ABC MADRID 17-12-1971 página 19
- EdiciónABC, MADRID
- Página19
- Fecha de publicación17/12/1971
- ID0000994803
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UNA PINTURA DE LA REALIDAD Existe una crisis del arte moderno sólo en la medida en que éste se aleja de la realidad. André Gisselbrecht. ODEMOS llamar a esta pintura rusa contemporánea una pintura de la realidad entendiendo también esta realidad como una inmediata percepción sensorial del mundo en derredor, sea éste un barrio ribereño del Neva, en Leningrado, un bosque de abedules, el bodegón del pan y del pescado, las minas de Krivoi- Bog, la primavera en las orillas del Volga, la aldea koljoziana, las factorías del Altai, en Rubtsovsk, y claro está que el retrato, la plástica narración de un acontecimiento, lo cotidiano- vivido, en fin; lo que está ahí de manera innegable, independiente, forastero a cualquier manipulación idealista, puesto de manifiesto en la mirada del artista, que es el gran humanizador de todo lo existente. La realidad es, pues, en el caso presente, un fenómeno geográfico e histórico que también se deja aprehender visualizándose, convirtiéndose así en un testimonio objetivo. La realidad tal cual es, sin ningún aditamento extraño decía Engels caracterizando a su manera la objetividad de lo real. Pero la realidad puede, ya que no deformarse, sí que enriquecerse mediante la presencia de lo emotivo, y aquí es donde la literalidad de lo real queda trascendida a un plano estético, a categoría artística. Lo característico del arte- -ha dicho Pierre Abraham- -es que ofrece, íntimamente amalgamados, el documento y la emoción. Aquí se trata, por supuesto, de una realidad popular, es decir: de un plástico in. forme de lo conocido y de un sentimiento correlativo compartido por el pueblo. Pero sin transformaciones, interpretada si se quiere, traducida a una sensibilidad social, histórica, pero fielmente descrita. No como ocurría en el suprematismo ruso, cuando- -al decir de Kandinsky, SPevsner y Malévicht- -los iconos populares eran los que inspiraban los esquemas más puros de sus obras y les llevaron a los caminos de lo absoluto y de la mística Lenin desconfiaba de las audacias experimentales en arte, tal vez porque viera en ellas, la mayoría de las veces, una influencia forastera, de París concretamente, como centro que era del apatrismo dirigentista. La decantación de lo popular, sus síntesis esteticistas, arrastran casi siempre a ese estadio de la creación, tan burgués y lúdlco, que se ha llamado del art pour l art Fatalmente, y en virtud de una comprensible paradoja, los popularismos esteticistas se cierran en un minoritarismo inasequible al pueblo; pues, en este caso también, minorías y pueblo hablan distintos lengwies. Lo popular verdadero es todo lo contrario: un lenguaje común. En general- -escribe Valeriano Bozal- la admisión dentro de las filas de la popularidad se hace en virtud de similitudes representativas y figurativas, a partir del asentimien- P A. Lentaulov: Catedral deJSan Basilio to público o de aquellas notas que cabe pensar motivarán sentimiento si las obras son expuestas y tienen la posibilidad de llegar a sectores amplios. La primera y fundamental de ellas es la claridad expositiva, la sencillez y fácil comprensión... Cuando el pueblo contempla estas obras de claro lenguaje y prístino sentido, se solidariza social y sentimentalmente con ellas, no como espectador alienado por la costumbre, sino como humanísimo destinatario que es del mensaje que ellas portan. La p i n t u r a rusa contemporánea nos muestra muchos aspectos de la vida cotidiana en la ü. R. S. S. momentos del vivir histórico muy típicos que han sido sorprendidos por sus pintores: el mar, los ríos, el bosque y la ciudad que cada día se corroboran en la mirada, en el quehacer y en el sentimiento de unas gentes, más o menos como ocurrió aquí, en España- -salvadas las diferencias de época y conceptos- cuando nuestros impresionistas hicieron inútiles los talleres teatrales y el paisajismo a la italiana, descubriendo la Naturaleza y la vida urbana en su más viva y vecina realidad, en su más típica y literal circunstanciación, pormenorizadamente. Por los años en que Aureliano de Beruete pintaba los almendros en flor de Mallorca, los alrededores de Madrid y de Toledo; Engels escribía a Miss Harkness: El realismo, en mi opinión, supone, además de la exactitud de detalles, la representación exacta de caracteres típicos en circunstancias típicas. No se trata de un retroceso al gusto burgués, sino de un cierto reencuentro con el realismo anterior a las transmutaciones de Gabo, Ghagall, Kandinsky, Archipenko y Pevsner, cuya comprensión, por otra parte, sólo era asequible a una minoría burguesa que se inspiraba y, naturalmente, se informaba en París. Este segundo realismo ruso, o mejor dicho, realismo nuevo, puede enlazar con el de Fédotov, Sourikov, Ivanov, Lentoulov y, en general, con el de los grandes p a i s a j i s t a s de finales del siglo XVUI y comienzos del XIX, y puede ser, entendido así, una reacción frente al arte inspirado lejos de Rusia, o al menos, posibilitado por el apatrismo de París, a la manera que el impresionismo francés fue una reacción nacionalistaKrente a la dependencia italianizante de lo académico. No tiene razón Jean Cassou al afirmar que este segundo realismo rugo es responsable de obras de gran mediocridad que se parecen a las que en. Francia llaman académicas o burguesas Creo que el verdadero gusto burgués, jen Francia, merodea por las galerías del Pg- St- Honoré y las de St- Michel. Los franceses del Vivarais y de la Bretaña, y los empleados que viven por la avenida Daumesnil, prefieren los cuadros de Fougeron... Pero, ¿qué arte, qué estilo, qué ismo no ha sido y es res- ponsable de obras de gran mediocridad? ¿Acaso todo el impresionismo, y el cubismo, y el expresionismo, y el surrealismo, en fin, dejaron de producir obras mediocres? ¿Es que, acaso, esos movimientos han producido únicamente a los Monet, Picasso, Nolde o Miró archisabidos? Este segundo realismo ruso, o realismo nuevo, tenia por fuerza que caer del otro lado del esteticismo del art pour l art pues tenía que plantearse también el valor cognoscitivo de la obra de arte, su valor testimonial, que no podía ser barrido ni por la cámara fotográfica, ni por el periódico, ni por la TV. Los pintores rusos de la realidad inmediata tienen, como los sinceros nalfs el corazón sagrado. No han sido conminados a pintar la primavera de Leningrado, ni el mar de Tbilissi, ni la vieja Riga, ni la noche de Uglich, ni la niña en la stepa... Han pintado todo eso porque lo sentían, ellos y muchísimos millones de compatriotas suyos, pues en esas visiones corroboran su amor a la tierra, sus sentimientos históricos, sociales. No es éste, claro está, un arte divorciado del pueblo. Y es lícito pensar que sus supuestos estéticos irán evolucionando paralelamente a la propia evolución del pueblo ruso. Nada, pues. de proféticas vanguardias. Un arte para el pueblo, sí: para cuando el pueblo lo comparta. Nada de arte del pueblo para que lo coleccionen los millonarios. A. M. CAMPOY