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ABC MADRID 02-06-1997 página 62
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ABC MADRID 02-06-1997 página 62

  • EdiciónABC, MADRID
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62 ABC CULTURA Discurso de Ignacio Bosque LUNES 2- 6- 97 No hay mejor escuela que aquella en rENORES Académicos: Decía don Francisco de Quevedo que las palabras son como las monedas: a veces, una vale tanto como muchas y, en ocasiones, muchas sumadas no alcanzan lo que una sola. Mi profunda gratitud a la Academia por, el gran honor que me hace al 11 a. marme a colaborar en sus tareas no se expresaría mejor sumando muchas palabras que empleando una sola, tan gastada por el uso y la costumbre como llena de valor y sentimiento: Gracias. Gracias por haber valorado el entusiasmo que siempre he puesto en mi trabajo como si fuera un mérito; por haber interpretado tan generosamente mis ganas de aprender, como si los intentos fueran logros y la ilusión fuera fruto. Junto con mi agradecimiento, manifiesto mi disposición a contribuir en lo que pueda a los proyectos de la Academia para los que se pida md colaboración. Podrá fallar, y fallará, mi capacidad, pero al menos no será mi ánimo el que desfallezca. Soy sincero al declarar que no sólo agradezco mi nombramiento por el honor mismo que supone. Nunca he sido muy amigo de pompas y ceremonias, y no puedo dejar de sentirme un poco extraño encajado en esta para mí tan inusitada vestimenta. Mi agradecimierito a la Academia es si cabe mayor porque no hay mejor escuela que aquella n la que los maestros son los compañeros. Mi gratitud es, por tanto, un poco egoísta: frente a todas las incertidumbres de las tareas futuras, yo ya tengo en este preciso momento la plena conciencia de lo mucho que aquí puedo aprender. El campo en el que trabajo es el de la gramática española, terreno adusto y desabrido para muchos, y simplemente ajeno para la mayoría. No es fácil expUcar al que se ocupa de otros menesteres cómo ven la lengua los estudiosos de la gramática. Aquellos entre los que me escuchan que habiten territorios cercanos no necesitarán ninguna explicación. Sin embargo, no creo exagerar al intuir que los gramáticos despiertan. en otros un cierto recelo, a veces incluso entre personas que poseen alguna relación profesional con el idioma Tanto si prevalece en nuestro ánimo la imagen del dedo inquisitorial del policía, como si nos viene a la cabeza la del elucubrador, será fácil convenir en que ambas tienen un punto en común: en las dos imágenes se ve al gramático como un buscador I JA J. I. J... En la presidencia, Laín Entralgo, Lázaro Carreter, Tejerina, Martín Municio y García de la Concha de inútiles complejidades. En un caso, porque pareciera que se interpone entre la gente y su forma espontánea de expresarse; en el otro, porque da la impresión de que nos quiere hacer cómplices de su mundo imaginario de conceptos y términos abstrüsos, o que pretende hacemos volar sin red en su trapecio de altas y alejadas ideas La gramática no puede ser atractiva si la presentamos como una tarea rutinaria que consiste en poner nombres a las palabras y a las oraciones; una tarea parecida a la de clasificar los libros que se reciben en las librerías en lugar de leerlos, o a la de etiquetar los productos en lOs supermercados, en lugar de analizarlos o consumirlos. Tampoco lo será si la mostramos como una más de esas obligaciones, engorrosas pero necesarias, que tenemos más o menos asumidas por el hecho de vivir en comunidad. La gramática empieza a ser atractiva cuando nuestra lengua cotidiana deja de ser objeto de obligación para serlo de reflexión; cuando nuestro objetivo no es regularla, sino entenderla; cuando nos damos cuenta de que nuestra inquietud por el idioma representa ima pequeña parcela de la aventura infinita del conocimiento. El trabajo gramatical es un guiso que se cuece con varios ingredientes. El gramático necesita armarse de una teoría- sea determinista o indeterminista- y asumir, en la medida en que ésta lo permita, los riesgos naturales del trabajo científico, especialmente las refutaciones y las críticas, que resultarán imprescindibles si desea hacer cada vez más consistentes sus propuestas sobre la naturaleza del idioma. El segundo ingrediente del guiso es la observación atenta. Es imprescindible aprender a observar. Desde luego, no se aprende a observar murando más tiempo el objeto. Se aprende a observar preguntándose qué cabe esperar de él a partir de lo que sabemos sobre el sistema al que pertenece. El último ingrediente es, en reahdad, un condimento, y no todos los cocineros lo recomiendan: no está de más añadir una brizna de distanciamiento, incluso a veces una pizca de escepticismo. Es lo que nos permitirá no sólo relativizar los descubrimientos con relación al momento o al instrumental, sino también vincularlos con los que se hacen desde otros puntos de vista o con los que se hicieron hace años usando quizá otras unidades. Como en cualquier guiso, la proporción de los ingredientes ha de ser la adecuada Intentaré mostrar, aunque sea tosca y vagamente, qué mueve el interés de los gramáticos, cómo son sus re- Vista general del estrado durante la ceremonia de ayer

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