ABC MADRID 21-06-1930 página 10
- EdiciónABC, MADRID
- Página10
- Fecha de publicación21/06/1930
- ID0000233121
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A B C SÁBADO 21 DE JUNIO DE 1930. PAGINAS AGRÍCOLAS. PAG. 10 FERTILIZACIÓN DEL SUELO NACIONAL Se encuentra la agricultura española en un estado de crisis de superproducción. El aceite y el trigo no tiene compradores. La resistencia de los productores a vender a un precio inferior al de coste sostiene un precio que dificulta el consumo, o, por lo menos, lo- limita a lo indispensable, y no le permite competir con los mercados extranjeros a precio bajo y remur. erador. Socialmente, es de desear la abundancia de un producto; pero si el valor de éste no remunera al productor de sus gastos y su trabajo se producen fluctuaciones de abundancia y escasez, y, por tanto, de variaciones de precio perjudicial a la economía. Durante la pasada guerra, por falta de los mercados exteriores para la naranja, ésta tuvo un precio irrisorio, y, como consecuencia, los rfaranjales fueron abandonados casi a una producción espontánea, que, una vez cesado el obstáculo para la exportación, en la primera época no produjo la cantidad que el mercado exigía, con la consiguiente pérdida del cliente principal, que costó años recuperar, y no totalmente. La regularización de la economía se consigue con el creciente aumento de subsistencias necesarias para el creciente consumo, necesario al aumento de población que estabiliza el precio. Como la superficie dedicada al cultivo no puede aumentarse en estas proporciones, el agricultor se ve forzado al aumento constante de producción; pero su interés personal le obliga a conseguirla con el mayor rendimiento económico; no un forzado cultivo, sin limitar los gastos, sino atemperando éstos al mejor resultado. Una constante lucha con la Naturaleza, que obliga a un constante estudio; estudio que en esta industria sólo se consigue con la experimentación, y no una experimentación cualquiera, sino una experimentación científica, racionalizada y multiplicada, que no deje nada al azar. Normas de experimentación que en cada Congreso de los especialistas en estos asuntos sufren ampliaciones y variantes para conseguir unas autorizadas conclusiones. ¿Se encuentra el agricultor en condiciones para estas experiencias? Aún en esos abominados latifundios, en los que se cuenta con capital para remunerar el personal necesario, es posible algunas veces; pero en ese ideal parcelario, de que cada cual se trabaje su terreno, que pregonan los sociólogos, bastante tiene el agricultor con que pueda vivir con el producto de sus sudores. Es, pues, el Estado el que debe atender a estos menesteres, tan necesarios a la economía nacional. Entre los elementos indispensables a la producción agrícola, es el de la fertilidad del suelo el primordial, como almacén de las materias primas a transformar. Forzar la fertilidad natural es la primera necesidad. Hace próximamente un siglo (en 182 S) N. T. Saussure anunció su teoría déla alimentación de las plantas con substancias minerales, a diferencia de las ideas, hasta entonces admitidas, de que sólo el humano era apto para la nutrición vegetal. Esta revolución científica (revolución sin víctimas, que en esto se diferencian estas revoluciones de las políticas) ha abierto un camino, al que todavía no se ve el fin, aunque son patentes sus progresos. La primera época de la aplicación en España de los abonos minerales fue funesta, pues, adelantado el comercio, con sus. características ansias (al comercio aventurero nos referimos) facilitó en el país, como fertilizantes, abonos completos de cualquier procedencia, cuanto más fácil mejor, y, naturalmente, las primeras aplicaciones fue- D. ANDRÉS FERNANDEZ CUERVO Ilustre director de la Granja Central de Castilla la Nueva, autor del interesante artículo sobre abonos que hoy publicamos. ron funestas, y, escarmentado el labrador, hay algunos que repiten aún la fatídica frase: Aquí no prueba eso y cuando el mundo marcha en su progreso, ellos se esfuerzan en su estatismo, por competir con los que reconocen el adelanto que la ciencia les produce Hay, pues, que mostrar en el último rincón el error en que se encuentran los que no admiten más que lo que ven con sus ojos. La teoría de Saussure originó los trabajos de innumerables hombres de ciencia, entre los que sobresalen Liebig, Boussingault y, más modernamente, Ullnch Sebor, Zidobricky y Stoklard, que han estudiado la asimilación vegetal, no sólo con relación a las materias corrientes como base de los abonos minerales, sino a las acciones de la radioactividad y ácido carbónico, llegando el último a decir Suministrando a las. plantas, en cantidades suficientes, los elementos biógenos necesarios, como nitrógeno, fósforo, potasa y cal, en forma de abonos químicos, se ha conseguido hoy el máximo de producción vegetal, y es difícil aumentar el rendimiento por el empleo de estos abonos. En el porvenir no se podrá aumentar la producción de materia vegetal más que aumentando la formación de ácido carbónico en el suelo para enriquecer- la capa de aire situada sobre él, y empleando los rayos beta y gamma del radium. (Hay, pues, un porvenir que precisa alcanzar; pero aún en el presente queda mu cho por hacer. Puede decirse que las actuales reglas de fertilización son casi empíricas. Deducidas por razonamiento, la experiencia demuestra que aquél fue defectuoso. Primeramente se pensó que hacía falta devolver a la tierra los elementos que la planta extraía (ley de restitución) pero la experiencia demostró que unas veces era innecesario la adición de algunos, bien porque la tierra le tenía en exceso, bien porque en algunas condiciones no es asimilable inmediatamente. La proporción de substancias orgánicas en el sue. lo, la población microbiana son factores que influyen notablemente en el resultado práctico y económico de la adición de abonos minerales. Evidentemente, aplicando la ley de restitución, no a la cosecha obtenida, sino a la que es posible obtener, dado el suelo y el clima, se obtiene una abundante cosecha; pero sólo es a precio de derroche, y, por consiguiente, con pérdida para este agricultor que tuvo una cosecha abundantísima. El adelanto, como decimos antes, en todas las cuestiones agrícolas no se obtiene más que con la experiencia, y con ésta se consigue la teoría, esa teoría de que abominan algunos, como si ella viniera del reino de los sueños. Pero la experiencia es sólo consecuencia de un interrogatorio que se hace a la Naturaleza, suelo y atmósfera, y un interrogatorio hábil, que no elige contestaciones fortuitas, muy prevenido con todas las circunstancias variadas en presencia y proporción para deducir consecuencias ciertas en determinadas circunstancias, del medio que rodea la producción, con todas sus variantes. Esto ha sido el origen de la Comisión internacional para el estudio científico de los abonos reunida en Roma, donde se convinieron las normas de la experimentación que habían de seguirse para, al cabo de cinco años, -dar cuenta de loe resultados obtenidos y deducir el plan a seguir con las modificaciones que aconsejaran aquéllos. Esta reunión es clara demostración de las dudas que en el empleo de los abonos se tienen en los países allí representados por los especialistas. Sólo es de sentir que en España, si se empezaron los trabajos apropiados, no se hayan podido continuar, y vamos por el constante camino de después traducir y trasplantar lo que da resultados en otros países, culpando del atraso a nuestro agricultor. Iremos tarde e iremos mal, porque siempre nos faltará nuestra propia experiencia en nuestro clima y en nuestro suelo. Supliremos esta falta de experiencia con las que (menos mal) hacen directamente los comerciantes, experiencias, naturalmente, parciales, no porque no sean reales, sino porque a cada uno le interesa principalmente una substancia determinada, y a ella aplica sus ensayos. Ni el Estado ni las Cámaras agrícolas, tan interesadas directamente en estos asuntos, debieran permitir este abandono en que nos encontramos de la marcha del mundo científico. Urge, ganar el terreno perdido y substituir, el tiempo pasado con una labor intensa; multiplicar los campos de ensayo en los más variados terrenos por su formación geológica y constitución mineral. Organizar el estudio de fertilización de la tierra. Incorporarnos a la marcha actual del mundo, y no limitarnos a la lectura y fusilamiento de lo que hacen los otros pueblos civilizados. Para esto es condición precisa independizar la técnica de la administración, no que aquélla sea una secuela de ésta. Reconocer en el Consejo Superior de Agricultura la función directriz del movimiento científico agrícola en todos sus aspectos, ejerciendo la administración la acción tutelar, protectriz, estimuladora, exigente; pero la dirección técnica debe depender de la técnica autoridad, sin que sea suplantada en sus funciones por la administración, cualquiera que sea el título que personalmente adorne al director, sin que esto sea mermar sus atribuciones más complejas y más extensas y variadas. Tan diferente es el camino que se ha emprendido en esta organización, que no haca mucho tiempo se proyectó la supresión de la cabeza del organismo dedicado a los menesteres agrícolas, con el pretexto de que sólo se llegaba a él cuando disminuían las fuerzas físicas, prescindiendo de que la experiencia tiene en éi acumulados cpnocimien-