ABC MADRID 18-05-1974 página 138
- EdiciónABC, MADRID
- Página138
- Fecha de publicación18/05/1974
- ID0001098944
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de las que alrededor de ochenta murieron y muchas fueron devoradas. Enviado un regimiento de Dragones para ayudar a los loberos del país a los que se unieron los vecinos con sus jaurías, se consiguió dar muerte a un tobo de notable tamaño: 65 kilogramos; pero la bestia continuó sus fechorías durante algunos meses. Poco después fue cobrado otro enorme lobo y desde entonces no se volvió a oír hablar de muertes por la supuesta alimaña. Pero el doctor Pueoh, que en 1912 abrió de nuevo el dossier comprobó que varios cadáveres de niños y de muchachas habían sido encontrados enteramente desangrados con la garganta cortada limpiamente, sin haber sido devorados ni siquiera parcialmente. No parece, pues, que los lobos agresores actuasen- -ál menos solos- -en la tragedia. Un ser humano- -un sádico sanguinario- -había ejecutado crímenes achacados entonces a los lobos. 1 caso de Allaríz L A mitología celta- germánica en Europa, con la alucinante figura del licántropo (del griego ¡tico lobo, y ántropo hombre) abre las puertas a tía teyenda del hombre- íobo, supuesta mutación que excita no tanto las perversiones dormidas como la imaginación de cazadores, leñadores y campesinos. Con Fetrortio- -mayordomo de entretenimientos de Nerón- en El Satiricón se establece su carácter literario depravado, pero es en Las Walkirias donde esta criatura ambivalente alcanza, entre ¡as deidades del Wa j halla, toda su trágica dimensión. Su influencia traspasa los continentes y bajo la Cruz del Sur en ias noches australes, una copiosa tradición de lobinsones capaces de contagiar a sus víctimas su desdoblamiento de personalidad y de animalidad, se extiende por las tierras sudamericanas. En Japón y en la India la fantasía oróentail presta- estremecedores detalles casos de ilicantropía que, si en rigor científico son de a esquizofrenia disociativa- -delirio zoantrópico con impulso de fuga (dromomanía) seguido a veces de vesania sexual- la superstición no vacWa en calificarlos de maléfica magia; incluso asegura que es índole fataí del séptimo hijo al cua ¡l preceden seis varones. Su ¡inicial difusión euroasrática hace pensar si no sería el íobo, en la aurora cte las sociedades arias, el imotivo de los primitivos tótems indoeuropeos. la boca del lobo son elocuentes metáforas que yendo más tejos de una mera analogía se infiltran- -tal es ía obsesión- en la conciencia de sí mismo en confusa convivencia Los hermanos Rómulo y Remo, fundadores con la bestia. A. Herve dice que ei perro ve en el homde Roma- -sobreviviente el primero en lucha bre otro perro de superior jerarquía: su nafratricida por el dominio del territorio capitotural señor perruno. ¿Identificará el subconslino- Mjos olímpicos de Rhea Silvia y del ciente humano a! lobo como su natural esdios Marte, maman en ias ubres de la loba mítica la esencia de la fuerza, de la seguridad clavo rebelado en fas situaciones límite de y de la tenacidad que son símbolo de la lo- sus padecimientos o de sus pasiones: hamgística mílitap y de la acción política. Toda bre, miedo, crueldad, deseo... Lo cierto es una síntesis de la condición de) lobo es que se han producido enírentamientos en los fielmente asimilada en la bestial Jactancia que la mirada firme del hombre ha conseque habría de nutrir a ha. dinastía dirigente guido hacer retroceder a la fiera y abandonar de la Humanidad como herencia de los dioses. sumisa asta presa de más fácil conquista que Fábulas de Esopo, La Fontaine y Samanie- otras ante las que no titubea en acometer. Ei le impone una forma de respeto que go, narraciones infantiles best seller de to- hombre patente en ¡ó excepcional de casos de se hace dos ios tiempos, en ias que se funde- -y se antropofagia, con frecuencia dudosos por confunde- -el ser racional y el cánido astuto. demás. Prokofteff, con su cuento- poema orquestado Pedro y el lobo introduce a los niños en La bestia de Gevaudan el mundo de la música sinfónica con espectacular éxito aJ que no es ajeno la atracción Es revelador a este respecto el célebre sufascinante de sus personajes. Frases y adagios populares, reflejo de experiencias y de ceso que tuvo por escenario la localidad franconvicciones, dibujan imágenes siempre pre- cesa de Gevaudan en e! departamento de sentes en su transmisión milenaria: hambre Lozére. Entre 1764 y 1767 la bestia de ver las orejas al lobo meterse en Gevaudan atacó a una centena de personas Suplantación de animalidad Al miembro de la Real Academia Gallega Vicente Martínez- Risco se debe la exhumación de la causa seguida por licantropía criminal en el juzgado orens- ano de Allariz a mediados de la pasada centuria; su truculencia apasionó a las gentes e incluso la escasez a la sazón de medios de difusión no impidió su eco en el extranjero. La historia de Manuel Blanco Romasanta, buhonero gallego, reo convicto y confeso de tenebrosos asesinatos- -a quien la voz popular calificara de homo dó unto (sacamantecas) -representa una inédita aportación a los protocolos judiciales; como si el halo imaginativo de la leyenda se hubiera materializado bajo la luz glauca del bosque en la forma atormentada de un hombre ebrio de luna y de sangre. Nacido en 1810 en Riqueiro, a catorce kilómetros de Orense, anduvo, al igual que muchos paisanos suyos, de vendedor ambulante por Cartela y Portugal. En 1843, establecido con sendas tiendas en Pardavé y en Manzanada, tuvo la primera cuestión con la justicia; acusado de la muerte del funcionario judicial que había de proceder al embargo de su negocio por deuda con un comerciante de León, puso tierra por medio sin dejar rastro. Cuando al cabo de un año reapareció en Rebordechao, nadie supo que se trataba del fugitivo condenado en rebeldía. Dotado de habilikiad manual para confeccionar trabajos domésticos, fue cocinero- -antes que medio sacristán- calcetaba, cardaba lana y cosía trajes. Amable y servicial con despiertas aptitudes que no excusaba en prestar, era considerado con simpatía por sus vecinos; sentimiento que aprovecharía para captarse su confianza al mismo tiempo que incrementaba la clientela de la actividad ambulante que había vuelto a ejercer. Una campesina mal casada Manuela García, y su hija Petronila, merecieron la atención de Manuel Blanco. Condolido de su suerte, se ofreció a mejorar su situación facilitándolas la casa de unos clérigos en Santander para entrar a su servicio; él, por supuesto, las acompañaría a su destino. Se fueron los tres y nunca retomaron las beneficiarías del solícito buhonero. Sólo alguna carta que traía el propio intermediario dejaba constancia de la satisfacción de las mujeres que no escatimaba en divulgar. En 1847, Benita- -hermana de Manuela- -y su hijo, un rapaz de diez años, aceptaron similar invitación. Tres años después otra madre e hija- -Antonia Rúa y Pelegrina- -se sumaron al éxodo del pueblo estimuladas por el espejuelo de la colocación en la capital de La Montaña, a las que más tarde se incorporó Maruxa, hija menor que durante la ausencia de su familia había sido recogida por Manuel. Luego siguió sus pasos un primo de la chiquilla y al año siguiente su madre. La disminución progresiva del censo femenino y del elemento joven en general hizo nacer la sospecha en torno a la figura del inquieto vecino. ¿Cómo era que nadie volvía