ABC MADRID 03-03-1987 página 43
- EdiciónABC, MADRID
- Página43
- Fecha de publicación03/03/1987
- ID0001586996
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MARTES 3- 3: 87- CULTURA -ABC, pág 43 Julio Cano, premio Antonio Ha muerto Jouvenel, pionero Camuñas deArquitectura de la sociología política Una obra caracterizada por su austeridad Madrid. Pedro Corral El arquitecto y urbanista Julio Cano Lasso, madrileño, de sesenta y seis años de edad, ha sido galardonado con el premio Antonio Camuñas de Arquitectura, el más prestigioso de cuantos se conceden en España a la labor de un arquitecto. Creado por la Fundación Antonio Camuñas, el premio cumple su segunda edición. cación al ejercicio profesional, en los que pone de manifiesto su singular modo de combinar lo tradicional y lo moderno. No en vano somos herederos- declaraba Julio Cano- de una gran tradición, de una herencia enorme, y tenemos el deber de transmitirla. Nadie empieza nunca de cero. Una obra sólo se puede realizar en la medida en que el arquitecto es capaz de asumir la herencia de quienes le precedieron, y no se trata únicamente de asumirla, sino también de conocerla y amarla. Entre sus obras más conocidas se encuentran la transformación en hotel del antiguo Hospital Real de Santiago de Compostela, la Central de Comunicaciones por Satélite de Buitrago, las Universidades Laborales de Almería y Orense, y la Facultad de Farmacia de Salamanca. Como arquitecto integral, jamás ha desdeñado ninguna faceta de su profesión, y ha desarrollado también su labor en el campo de la vivienda y de los edificios administrativos. En 1985 obtuvo el primer premio en el concurso para la realización del Auditirio y Palacio de Cultura de Santiago de Compostela. Actualmente trabaja en la restauración del Cuartel del Conde Duque, de Madrid, y en el proyecto de Embajada de España en Londres. El dibujo, al que es muy aficionado, le sirve para abordar la siempre problemática relación entre la arquitectura y el paisaje. Julio Cano nunca proyecta sin antes dibujar el ambiente donde va a construir. La arquitectura- señala el recién premiado- no es un hecho aislado. Aunque sea en el desierto, la obra debe contar con el entorno. Fue un hereje y mártir de su propia tradición París. Juan Pedro Quiñonero Bertrand de Jouvenel, fallecido el domingo en su domicilio, a la edad de ochenta y tres años, había ocupado un puesto muy singular en la historia de la cultura francesa de este siglo, siendo la propia víctima de fantasmas y tentaciones juveniles, que su obra posterior, aunque barrió, no consiguió destruir definitivamente. Históricamente, Jouvenel ocupa un puesto paralelo al de Raymond Aron. Se trata, igualmente, de un precursor en varias disciplinas: sociología, economía comparada, análisis del Estado, sociología de las organizaciones políticas. Muy al contrario de Aron, sus compromisos políticos durante los años treinta lo distanciarán, con frecuencia, de buena parte de la intelligentsia francesa de su tiempo. Como Drieu la Rochelle, como Alfred Fabre- Luce, como Paul Marión, Bertrand de Jouvenel se dejó seducir temporalmente por el Partie Populiste Francais (PPF) de Jacques Poriot, tan próximo al fascismo y al nazismo durante los años treinta. Sin duda, Bertrand de Jouvenel rompería con energía de tales tentaciones que, en verdad, están considerablemente al margen de toda su obra. Sin embargo, el aura el fantasma de esos años deberá perseguirlo, con frecuencia, injustamente. Jouvenel pertenece a una especie muy particular de intelectuales franceses, como Peguy, Alain, como Julián Benda, como el mismo Aron, que se lanzan al combate cultural con las armas de la filosofía y el ensayo literario, y, con frecuencia (en el caso de Aron y Jouvenel) deberán romper con esa tradición puramente literaria, para desembocar en el análisis histórico, la sociología, el análisis del Estado, la sociología contemporánea. En ese terreno, Jouvenel fue un pionero original y apreciado. Sus textos sobre el Estado se incluyen en la gran tradición liberal que intenta desmontar el gran Leviatán de Hobbes. Sin embargo, la misma originalidad de Jouvenel lo convirtió, finalmente, en Julio Cano Julio Cano Lasso, nacido en Madrid el 30 de octubre de 1920, es considerado uno de los arquitectos españoles más característicos de los últimos tiempos. La variada y prolífica obra de Julio Cano sobresale por su sencillez y austeridad, dentro de una línea de renovación que no olvida la herencia del pasado según dijo el arquitecto Fernando Chueca Goitia, que presidía el jurado que ha otorgado el premio, y del que formaban parte Rafael Lahoz, Alejandro de la Sota, José Luis Pinillos y José Antonio Torroja. El galardonado se encontraba a primeras horas de la tarde de ayer en su domicilio particular, celebrando en la intimidad familiar el premio que le ha sido concedido por su larga y brillante trayectoria como arquitecto y urbanista. En sus primeras declaraciones, Julio Cano confesaba a ABC su satisfacción por el galardón: Es un importante reconocimiento a una trayectoria vital, pero en mi caso esa trayectoria es la normal de cualquier profesional que se entrega a su labor con delectación, entusiasmo y, claro está, con sacrificio. Su vida profesional, cuajada de premios, comienza en 1949, cuando obtiene su titulación de arquitecto con premio extraordinario por la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid. Tras nueve años como profesor de Proyectos en esa misma Escuela- por donde han pasado ya tres de sus ocho hijos- se abre en su biografía un dilatado período de más de treinta años de dedi- Bertrand de Jouvenel un hereje y un mártir de su propia tradición. Las tradiciones estrictamente conservadoras lo contemplan con reservas apenas disimuladas: su apasionamiento, su turbulencia espiritual, lo convierten en un aliado molesto, en un hereje que es preferible condenar al purgatorio de la ignorancia. Las tradiciones socializantes pueden respetar su independencia de criterio, su crítica del tradicionalismo convencional; pero, en definitiva, no pueden ni desean comprender a un crítico del Estado que atenta contra todas las tentaciones de poder burocrático. Las tradiciones liberales pueden hacer suyas la crítica del Estado, la crítica de los modelos burocráticos, sus aspiraciones a la libertad. Pero, en definitiva, Jouvenel inquieta, es un marginal difícilmente controlable, que es preferible abandonar a su incierta suerte. Sus errores y tentaciones de juventud lo persiguieron con una ferocidad excesiva. Cuando su obra comenzó a borrar tales huellas nefandas, su independencia y originalidad intelectual lo condenaron a una suerte de exilio interior permanente. Con su muerte, Francia y la cultura europea pierden a un hombre que tuvo la honradez de confesar sus errores y construir una obra considerable no exenta del rigor implacable de los renovadores. NO ES OPTIMISMO GRATUITO, SINO LÓGICA CONCATENACIÓN Cuando alguien odia tanto como odio yo a los extraterrestres, ¿qué enfermedades puede haber, accidentes corporales, terrores nocturnos o sinuoso insinuarse del hastío que acaben con él? Morir un ser así, inimaginable. Julio CERÓN