ABC MADRID 07-07-1984 página 53
- EdiciónABC, MADRID
- Página53
- Fecha de publicación07/07/1984
- ID0001474296
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7- julio- 1984 Reportaje SÁBADO CULTURAL Poesía ABC XI Alá es grande. Encuentros con larevolución islámica Peter Scholl- Latour Ed. Planeta Barcelona, 1984. 464 págs. Peter Scholl- Latour es uno de los periodistas alemanes más conocidos fuera de su país y, según pintoresca nota biográfica incluida en la solapa de este libro, uno de los mejores pagados. Ignoro si guardan relación directa sus emolumentosvsu popularidad y su competencia: es probable, aunque no seguro. Durante treinta años Scholl- Latour cubrió para una de las cadenas de la televisión alemanas los llamados puntos calientes de la escena mundial. Ya se sabe, Vietnarr Oriente Medio, la descolonización africana, etcétera. Y de estos periplos mas o menos arriesgados salieron también libros de reportaje, alguno de los cuales, como La muerte en el arrozal sobre la guerra vietnamita (publicado también por Editorial Planeta con gran éxito) se convirtió en eso que suele llamarse un best- seller Scholl- Latour sabe, según las apariencias, fabricar best- sellers Su obra recién traducida- Alá es grande -encabeza desde hace más de un año la lista de los libros más vendidos én la RFG. El paño de este libro de Scholl- Latour es defectuoso. El arca editorial en que se presenta, de primera calidad. Scholl asume el llamado renacimiento islámico mediante la recopilación de una serie de reportajes de diferente factura, intención y fecha sobre países tan distintos- ¡y tan distantes! esta vez, asícorno Afganistán, Marruecos, Filipinas o Turquía. Sin demasiado orden ni concierto pasan a través de las páginas de este mamotreto (casi 500 páginas de letra pequeña) la caída del Trono del Pavo Real (el Sha) yJomeini, la guerra argelina de liberación y la del Sahara, el conflicto de Oriente Medio, los emiratos millonarios y el Trono saudí, Sadat, Nasser, Mubarak, los musulmanes soviéticos, los guerrilleros afganos y otros muchos asuntos de parecido interés. Son descripciones minuciosas, coloristas, aliñadas on diálogos vivos y entrevistas a personalidades mundialmente conocidas, que se leen fácilmente y donde se encuentran no pocas claves- aunque, ¡ay! casi siempre superficiales- -de los acontecimientos y algún que otro error de bulto. El problema estriba en que al final de este largo recorrido por países, guerras, revoluciones, complots populares y palaciegos, el lector se encuentra más o menos donde estaba, es decir, en la inopia Para poco le sirvieron estos retratos al minuto de las revoluciones islámicas. El despertar de la ortodoxia musulmana, sus repercusiones en la vida internacional, el presente y el futuro de este fenómeno inesperado en Occidente y defectuosamente comprendido por casi todos, sigue sin aclararse. Un trabajo sistemático, mejor argumentado y planificado hubiera, sin duda, servido para aclararnos el batiburrillo islámico. Scholl- Latour no ha podido o no ha querido hacerlo. Alberto MIGUEZ El diván de la puerta dorada Luisa Futoransky Premio Carmen Conde. Ediciones Torremózas. Madrid, 1984 Hay una poetisa argentina que aparece y desaparece, y aun se eclipsa como un astro: Luisa Futoransky. Nacida én Buenos Aires y viajera por Italia, Norteamérica y el Lejano Oriente, luego de vivir un tiempo en Israel, nos deja en España siempre como sus huelías de residencia un p u ñ a d o de r e p o m pensas: el premio Aljaferia, de Zaragoza, por El n o m b r e de los v i e n t o s el premio Gules, de Valencia, por Partir, digo y ahora el p r e m i o C a r m e n Conde por este inquietante poemario titulado Luisa Futoransky El diván de la puerta dorada Poesía polivalente y memoriosa, en suma, que salvando cualquier peligro de cosmopolitismo, sustancia una personalidad lírica violenta y tierna, temerosa y desolada. A Luisa Futoransky hay que romperle el ticket que la asocia a la poesía argentina de la generación de los sesenta, aunque no al cuadro general de las preocupaciones del continente austral: en el banquete de los humillados u ofendidos se siente injuriada Y esta circunstancia le hace establecer un vínculo sanguíneo entre su vida y su obra. Insolente y desgarrada, no por eso es menos consciente porque se libra de la exacerbación crispada de Alfonsina Storni o del trascendentalismo de Gabriela, entre otras razones porque su feminismo está absolutamente emancipado. Canta la Futoransky desde su mismidad sin otros referentes que la odisea de un ser en el exilio perpetuo de la condición humana, calcificado sin duda por el judaismo, la marginación femenina y la tragedia sociopolítica del siglo XX. Todo elio bien batido por el surrealismo a veces violento, a veces moderado, que es en realidad una permanente llamada al golem Una llamada al misterio, a lo mágico. El diván de la puerta dorada encarna la corriente existencial más visible de la poesía europea de hoy, quizá porque la vida es, en fin de cuentas, para Luisa un asunto doloroso. Y desde luego contradictorio. En esta contradicción de exaltación y melancolía; de gritos y de susurros, levanta la condición de su ser de mujer y la fuerza de su voz. Ante El diván de la puerta dorada libro enumerativo y en ocasiones caótico, hay una constante de zonas oscuras, de obsesiones íntimas, de deseos inconcretos que forman el daguerrotipo dé la autora y que sólo se revela en secuencias, turbulentas o serenas. En líneas generales, Luisa Futoransky se traduce- y se trasluce- mejor erj ios poernas breves y escuetos, en los que cuenta con los datos concretos de ciudades y paisajes. Pero en los poemas densos o en los apuntes realistas siempre le estalla una granada ciega sin piedad, que declara el signo tormentoso de su lírica. La poesía de Luisa Futoransky es el correlato de una vida en apasionado naufragio. Y este libro trata de recomponerla, reutilizando pasiones y emociones perdidas a lo largo de sus cuarenta y cuatro años. Lugares como Mea Shearim, Jerusalén, el faro de San Juan de Acre, Londres lloviendo, el París la nuit o los irupes del Paraná, son las auténticas estaciones de su existencia. El diván de la puerta dorada firmado en Buenos Aires, Roma y París, ofrece el dato aproximado del ¡ter emocional y tránsfuga de la autora. Algo que hace al libro abierto, poroso, contagioso y fecundo, porqué en la boca de la poetisa están todos los caminos de la vida. La sensualidad de El diván de la puerta dorada y su desgarrado vitalismo arranca de este intenso vagabundaje existencia! La Futoransky es a la vez testigo, cómplice y rehén de su tiempo. La propia universalidad de su andadura pone entre el ying y el yang una inmensa ternura, todo el desvalimiento de una persona sensible. La estructura del libro juega muy bien los relevos emocionales en poemas extensos- diríamos que definitorios- como Daguerrotipos de la autora Tiempo tormentoso Descripción de un torneo y Cuarentena de la dama Casandra, veinte años después, tus ojos son como tigres etcétera. En ocasiones, tocados de cierta sarga aluvional y onírica. Pero también en las composiciones breves, casi hai- kais o tankas como Jerusalem, una copa de vértigo Londres a primera vista Talión style Escribir diría Dúo Buenos deseos en contrapunto adecuado. Hay una verdad que señalar, y es la belleza de Luisa Futoransky cuando pide la colaboración de sus notas viajeras o el pretexto de las ciudades visitadas, en poemas tan sugerentes, a la vez que exactos, del aire de Avila, tan lejos o Insomnio en la rué Charenton que prueban su deslumbrante poder de invocación Aunque en este libro el denso clima solidario, la exorcización de las obsesiones interiores, se encuentra en poemas salmodiantes como Más Chagall que Chagall Oriental, un día y Ella, la pecadora -acaso el más logrado poema del libro- en el que el recuerdo de Pessoa se imprime en el propio ritmo, en la misma nostalgia. Libro, en suma, este de El diván de la puerta clorada que no descubre todos sus secretos de golpe, que nos oculta todavía algo, porque no en vano cuenta el secreto de una mujer. Por ello se trata de un poemario que no se agota en el nivel de la lectura, sino que percute en el lector con una imantación enimágtica, fulgurante, barroca, exótica incluso, conjuro a la soledad y de la incomunicación. Florencio MARTÍNEZ RUIZ