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ABC MADRID 15-04-1970 página 118
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ABC MADRID 15-04-1970 página 118

  • EdiciónABC, MADRID
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-y P f cada dsa RAFAEL SOTO Nació en Cádiz en 1936 Graduado en la Escuela de Comercio de su ciudad v estudios de Friosona y Letras en la Universidad de Madrid. Ha cultivado él teatro v la critica Como voeta obtuvo fu vremio Adonaís en 1958 con su mimar libro La Agorera Ha publicado además otra serie dp. voemas bajo el titulo de Epoveya sin héroe -Reside en Madrid. CON LA PERDIDA YERBA Y MI TRISTEZA Al épico reflujo nocturno y los tambores de la retama estuve meditando aunque el brioso raido me llevaba más lejos, antes de decidirme a cai gar contra aqtielia ciudad de años sombríos. No estuve allí. No estuve. Ni tampoco los grillos de cornetas dudosas, de tocata burlona bajo el cíelo de patios y niños deslumbrantes. Bajando la ladera de colegios, rodando aún aquella nieve del acontecimiento, infante en sencillez, blanqueando el trabajo, la cucaña, la tapia de los juegos, la oscura pérdida de alegría hacia el fondo del valle. No aquel verano pobre de Bornos, su miseria, ensombreció mis ojos, agoreros y alegres, al acecho de truchas, de ruidos guerreros y fuerzas sin sentido. No en esa vida a vueltas, en la aturdida aceña, girando mi cabeza frente a la creación aún pura de nostalgias, la rueda molinera, en su fanfarria, daba el son de mí alborozo. No estuve allí. El verano no me enseñó el dolor, ni a la moza postrada, muerta en vida, en un lecho. Tampoco fue el verano encabritando al hombre hacia un destino claro, ni el humo aquel, saltando desde oscuras cocinas, borraba, iba aturdiendo aldeas, campanarios brincantes, deslumhrado por el arco del cielo. La muerte, la viajera, entre los brezos bruscos, ej prado arrojadizo, ios alisos danzantes y la niñez jugando, escondiendo su fuente entre colgados nichos. Allí forjé recuerdos. Veía el aire, el gozo. Existí, com prendiendo en tanta confusión, sacando fuerzas, fuerzas de mi muerte, imitando mi vida en la Otra infancia. Mas ¿a dónde se ha ido el juego? ¿Dónde el ser? No aquí. No aquí. No ahora; en el vacío ocaso, sin decisión, sin ruta. Sonando por la orilla la fanfarria, las cañas, me iría al sol caído. Pero el barquero, infiel, lejano ya, contesta mi derrota, mis ojos, con la risa de muertos satisfechos, triunfantes, en la alegre espesura que ahogó mis deseos. Desde el verano a Cádiz, lanzado en sus gaviotas hacia el mar de aturdido vivir, partí perdiendo invierno ya, las fuerzas, la alegría. Las barcas saliendo con la pesca y los hombres luchando con miedo y fe en la suerte del día. el cabeceo, el acontecimiento inseguro en las noches do olas azufradas y ostiones oscuros. Volviendo a campo, puse mi pensamiento al sol, buscando aquel ribazo, el vallado de moras y la campal batalla de la niñez, la infiel infantería en el viento perdida, reclamando sentido a aquella fuerza del eorazón. llorando. Al épico reflujo de la noche, al repique de la reseca yerba, sin brillo, y mi tristeza me iría combatiendo por el lugar dichoso de mi infancia, existencia que ya no vivo, suelo de mis años sombríos. HOMBRE El tiempo de este hombre es el de la piedra, el de los huesos oxidados a gritos de verdad. Un fuego que devora a sí mismo, un horror de feldespatos y una flor de misterio en el color viajero. Deseo crispado como las olas más rocosas, ¡a veces en el lar! ¡En la cocina ya casi demente! Pero esta constancia, ¿acaso no emociona? ¡Si ya es casi una vida, él solo, casi un día de realidad gastada como un canto rodado! Cantando el río te da forma, hombre, cuando a caballo de tu gozo vas al mar a morir. ¡Talla viva del tiempo! ¡Y la erosión de los dolores! ¡Los nueve meses del hijo y la uva preñada de tu cólera cuando enloqueces por durar! Piedra es tu canto, hombre duro, hombre pueblo, dulce es también v efímero como las flores rojas sobre la torrentera. ¡Al fin, has de durar! ¡Quédate en obra, sílice, testimonio y volcán quieto cuando terrible! ¡Tú, el viajero, el podado por aguas, cielos, hojas, hacia el fondo más claro, ve corriendo a tu muerte, tu señorío de piedra!

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