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ABC MADRID 12-11-1991 página 20
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ABC MADRID 12-11-1991 página 20

  • EdiciónABC, MADRID
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20 A B C OPINIÓN MARTES 12- 11- 91 Panorama ERRORES K ARL Popper volvió a darnos una lección de realismo, y a su encuentro asistieron ciento cincuenta personas. Karl Popper, para quien no lo sepa, es un viejo sabio como los que ya no quedan. Lo bueno sería que no fuera tan sabio ni tan viejo y que en vez de asistir ciento cincuenta personas al acto, se congregaran cien mil en un estadio de fútbol, como en los mítines y discursos de los popes de la cultura de los sesenta. Así estarían contentos los comentaristas y los amantes de la filosofía; así este mundo no sería el que es y los amantes del otro mundo, del más allá, estarían contentos. Si Karl Popper no fuera quien es y esta ciudad fuera de otra manera, si todo fuera distinto y cada una de las partes de ese todo intercambiables, si el mundo pudiera girar al revés y los seres humanos mereciéramos algún tipo de respeto, entonces los que sufren por un mundo mejor estarían más contentos. Pero es que Karl Popper nunca arrastrará masas, y eso por sí solo es ya una garantía. Que a los comentaristas de turno les parezca pobre la asistencia es algo de esperar, porque los comentaristas de turno siempre se sorprenden, y siempre con renovada intensidad, del absoluto desinterés del gran público por la filosofía. Pero es que- l o dice el venerable- la idea en sus entrañas alberga un error. Y el error es pensar que al venerable se le puede divulgar y aproximar al gran público, cuando lo que siempre ha funcionado y bien, es la transmisión del saber por debajo de las mesas, y la técnica del despiste sistemático que mantenga a salvo las pocas verdades que quedan. ¿Qué es la Universidad más que la perfecta encubridora del saber? ¿De qué órganos se vale el Estado para preservar el conocimiento de la chusma? Y si a Karl Popper no van más que cien, que a nadie le quepa duda de que así tiene que ser, que megafonía y unidades móviles y televisiones y radios hay de sobra en esta ciudad para difundir el nombre de Karl Popper, ese viejo trompetista, por todos los hogares españoles. Lo que pasa es que es viejo y sabio y eso no tiene ningún interés. Y al venerable oculista, a estas alturas del siglo, lo que le conviene es mucha tranquilidad, reposo absoluto y ciento cincuenta personas a sus pies, que no es poco, que de verdad que no es nada poco, que en el fondo es un éxito, y eso lo sabe mejor que nadie el ¡mbatible ex pugilista que se acuerda de haber luchado en cuadriláteros vacíos sin la asistencia siquiera del contrincante, sin una botella ni una toalla a mano para secarse y tirarla. Para que ahora venga nadie reclamando a las masas, metiendo invitaciones por los buzones y anunciándote por el mismo megáfono que Rubí o Gorbachov. Duro con ellos, Popy, que no tienen ni idea. Y eso es lo peor, Popy, que donde no hay ¡dea no hay error. Luisa CASTRO Comentarios liberales EL FELIPISMO ES GUERRA E NTRE los pocos felipistas inteligentes que van quedando se contemplan con horror las actividades últimas de Alfonso Guerra, y no por lo que tienen de suicidio político, de daño a un partido que saldrá ganando cuando expulse a Guerra, sino por lo que esos alardes tienen de homicidio político, porque muestran la auténtica cara del partido que nos manda desde hace más de nueve años. Cuando ahora Guerra da el mitin, solo o con un coro de matildes, no nos dice nada de él que no sepamos: un demagogo más que se hunde en las arenas movedizas de la corrupción. Pero el hecho de que esté aún ahí, y que Felipe González le siga llamando amigo en público, significan también que la corrupción no es algo que afecte sólo a Guerra, sino a todo el conglomerado político que hasta- hace poco pastoreaba a guijarrazo limpio. Cuando, contra toda evidencia, González da órdenes de actuar como si Guerra no hablara pestes de él, e incluso consigue que un parlanchín inmortalizado ya con el premio Ondas, Chiqui Benegas, asegure que el antiguo Vicetodo, el Semidiós, no ha dicho lo que todos sabemos que ha dicho, el que queda peor no es Guerra, sino el propio González. Porque esa forma de actuar es la típica del felipismo, y que sea Guerra el afectado por la ley del silencio demuestra que el conflicto del despachado no es sino la expresión del felipismo al máximo nivel. El primer felipista es, sin duda, Felipe González, pero el felipista puro, el que encarna como nadie las características de la secta, es Alfonso Guerra. Y no sólo por haber desempeñado durante siete años en el partido y en el Gobierno funciones de la máxima responsabilidad, siendo tan culpable como González de todos los males que ahora denuncia, sino porque en su descarada demagogia, en su apelación a los peores instintos de la plebe, en el camuflaje de la búsqueda del poder a cualquier precio, en el uso de la mentira como instrumento esencial de la acción política, en su degradación de la vida pública mediante el insulto al adversario, la persecución del disidente y la corrupción generalizada se puede contemplar no una caricatura del felipismo, sino lo que realmente es. Matilde, Rodríguez Ibarra, Benegas, Serra, Leguina y el propio Solchaga no son sino variaciones sobre un mismo tema. Y el tema es la marcha fúnebre del socialismo español, del maestro González Márquez. Tampoco es casualidad que Guerra apunte al poder del dinero en el PSOE. ¡Si lo sabrá él! Lo que lamenta es que por la historia de Mienmano, que también conocía perfectamente la plana mayor del PSOE sevillano y monclovita, se acabe perdiendo esa orgía de comisiones ilegales que aflora inequívocamente en el escándalo de Filesa, Malesa y Time Export. En un partido donde se perciben comisiones millonarias de los Bancos más solventes está claro el poder del dinero. Pero no del dinero en el PSOE, sino del PSOE en el dinero. Ese fructuoso intercambio de acciones cuesta mucho abandonarlo. A Guerra como a los demás. Federico JIMÉNEZ LOSANTOS ¿BUSCA TRABAJO? Encuéntrelo en la Sección de Anuncios por Palabras de ABC,

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