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ABC MADRID 13-05-1988 página 3
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ABC MADRID 13-05-1988 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 13 DE MAYO DE 1988 1 ABC faltado en otros países, incluso europeos, a los que nunca se les atribuye, pero en el presente la pobreza española es mucho menor que en otras épocas, y existen posibilidades reales de que se supere enteramente, aunque estemos lejos de la opulencia. La cuestión que habría que plantear es si se hace lo necesario para que la situación económica mejore realmente, si no se hacen muchas cosas que lejos de ello comprometen, la relativa prosperidad de que gozamos. Habría que tener clara conciencia de las destrucciones de riqueza que se cometen deliberadamente, del deficiente aprovechamiento del. rendimiento, de la disminución del trabajo y de su eficacia, de la resignación generalizada a que marche mal lo que podría funcionar bien, desde el correo hasta la educación y la justicia. Habría que preguntarse- y responder con rigor- si favorece a la economía nacional o a una forma de partidismo una política fiscal que esquilma a los ciudadanos sin compensación perceptible. Se está produciendo algo particularmente grave: lo que podríamos llamar el pesimismo cultural Cada vez que se hace una exposición retrospectiva, que se lanza una mirada a lo que en España se ha creado, sobre todo en pintura y arquitectura, también, aunque con más dificultades, en otros campos, la respuesta suele ser el asombro. Pero en cuanto nos acercamos al presente, el desdén o el silencio se difunden sobre casi todo lo que se ha producido o se está haciendo en nuestro país. Y si no fuera más que esto, no sería lo más grave: la superficie de lo que se ve, lo que circula como nuestra realidad, es en alta proporción de mínimo valor. Se llega a pensar: No hay más que esto Y la consecuencia inevitable es, una vez más, la resignación y el desaliento. Lo que más me preocupa es la falta de ambición que está dominando España. El que se piense que nada vale la pena, que no es menester conocer, poseer, aquello que somos, conduce a la actitud de que da lo mismo de que no hay que esforzarse por conseguir que las cosas se hagan bien. Adviértase que lo peor no es la falta de crítica de los demás, sino la ausencia de ambición propia, de exigencia de hacer las cosas lo mejor posible y también, aunque secundariamente, de exigirlo a, ios otros. No hay nada más importante en un país que la conciencia ciara de las calidades, de su ordenación jerárquica, des- REDA C C I ON ADMINISTRACIÓN TALLERES- SERRANO, 61 28006- MADRID FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA N la época en que parecería justificado que la vida española se dilatara, que se sintiera una enérgica y modesta ambición nacional, España se va encogiendo, va aceptando la mediocridad en casi todo, se va resignando a sentirse como un país de segunda clase, acaso de tercera. Es el medio más seguro de llegar a serlo, y es lo que, sin duda, muchos desean. Pero dudo que ese sea el verdadero sentir de la inmensa mayoría de los españoles, y, sobre todo, estoy seguro de que eso no corresponde ni de lejos a la realidad. La historia de España es no sólo una de las más ilustres y creadoras del mundo, sino también de las más inteligibles y coherentes, como mostré hace algún tiempo con bastante detalle y justificación. Bastaría el hecho de que exista un continente marcado indeleblemente por España, que en su mayor parte tiene su misma lengua como propia, en que las formas de la vida reflejan. las consecuencias del injerto español iniciado hace medio milenio, para que fuera evidente la fecundidad histórica de España. E EL NIVEL DE LA ASPIRACIÓN Pero además, y dentro de nuestro propio territorio actual- y no se olvide que durante más de tres siglos éste no era más que una parte menor de la Monarquía hispánica en los dos hemisferios- el patrimonio acumulado desde la romanización hasta hoy figura en primera línea entre las naciones europeas. Y si se desdeña el pasado, el más grave error que puede cometer un pueblo, bastaría tener presente lo que no ha pasado, sino que ha quedado, para sentir a la vez el volumen de nuestras posibilidades y el de nuestra responsabilidad. Es curioso que cuando se advierte el flagrante desconocimiento que la mayoría de los extranjeros tienen de nuestro país, de lo que ha sido y de lo que es, la reacción española suele ser hablar de la marginalidad de España, y no de la ignorancia de los que no conocen lo que habría que conocer, lo que, de tratarse de nosotros respecto de los demás, nos parecería inaceptable y bochornoso. Por otra parte, el proceso eruptivo de nacionalismos internos lleva al desdén por el conjunto, movido por un curioso narcisismo de las partes, dedicadas a ensalzarse una tras otra, con la consecuencia de que esas maravillas, todas juntas, componen una insignificancia lamentable. Me asombra que no haya una reacción- l a mejor, sin duda, sería la risa, tan olvidada- ante esas actitudes monótonamente repetidas. Se da por evidente- e inevitable- la pobreza española; aun en tiempos peores, no ha sido tanta como se dice, ni ha de lo asombroso a lo deleznable. Y esto vale tanto para la calidad de los productos como para la gestión política; lo mismo para el nivel de la docencia que para el del teatro o el cine; para la verdad del pensamiento o la perfección literaria o artística. He recordado muchas veces, hace ya treinta o cuarenta años, que en los primeros quince o veinte años posteriores a la guerra civil el sistema de la estimación vigente entre los españoles era bastante correcto, a pesar de las tortísimas presiones oficiales. Durante ese tiempo la estimación coincidía bastante aproximadamente con la realidad, y se descartaban las construcciones oficiales. Después vinieron presiones más solapadas y sutiles, más eficaces, que han ido haciendo su labor con tenacidad, y se ha llegado a un peligroso nivel de suplantación. España es un país que conserva un alto grado de vitalidad, de sensibilidad, de capacidad creadora. Pero todo ello queda casi siempre limitado a lo estrictamente personal y privado, sin apenas manifestación pública, sin conexiones, sin articulaciones sociales que aseguren la eficacia. Durante los cuarenta años sin política- l o dije muchas veces- no había opinión pública; había innumerables opiniones privadas, políticamente inoperantes. Esa opinión pública se gestó en el año y medio que España tuvo liberalismo sin democracia, sin elecciones, y así se llegó a éstas en estado de serenidad, claridad y cordura. Algo análogo sería menester ahora. Estoy persuadido de las altísimas posibilidades españolas, del espléndido repertorio de ideas originales y rigurosas creadas durante lo que va de siglo, y que en buena parte son superiores a las que circulan por el mundo; me conforta, siempre que la pongo a prueba, la calidad humana media de los españoles. Lo que hace falta es que se exijan lo más posible y lo exijan a los que pretendan orientarlos, administrarlos, gobernarlos. Si se tienden los ojos sobre el horizonte político, abruma la falta de verdadera ambición, la de hacer bien grandes cosas. Algunos consideran su propia mediocridad- que es, no lo olvidemos, una gran fuerza aglutinante- y no ven más allá de ella. Creo que otros tienen más clara visión y una ambición mayor, pero tienden a guardarla para mejor ocasión olvidando que la política no acepta las calendas griegas. Habrá que organizar la ambición responsable; es decir, el sistema de las aspiraciones españolas. Julián MARÍAS de la Real Academia Española

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