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ABC MADRID 19-04-1985 página 27
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ABC MADRID 19-04-1985 página 27

  • EdiciónABC, MADRID
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VIERNES 19- 4- 85 ACE muchos años, tres jóvenes escritores iberoamericanos: Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier y yo, acostumbrábamos reunimos frecuentemente en el café La Coupole, de París. No lejos de nuestra mesa solía sentarse solitario, ensimismado, tomando su pernod blancuzco, descuidado de aspecto, pero de un rostro agradable e inteligente, el escritor ruso llya Ehrenburg. Era la hora del primer Plan Quinquenal y de la afirmación del poder creciente de Stalin. Trotsky era un desterrado que recorría el mundo lanzando sus trágicas denuncias del régimen soviético. Era también el tiempo en que, frente al surgimiento del fascismo, los simpatizantes de la Unión Soviética multiplicaban manifestaciones, congresos y protestas. Nunca llegamos a hablarle, pero lo observábamos con interés porque sabíamos quién era aquel hombre singular y conocíamos su contradictoria leyenda. Nos atraía hacia él la lectura de su primera y acaso mejor novela: Las aventuras de Julio Jurenito y sus discípulos Jurenito era un personaje mexicano que, en medio de los azares de una picaresca intelectual y política, forma una secta cuyo principal propósito es destruir la cultura occidental. Se decía, y tal vez no sin razón, que el modelo del personaje era Diego Rivera. Sin embargo, no nos parecía muy empeñado en destruir aquella cultura ese hombre que parecía tan decididamente incorporado a ella, a su ambiente y a sus peculiaridades. Había sido amigo de los cubistas y de los surrealistas, de Apollinaire y de Picasso, de Max Jacob y de Modigliani. Pertenecía plenamente a lo que podía llamarse entonces la vida literaria de París, con frecuencia apare- TRIBUNA ABIERTA ABC, póg. 27 H EHRENBURG, EL SOBREVIVIENTE Por Arturo cían traducciones francesas de sus muchos libros. Más que como gran escritor, que acaso no lo era, atraía como personaje extraño. Era una contradicción viviente y un enigma. Parecía un desterrado disidente y, sin embargo, mantenía estrechas y difíciles relaciones con el Politburó de Moscú. De vez en cuando le negaban la publicación de un libro, pero otras veces le colmaban de elogios y recompensas y llegaron a designarlo corresponsal del diario Izvestia en París. En torno a esta figura, tan representativa de un tiempo de encontradas lealtades y tan misteriosa en su definición, acaba de aparecer un libro en inglés cuyo título traducido es llya Ehrenburg: revolucionario, novelista, poeta, corresponsal de guerra y propagandista Como subtítulo añade La extraordinaria epopeya de sobreviviente ruso El autor, ya desaparecido, es el periodista británico Anatol Goldberg. Sobreviviente es la palabra que lo define a la perfección, y en esa difícil hazaña reside su originalidad y su atractivo. ¿Cómo pudo un escritor, que nunca cesó de expresarse en todas las formas, atravesar indemne un tiempo tan conflictivo y trágico como el que vivieron los escritores rusos desde Lenin y Trotsky, la guerra civil, el surgimiento de Stalin, las purgas, las persecuciones contra los intelectuales más destacados? No es fácil responder, ni menos dar una explicación clara de esa rara hazaña. Podía haber sido un oportunista flexible, un saltabarreras ideológico, pero no lo fue. Conservó el respeto y hasta la simpatía de los que se fueron de Rusia, como la de los que se quedaron en ella, sin llegar nunca a ser un disidente; tampoco fue un turiferario. La suerte de sus compañeros fue, en geneUSLAR PIETRI ral, trágica; muchos fueron silenciados o perecieron; otros renunciaron a su país y se refugiaron en Occidente. Algunos se suicidaron. La suya era la generación de algunos de los más grandes escritores rusos: Pilniak, Zamyatin, Essein, Mayakowski, Mandelstan y Bebel, entre otros. Logró salvarse del doloroso sino de éstos y conservar, sin embargo, el aprecio de muchos. La propia Nadejda Mendelstan escribió de él: Siempre fue el caso único entre los escritores soviéticos y el único con el que mantuve relaciones a través de todos esos años. Ver perecer a muchos de sus compañeros, asistir a las grandes purgas estalinianas, presenciar impasible el juicio atroz de su viejo protector y amigo, Nicolás Bujarin; vivir en Occidente desde 1921 hasta el comienzo de la segunda guerra mundial y haber logrado, al mismo tiempo, mantener una posición ventajosa dentro del régimen soviético, es casi inexplicable y da pie para todas las suposiciones imaginables. Se le sospechaba de insincero o de ambivalente, de acomodaticio o de mala fe, pero el hecho cierto es que logró atravesar todas esas tormentas mortales y terminar su vida en Rusia, lleno de honores y privilegios antes, durante y después de Stalin. No hay otro caso similar entre los escritores rusos de este tiempo. Unos emigraron o se silenciaron, otros se convirtieron en simples y dóciles propagandistas de la situación; tan sólo Ehrenburg logró atravesar, sin grave daño, semejante época de peligros. Tal vez como escritor no se le haya de recordar por mucho tiempo, pero sí, desde luego, como ejemplar único y misterioso de esa rara especie que es la de los sobrevivientes. A edad humana se redondea en sus cifras capitales, década a década, cero a cero. Según los pesimistas, cada uno de esos círculos anuncia que el vivir va estrechándose, mientras que los consoladores aseguran que en esas cotas se produce una distinta clase de plenitud, un sabor novedoso y, por descontado, irrepetible, hasta el punto de que parece que la vida recomienza. Quien no desee ceñirse a esa figuración, impregnada de verdad, mal lo pasa. Después de todo, la segunda hipótesis es aceptable, al menos en el tramo ascendente. Respecto al otro, las opiniones andan muy divididas. No hay duda de que jubilación viene dejúbilo, ya que el trabajo es una condena divina (el sudor bíblico) y, por tanto, la llegada al término de la tarea no debería ser un revés. Y hay ejemplos estimulantes de lo contrario: el albañil que ha obtenido su doctorado en Granada fionorís causa muy justo) los viejos que descubren el amor o la pintura, etcétera. L Lo que ocurre es que, en esas lindes postrimeras, falta, por lo común, el sentido filosófico para aceptar la inminencia del fin. La costumbre consiste en rebelarse contra tan dura circunstancia, y en la lógica actitud in- cia, inadvertida antes de la crisis, estoy seguro de que se incorporará a la literatura Por Luis JIMÉNEZ MARTOS contemporánea (en la sociología ya tiene un puesto clave) porque su testimonio no puede fluye el asunto de las pensiones. El Poder ser eludido a los que vengan después. maneja argumentos, de aplicación futura, dice, para reducirlas. Hoy mismo acorta el A medias del rumbo entre dos edades culmomento del cese obligatorio de los funcionaminatorias, el prejubilado (oficialmente exrios. E júbilo sufre acosos, aunque los recurcluido de la relación laboral de los que bussos de la naturaleza para resistir ese embate, can ocuparse) halla que ni es ni no es; se como si no fuera suficiente el declive físico, apoya en su prefijo flamante como una fronson extraordinarios. Junto al castillo de Elsi- tera: la que se extiende entre el país de la nor, donde Hamlet se preguntaba por la vida marginación y el del acabóse (más acabóse) y la muerte, entré en una residencia de an- Le han convertido en cesante sui generís (y cianos, que lleva su nombre, y allí la atmós- esto de cesante suena a decimonónico en la fera de gozo era semejante al de la feria de proximidad del siglo XXI) Cuando escuche o Sevilla. No hacía falta preguntar por los ingre- lea la cifra millonaria de los brazos caídos, sos. puede decir: Yo no soy de ésos. Es otra cosa: una figura original, flotante, indetermiAcaba de surgir entre nosotros una nueva nada; una entelequia, un invento para que, modalidad: el prejubilado. Dícese de quien en teoría, pese un poco menos la carga cumplió los cincuenta y uno y aún figura en la desoladora y acusadora. lista de la Oficina de Empleo (o sea, del Al prejubilado le es posible prepararse para Desempleo) que es como la de los caídos en ese día en que elpre se le desprenda. Hasta la guerra, sólo que sin condecoraciones. La hace poco, este deseo resultaba inconcebiOficina de Empleo se parece al ancestral ble. Ha muerto un prejubilado amigo mío; y Oráculo de Delfos, donde interrogaban al unos minutos antes de entrar en coma se le Destino. Resulta reminiscente de la tragedia oyó decir: ¡Qué lástima! con lo cerca que griega con algo arnichesco. Esta dependen- estaba de la absoluta. EL PREJUBILAOQ

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