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ABC MADRID 14-03-1929 página 7
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ABC MADRID 14-03-1929 página 7

  • EdiciónABC, MADRID
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A B C. JUEVES 14 DE MARZO DE 1929. LITERATURA Y ARTE. PAG. 7 terios y centros poderosos de gran dinamismo social; y, como no fuese oída en parte alguna, loca por el sufrimiento, se había hincado de rodillas ante las sendas puertas del Palacio de Oriente, pidiendo al cielo clemencia. De pronto, uñó que sale de las prisiones de San Francisco detiene con alegría inusitada a cuantos transeúntes le salen al paso, y les notifica que la Reina Regente, sin contar con el Gobierno, había indultado a los reos; la multitud aplaude y vitorea a la Reina piadosa; llega el rumor callejero a la Presidencia del Consejo; D. Práxedes Mateo Sagasta pide con urgencia el coche oficia) y sale para Palacio. No habría llegado el presidente a la altura de F. o rnos, cuando Cañamaque, el subsecretario, confirma. á los informadores que los reos han sido indultados. Tal prisa en divulgar le cuesta el destino. Como la noticia venía del arroyo, en don de el pueblo glorificaba con vítores y aplausos a la Regente, nadie tiene interés en esparcirla; asi es que los sesudos informado- res convienen unánimes en esperar el retorno de Sagasta. Llega, por fin, D. Práxedes; trae el rostro jovial, y saluda sonriente al grupo de jóvenes escritores. ¿Tiene usted algo que contarnos, señor Sagasta? -le preguntan. -Tengo mucho; déjenme ustedes tomar aliento, vengo emocionado. ¡La Reina es una santa! Lo he visto yo por mis propios ojos, y lo proclamo a la luz del sol. ¿Luego es cierto el indulto? -exclamaron los más vehementes. Certísimo; claro está que sí. Villacampa, que, en su honor sea dicho, aguardaba la muerte con gran entereza, al escuchar las palabras del ayudante de Su Majestad se puso en pie y dijo: -Os ruego, ñíi general, que hagáis saber a la Reina que soy un caballero y sé a lo que me obliga el recibir la vida de su mano, ¡Bravooo! -gritaron los chicos de la Prensa, que se enternecen por todo lo noble y delicado, y, lo que es mejor, seguirán enterneciéndose. -Tenernos una Reina modelo- -continuó Sagasta- es buena, sensible, ¡santa! Cuando llegué a la cámara Real se presentó ante mí azoradilla, trémula, como colegiala que toma por. falta grave un pequeño venial desliz; le besé la mano, aquella mano diminuta, de líneas escultóricas, que se alarga con suma gracia bajo la piel del guante; pero la Reina sujetó mis dedos y me dijo, endulzando con ternura sin igual su voz de ángel: ¡Sagasta! Le ruego que no me riña. Concedí el indulto por indicación del Divino Jesús... En todo el día probé bocado; estoy muda y ciega... ¡me caigo de debilidad... ¡Señora! -interrumpí, para que no persistiese en sus excusas inocentes y candorosas. ¡Déjeme usted que se lo cuente todo! Esta mañana no tenía apetito; me latían las sienes; la imagen de los reos en capilla no se apartaba de mis ojos; ordené que a este Cristo de mi devoción (y señaló una hermosa talla que estaba sobre la mesa) se le pusiesen cirios y flores; jazmines y violetas, que son las que prefiero, y recé... recé, pidiendo a Jesús atormentado una dirección, un consejo. No sé las horas que estuve de rodillas, con el rosario en la mano y la cabeza caída sobre e! pecho. De repente oí, me pareció oír, una voz celestial que me daba esta orden terminante: Perdona; perdona siempre. Yo, clavado en este madero, desgarradas mis carnes, perdono a mis enemigos, porque no saben lo que se hacen. Entonces me levanté, serena y reconfortada, y di orden al ayudante de servicio para que, sin perder un instante, comunicase el indulto a los sentenciados. Si he incurrid en falta, ¡D. Práxedes! usted, que es siempre bondadoso conmigo, ¡perdóneme! Obedecí al Crucificado... ¡Señora! No me aflija Vuestra Majestad más de lo que estoy. Nada tengo que perdonar a Vuestra Majestad. Veinte millones de seres, al saberlo, aplaudirán a su Reina. El Gobierno no pudo aconsejar el indulto: el precepto de la Ley se oponía; pero Vuestra Majestad ha hecho perfectamente en seguir los impulsos de su corazón generoso. La piedad es superior a la justicia. ¡Gracias, Dios mío! -murmuró la Reina, arrodillándose de nuevo a los pies del Redentor. -Entonces, yo, que no admito fácilmente lo sobrenatural, bien lo saben ustedes, vi, lo vi sin duda alguna, lo aseguro, vi que el flexible, elegante y distinguido cuerpo de doña María Cristina, envuelto en niveos resplandores, se ocultó a mi vista, y que el Cristo de madera abría y cerraba los labios, como si hablase o bendijese a la Reina. ¡Seño- res! -dijo D. Práxedes, encarándose con nosotros- he dejado de ser incrédulo! La santidad de nuestra Reina me ha convencido. ¡Creo en Dios! Y. su rostro moruno se transfiguró. Ahora, una pregunta a los que encauzan v dirigen la suscripción pública destinada a honrar la memoria de la Regente doña María Cristina: ¿Qué se va a erigir? ¿Un monumento o un altar? Voto, con Sagasta, por el altar. RAFAEL COMENCÉ LA MADRE DEL PR MAD O Homenaje A la humilde maestra de derechos Umitaios, que con ese nombre se conocen a los pobres mártires del segundo escalafón del Magisterio, cuyos sueldos son inferiores a cinco pesetas, repito, a la ancianita maestra doña Juliana Sáenz acaba de conceder el Gobierno la gran cruz die Alfonso XII. No creo que se haya otorgado nunca a persona que reúna más títulos. La casa de esta señora era un puro sacerdocio, ofrecido a los niños. Su marido, don Santiago Segura, maestro limitado también, partía con doña Juliana la labor redentora, Robes. Manteaux. Pourrures. Conde Peñalver, 15. Telf. 16009. Presenta su nueva colección. CR 1 PPA OBRAS DEL INSIGNE NOVELISTA Don Benito Pérez Galdós EPISODIOS NACIONALES, A 3 PESETAS TOMO. NOVELAS, A 3 Y 4 PESETAS. DRAMAS Y COMEDIAS, A 2 5 0 PESETAS. DE VENTA EN LA LIBRERÍA y Casa Editorial Hernando, S. A. ARENAL, n Y PEINCIPAI. ES LIBRERHS DE ESPAÑA Y AMERICA. pues todas las ideas, emociones y sentimientos, nacidos al calor de aquel hogar, cristiano y español, tomaban carne en la escuela, porque se inyectaban en el corazón de los niños todos los productos espirituales de la santidad de aquellas dos vidas. Es muy fácil decir eso de la vida entera dedicada a los niños. Se dice con facilidad y no se penetra bien todo lo que llevan dentro esas palabras. Sacrificio diario, labor perpetua y frente cansada, pero siempre risueña, al través de las horas largas de la lucha, es la vida del maestro bueno. El maestro es el complemento del hogar. Los padres, en la misión de instruir y educar a sus hijos, dejan un margen para su colaborador, el maestro. El corazón del niño es un vaso donde el hogar pone las esencias de la vida, y corresponde al maestro en la escuela llenar del todo el interesantísimo recipiente. El maestro que no sabe fabricar substancias de educación impregnadas de sabor paternal, no puede realizar el prodigio de llenar del todo la copa maravillosa. No hay Escuela Normal, ni oposiciones, ni estudios que sean capaces de crear el perfumado producto. La Escuela Normal por excelencia, la única, la indefectible, la eterna, es el amor. Las demás Normales deben orientarse hacia ella. Doña Juliana Sáenz, en relación con los organismos oficiales, es una paupérrima maestra de la categoría más inferior. Considerada a- la luz de la realidad de su alma, es la maestra por excelencia, que, llorando y riendo con los niños, cuidándolos con tierna solicitud, corrigiéndolos con dulzura y besándolos como lo saben hacer las madres buenas, ha repartido su vida entre ellos, dando a cada uno un pedazo de su corazón y de su sacrificio silencioso. Si hay alguien que sea capaz de inventar una moneda para pagar a un maestro así, que lo diga. La gran cruz de Alfonso XII, galardón que brilla en el pecho de los inventores, die los sabios, de los grandes filántropos de la enseñanza; la cruz cumbre de los honores culturales del mundo oficial, estará hoy más contenta que nunca en el pecho cansado de la maestra ancianita, que consumió el pensamiento y gastó el calor del alma y del cuerpo en calentar el nido de su escuela. El cardenal Segura, arzobispo de Toledo, primado de las Españas, es hijo de este matrimonio. Doña Juliana es, pues, madre del purpurado, según la naturaleza; y porque le llevó al Bautismo y le dio una educación firmemente cristiana, en el hogar y en la escuela, pudiéramos decir que es también en cierto modo su madre, según la gracia. El ilustre purpurado se lo debe todo a ella. Dios se valió de esta mujer para enriquecer al varón elegido. Los que conocemos al primado estamos en el secreto de que toda la fuerza de su personalidad es la resultante de las condiciones excepcionales de maestro que heredó de sus padres: humildad, sencillez, sacrificio, luz interior, paciencia, serenidad, constancia y todo esto inscrito en el círculo glorioso del amor de Dios. A la madre del príncipe esclarecido, lucero de primera magnitud en la Iglesia católica, y madre esDiritual también de tantas generaciones de niños, estrellitas modestas, que, por ser incontables, forman una nebulosa en el cielo de la vida; a la maestra buena y santa que es hoy la más alta gloria del Magisterio nacional, ofrezco el testimonio de mi admiración, que va llena de ternura; y, si me lo permite, en su mano venerable, que tantos beneficios hizo en el mundo, quiero poner un beso con la mira egoísta de que se perfumen mis labios. M. SIUR. QT a, marzo, 1929, INYECTABLES COMPBIPS. GOTAS. L. CÁD 1I

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