer que no queremos discutir los argumentos del padre Gumpel, pero la beatificación es mejor esperar a que se cierren todas las heridas de la historia Aunque Pío Xll salvo la vida a 800.000 judíos, algunas organizaciones insisten en que podía haber hecho más condenando en público la persecución nazi. La embajada israeh pidió de nuevo la apertura de los archivos vaticanos del periodo de la Segunda Guerra Mundial. La Santa Sede no puede hacer púbUcos todos los documentos de esos años, pero ha seleccionado todos los referentes al conflicto y los ha publicado. nista de un largo debate con quienes acusan a Pío Xn de falta de vigor frente al nazismo, añadió que en mayo de 1940 el Pontífice comunicó secretamente a los embajadores de Francia y Gran Bretaña ante la Santa Sede la fecha en que los alemanes desencadenarían su ofensiva en el frente occidental. Esta segunda intervención, descubierta gracias a un documento encontrado en la embajada francesa en Roma, supone otro elemento más para que cesen los ataques injustificados contra la memoria del Papa PaceUi. La embajada israelí ante la Santa Sede, -que desató ima polémica el pasado mes de noviembre Por centímetros Hitler salió cojeando hacia la puerta ayudado por Keitel. Tenía la cara negra por el humo y los pantalones hechos jirones. Al- guien, por casualidad, le había salvado la vida desplazando con el pie la fatídica maleta unos metros. De las 24 personas que estaban en la sala, cuatro murieron en el acto, dos residtaron gravemente heridas y el resto sufrió contusiones y heridas leves. Con la Uegada de Stauffenberg a Berlín se recibe la noticia del fracaso del atentado. Inmediatamente Goebbels se hace con el control e impide cualquier maniobra extraoficial. Ese mismo día serán ejecutados Stauffenberg y Olbricht. Las represalias no habían hecho más que comenzar y alcazaron toda su virulencia en las semanas siguientes. Hitler ya nunca fue el mismo. Acotación Sobre el tiranicidio Pío x n no sólo no guardó un silencio cómphce sobre las atrocidades nazis, sino que, al parecer, apoyó una conspiración para eliminar a Hitler. Al hacerlo, tendría sin duda en mente la doctrina del tiranicidio y de la guerra justa. La defensa de la Ucitud de que cualquier ciudadano diera muerte al tirano fue muy minoritaria en la doctrina clásica. Era la tesis de Juan de Saüsbury y, entre nosotros, del Padre Mariana, y aún proscribían el uso de procedimientos alevosos, como el envenenamiento. Pero no fue el caso de Tomás de Aquino, quien sólo justificaba la muerte del tirano en caso de levantamiento armado del pueblo contra una tiranía insoportable y siempre que de ello no se derivaran males mayores. El tiranicidio otorga a cualquier ciudadano el derecho sobre la vida de quien detenta el poder. Contra la tiranía- sea de Hitler, de Sadam o de MUósevic- pueden ser hcitas la rebeñón y la guerra Qusta) no el tiranicidio. Ignacio SÁNCHEZ CÁMARA -i. izís: xss: r

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