ABC MADRID 24-04-1981 página 88
- EdiciónABC, MADRID
- Página88
- Fecha de publicación24/04/1981
- ID0001351134
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AL DÍA I ABC 24- IV- 1981 E! mayor show de rock and roll del mundo Bruce Springsteen, el retorno de los héroes Tomás Cuesta (BARCELONA) Es como ¡un toro te cogiese así, entre sus cuernos, y te llevase así, como en volandas, y te arrebatase el aliento sin herirte y se te tensasen, de pronto, todas las fibras de la espalda. Algo tira de ti desde lo hondo- -desde el sexo, quizá; tal vez desde el estómago- -y Al principio, solo, habitante de un charco de iuz en mitad del escenario tiene un no- sé- qué semejante al de Dylan. Podría ser la armónica o, también, la voz- -descoyuntadas ambas, magníficamente malas- pero hay algo más: un halo indefinible que le abraza y que parece expresar, al mismo tiempo, la fuerza, el poder, y el desamparo. Después, la ilusión se desvanece y un aullido animal, un grito que sólo puede ser producto de la erupción de las entrañas, arrasa: One, two, three, four... No hay pasos intermedios, ni tránsitos. La emoción contenida da pie a la pasión disparatada. Demuéstralo toda la noche. Demuéstralo para tu amor. Demuéstralo para ti mismo. Con ustedes, Bruce Springsteen, el único héroe que ha parido el rock desde que Hendrix murió y los Beatles se divorciaron. El heredero del trono que dejó vacante Elvis. El más intenso de los compositores, el más transido de los cantantes. El más ingenuo, ergo el más libre. El menos mental, ergo el más sabio. Demuéstralo toda la nochs, prove it all night a la segunda canción, Springsteen- The Boss el jefe, q sea, dios para los americanos- -tiene a su público enhebrado. Después son tres horas y media de montaña rusa- -dos horas y cuarenta y seis minutos, descontando retrasos e intermedio- Tres horas y media de subir, vamos, arriba, y subir hasta que la sangre se hace música, ahí, en tus sienes, y se convierte en un golpeteo acompasado. Y luego bajar y bajar hasta que unas manos dulces- -Roy Bittan acariciando las teclas del piano- -te recogen y te vuelven a poner en el disparadero. Hasta que Bruce Springsteen- -pantalones vaqueros, camisa vaquera, botas vaqueras- -se atusa ios rizos empapados que le caen sobre la frente y se limpia el sudor de las patillas y pide silencio: Esta canción es para aquellos que, como mi padre, se han pasado la vida acudiendo a un trabajo que odiaban, haciendo cosas que odiaban y nunca pudieron escoger. Yo le veía a él cuando era un niño. Vosotros tenéis suerte si podéis escoger, si podéis hacer algo por vosotros mismos. Y el silencio es como una alfombra, sobre la cual Springsteen paseara todo el dolor, toda la tristeza de Independence Day, el Día de la Independencia: Bueno, papá, ahora vete a la cama, se está haciendo tarde. No podemos decir nada, nada cambiará ahora te atenaza. Hey, boys, os necesito Y la gente- -las ocho mil personas del Palacio de Deportes de Moníjuich- -te entregaría la piel sin titubeos después de haberle regatado el aima. Todo por volver a sentir esa embestida ciega, ese empellón de vida que te arrastra. Band ataca los primeros compases de Hungry Heart y, sin que Springsteen haya comenzado aún a cantar, un rumor de crecida alborota la sala: Yo tuve mujer e hijos en Baltimore Sack, pero salí a dar un paseo y nunca volví. Soy como un río que no sabe por dónde fluye. Pero todo el mundo tiene un corazón hambriento. Todo el mundo tiene un corazón hambriento... Springsteen duda y, por fin, se quita el micrófono de los labios y lo vuelve hacia el público. Ellos hey, boys, os necesito conocen la canción, que ellos la canten. Luego se les unirá en el estribillo: todo el mundo tiene un corazón hambriento, todo el mundo necesita un lugar para descansar, todo el mundo quiere tener una casa. A nadie le gusta estar solo... ESPIGANDO PERSONAJES ¿Romanticismo barato? Quizá. ¿Clichés made in USA? Seguramente. Pero Springsteen va más allá. El hijo de las aceras va recorriendo la ciudad y espigando personajes. Caracteres confusos, vulgares y grisáceos que alguna vez, en algún momento de su vida, estuvieron en el punto límite, en la línea de sombra que separa a los hombres de los héroes. Pero ellos no son conscientes y su propia aventura les es ajena. Springsteen, como los alquimistas medievales, fuerza la naturaleza y moldea los gestos de una legión de hermosos perdedores con el soplete de las circunstancias: la soledad, el miedo, la alegría, el amor, la impotencia, la desesperanza. El envoltorio es un flash un trozo de vida que sirve, a la vez, de referencia y de paisaje: Tuve, una vez, un trabajo en la construcción para la Johnstown Company, pero después se acabó. Y, ahora, todas esas cosas que parecen tan importantes, weli mister se han desvanecido en el aire. Ahora actuó como no recuerdo haber actuado nunca y Mary actúa como si nada le importase... ¿QUIEN PARARA A LA LLUVIA? Pero no es Dylan. Es algo que viene de más atrás. De Woody Guthrie. Allá por los años treinta hubo hombres que recorrieron mi tierra en busca de la libertad. Esa tierra es mi tierra y la vuestra, la de todos. Springsteen ha vuelto a pedir silencio y el público ha vuelto a obedecerle. Y otra vez, en el silencio, las palabras de This land is your land recuperan su sentido de himno a la libertad, a ese sentimiento que deslumhra cuando anida en el corazón de los humil- Bueno, di adiós, es el Día de la Independencia. Todos los chicos deben partir, o sea, que di adiós, es el Día de la Independencia. Todos los hombres deben hacerse su camino. Ahora las habitaciones están vacías. EL ÁNGEL Y EL DIABLO Springsteen ha dejado que su globo de cristal escape por los aires. Pero no, en el fondo es un mal chico. Hace un guiño, enarbola de nuevo su sonrisa y lo desinfla: Cadillac, Cadillac, largo y oscuro, negro y brillante, abre tu motor... Y se abren, a la vez, las puertas de América. James Dean, conduciendo en aquel Mercury del 49 en la matine de cualquier cine, de cualquier calle 42, de cualquier ciudad, de cualquier Estado. Burt Re ¡nolds en su Trans- Am, ¿qué ha cambiado? El mundo es una inmensa carretera que no conduce a ningún sitio. Y en ella estás tú, perdido en la oscuridad, temiendo que los monstruos de la sombra te devoren. Detrás no hay nada, delante no hay nada; pero si sueñas te convertirás en el protagonista de la película. Llegarás a ser el demiurgo del Gran Sueño del que todos somos víctimas, todos somos héroes, todos somos cómplices. LANCELOT Y GINEBRA Springsteen y Clarence Clemons y Steve Van Zandt y Garry Tallent se ponen en marcha y van hacia delante. Llegan hasta el borde rnismo de la escena y mecen ritualmente sus instrumentos. Todo está mil veces repetido, mil veces ensayado. Pero todo, milagro, es espontáneo. Y por eso, después de tanto andar, después de tantas giras, todavía cabe la sorpresa. Bruce, el Jefe, ha pescado a una muchacha en el mar de brazos que se extienden hacia él y le reclaman. La sube al escenario y la invita a bailar. Ella, alela, y él allí, mirándola. Los músicos ríen, Springsteen sonríe y la muchacha llora incapaz de moverse hasta que él la toma por la cintura y, como un mocetón del Medio Oeste, comienza a dar vueltas y taconazos. En un molinete la chica- -una chica normal y corriente, tan normal y corriente como el propio Springsteen- -deja caer al suelo su rebeca y entonces él, el jefe, hinca la rodilla en tierra y se la ofrece como se la podn a devolver Lancelot a la reina Ginebra. Es el delirio. Después conecta de nuevo su guitarra- -una Fender Esquire la misma, en apariencia, de la portada de Born to Run- -y se dirige otra vez hacia la gente. La E Sfreef