Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
ABC MADRID 14-07-1955 página 3
ABC MADRID 14-07-1955 página 3
3/56
Ir a detalle de periódico

ABC MADRID 14-07-1955 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página3
Más información

Descripción

DIARIO llUSTR A D O D E INF O R M A C I ON GE N E RA L fi S IE IEl M P R E h e visto en. la vi visi da y en la obra de don Jacinto Benavente una serenidad transfigurada. Si D lthey, al enjuiciar a Lessing, dice que le eran demasiado familiares el desprecio del mundo y la tenacidad del tem Diario, y que pudo superarse a sí mismo merced a una fe llena de poesía, Benavente se superó a sí mismo por encima de todas las oscuridades de la vida, gracias a una fe llena de amor. Esta y no otra es la verdadera constante vital de toda su obra: amor hacia la perfección. Amor en orden, del que pueden germi nar pasiones positivas o negativas, pero jamás indiferencias. Ya que éstas jamás han sido engendradas ni per el amor ni por el odio. Si Benavente animó todo su teatro con la palabra y el sentimiento amoroso, tenía que haber como contra partida el otro sentimiento nacido siempre del fuego del amor. Véase cómo esta lucha aparece en casi todas sus comedias. Y sobre esta lucha, o esta pesadilla, o este conflicto trágico, Benavente impuso siempre su cerebral cordura. Tea tro de la cordura, en el que no hay el apoyó de una fantasía demoledora, sino de una realidad que se remonta transfigurada en orden de amor y de compasión hacia los seres. Es decir, en la ética benaventina aparece con toda claridad ese sentimiento de alegría de que nos habla Scheller, cuando algo odiado desaparece o se aleja de nosotros, o es aniquilado por nuestra voluntad o nuestra acción. De ahí la cordura, como lema redondo, sencillo, moderado, humano, de este hombre que se nos fue, hoy hace un año, llevando en su pecho una cruz y una rosa, como símbolos de sencillez, de cordura y de perfección. Dos stmbo los que en su belleza dramática encie rran toda la fuerza necesaria para alejar de nosotros, o de aniquilar si es preciso, por nuestra voluntad y con su ayuda espiritual y plástica, todos los odios y arbitrariedades capaces de enmarañar el orden de los seres y de las cosas. Pero no fueron la cruz y las rosas que hoy están depositadas sobre los restos del glorioso dramaturgo, dos símbolos a los que se abrazó en los últimos días de su vida. Los tuvo sobre su corazón siempre, sin alardear de la importancia y valor de estas dos clausuras espirituales, en las que vivió en ética y estética. No fue don Jacinto hombre enmascarado. Sabía muy bien, como Montaigne, que es necesario levantar la máscara, tanto de las personas como de las cosas. Y si bien es cierto que la máscara suele ponerla el ambiente o los compromisos sociales, don Jacinto, a fuerza de ser hombre libre, estuvo siempre tan desenmascarado, que muchos tal vez con careta de cartón se Uno de los escandalizaron de su habitual LAS ROSAS DE EL TORREÓN semblante. Tan natural y tan sencillo era, que pocas personas llegaron a conocerle- nunca. He aquí la trágica paradoja del desenmascarado permanente. Hace muchos años escribió don Ja cinto lo que pudiera llamarse su testamento Lo escribió en verso. Verso libre, sin atenerse a ninguna disciplina retórica, por le que él, más que versos, los llamó cosas Cosas de su vida, de su ilusión y de su muerte, a la que tuvo siempre delante, podría decirse también que con amor. La muerte se viste de la verdad decía; la cara de los muertos es la verdadera Por eso tal vez. cuando hoy hace un año, vimos a don Jacinto con su cara de verdad, se nos apareció según aquel criterio suyo, como un franciscano de marfil, esperando un pedestal o una hornacina. Que es justamente cerno él se había adivinado en su muerte: Por mortaja, quiero el sayal franciscano. El Santo de Asís es buen amigo mío. Hemos reído y hemos jugado Juntos por caminos de luz; esos caminos de les sueños, que se abren entre circuios de luz, colores astrales. Entre mis manos poned tina cruz, y una rosa... y después... FUNDADO EN 1805 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC D ÍA R I O I L UST RA D O D E INFORMA C IO N G EN ERA L ge ga la tumba una resa en el pecho. Tanto soñó con ello, que la Providencia q u i s o que esa flor no fuera la última rosa del mundo para él, allá en el humilde cementerio de Galapagar. Que esa rosa no fuera como aquella que él ideó como ejemplo de muerta inmortalidad, sino que a su gran amor concedió una renovación permanente de frescas rosas, floreciendo a diario a dos. pasos de la tierra sagrada que cubre sus restes. El hecho es el siguiente: Desde que don Jacinto habitó su finca de campo, El Torreón hasta que salió de allí para no volver- -unos diez años- -nunca hubo rosas en los rosales que allí se plantaron en varios arriates. En El Torreón hubo siempre petunias, jacintos y azucenas. Jamás brotó una rosa. Pues bien, desdé el día siguiente de la muerte de don Jacinto co; menzaron a salir rosas en aquellos rosales hasta entonces estériles; y desde aquel momento no han faltado media docena de rosas por lo menos, que se ofrecen a diario para ser cortadas y puestas en orden de amor y de perfección sobre la tumba de este franciscano de marfil, que sueña desde su cuerpo muerto la rosa viva, como fragante expresión continuada de su obra. Pétalo a (jétalo, han ido naciendo desde el dia siguiente de la muerte de don Jacinto rosas frescas en El Torreón Estos pétalos son como hojas nuevas del libro de la eternidad, que lentamente- van pasando hasta lograr esa arquitectura de cúpula infinita que remata la cruz de su pecho. Cúpula celestial que cubre este monumento de sueñes y oraciones en silencio, que don Jacinto, en su andamio de luces y de sombras, fue levantando mientras vivió, día tras día, con su gran amor a la vida y a la muerte. ¿Qué pueden ser si no esas rosas que estallaron en fragancia y frescura cuando ya su cueroo carecía de sentidos que pudieran gozar de su aroma? Esperaban el abono d. su muerte para nacer. Yo soy de los que siempre he creído que Benavente era aún más venial que su obra literaria y dramática. Muchas conversaciones aue tuve con él me corroboraron esta creencia. No es ésta la ocasión de hablar de ello. Sé trata hoy tan sólo de recordarle. De recordarle y poner en su tumba nuevas rosas y nuevas lágrimas. Por lo pronto, yo creo que él nos dejó en ese prado celestial cencido de sus sueños esta obra como sonrisa de creación postuma. Obra que no la ideó para ser publicada en libro ni para ser representada en el tablado de la farsa: estas rosas como monumentos de sangre y amor para su muerte que van saliendo 1 ahora a la luz, pétalo a pétalo, como aromas de eternidad, y que, así contado, más bien parecen aromas de leyenda... Manuel DIEZ CRESPO Así hizo su testamento Beriavente hace muchos años. Veinticinco, treinta, no lo sé. Pero no menos. Y tanto soñó y anhelo esa rosa, esa cr uz y ese hábito, que así se nos fue. Con todo lo que había pedido y deseado. Todo se logra cuando se vive en flor de eternidad. Pero hay algo muy curioso en este deseo que animó a don Jacinto a llevar a últimos retratos de D. Jacinto Benavente, obtenido en su finca El Torreón (foto Alfonso.

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.