ABC MADRID 06-10-1926 página 3
- EdiciónABC, MADRID
- Página3
- Fecha de publicación06/10/1926
- ID0000174644
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MADRID D 1 A 6 D E OCTUBRE DE 1926 NUMERO SUELTO 10 CENTS. ¿ÍS SIMOSEGUNDO FUNDADO EL i. DE JUStíIQ p g 1995 POR TO C ATO LJJQA DE TENA Carreiras, despertado, como siempre, por vez en cuando, un gallg cantaba. ¡Cayetano, el peón del mensaje, traía la comezón 3 e la propia codicia, ya estaba en sus ropas frescor de amanecer y ese de pie, detrás del mostrador, con el plomitufo de humo y de sebo de nuestra gente zo guardapolvo sobre las carnes. Cruzaron, juntos, la rebotica, y pasaron campesina; Seguíale un perro ondulante ricanas se tea enriquecido con esplénal corralón. y flaco, i dida joya. Enrique R. Jjarreta, egre- Allí les esperaba ¿1. sulky amarillo, de -niEs tuyo? gio autor de La gloria de don Rabajo de un cobertizo de chapas de hierro -Ño, padre. ¡Juera, sarnoso! miro, acaba de publicar íín libro, que es nuevo blasón del cerebro de este No tardó el perro en volver. Se acer- galvanizado. procer del arte. caba, de costado, meneando continuamen Hacia el fondo, entre algunas gallinas El Sr. Larreta -con gentileza que te la cola. Cayetano quitóse una alpargata que picaban la tierra, buscando, como decordialmente agradecemos- Srinda a y arrojósela con toda su fuerza. Lanzó cía Carreiras, carbonates calizos para a nuestos lectores las primicias de su el perro un grito y emprendió una carre- cascara, un rocín, blanco y escuálido, mor nueva producción, y; nos. envía, con ra desesperada, en dirección a la plaza, disqueaba las cubiertas de paja, en que ve: destino a la publicación exclusiva en como si la alpargata lo siguiese corriendr. nían envuelta as botellas de aguas mediÁ B C, los dos primeros- capítulos de Zpgoibi. El billete de Lucía, escrito, la víspera, ciñales. Así dicen los citados cc. ítu, los: terminaba de este modo: II Véngase mañana a almorzar. ÜT vaya So -T ¡Jarre! ¡Jarre! -gritaba, un rato, des -Gracia no tienes, hija. Se ve que te a decir otra vez que no pudo. Usted hace pués, don Alvaro, al faiodo de los arrieros hicieron sin amor y a destajo, para mer- siempre lo que quiere. Pídale el sulky al de su país, sin querer servirse del látigo. carte en América- -exclamó el señor cura, boticario. Le repito que. sólo usted puede I Para qué? El rocín de Garreiras no era sin dejar caer de su. labio la pegajosa co- salvarme. tan malo como parecía. Su desgarbado tro ¿Tú te vuelves ahpra a la estancia, tecico galgueño se sorbía los kilómetros. lilla- Pero, con todo- -agregó- me. enamoras igual que la más bonita y recamada. Cayetano? Sobre iodo que no le hablasen al cura de. -No, padre. Tengo mucho que hacer. otro caballo cuando se trataba de llevar los- Don Alvaro Torres, o, para mayor cla Conque mucho cus hacer? ¿Hasta santos óleos a algún moribundo, en ias esridad, el padre Torres, como le llamaban amigos y enemigos, en aquel poblacho de lar qué hora te quedas? tancias vecinas, a través de arroyos y panprovincia de Buenos Aires, era andaluz, y, tanos, después de una lluvia. -Y hasta la oración, quizá. por añadidura, orador sagrado, de muy bue- -Está bien. Ño- hay más Vemedi. o. An Atravesó don Alvaro el paso a nivel; ñas predicaderas. dando. y, muy pronto, fue dejando atrás las úl ¿Qué mucho, pues, que le gustara platimas chacras, con sus ranchos de paredes ticar, en voz alta, con las cosas inanima Dirigióse don Alvaro a la tienda de su de barro iy techos de cinc y sus arbolejos das, como si fuesen personas? descortezados por los muchachas y deshoamigo Carreñas, el único boticario- del En ese instante, después de haber di- pueblo. jados por las hormigas, en lo mejor de la cho su cotidiana misa, y al volver a guardar Caminaba por el medio de la calzada, primavera. los ornamentos, charlaba con la casulla. Ni un 1 jardincillo ni una flor. espantando gorriones, que se revolcaban en -Y a doblarte, de nusvo, las faldas. el suelo, para despiojarse. Cerca de un viejo brocal sin revoque, ¿Me. regañas? Pues no hay más remedio Evitaba siempre la acera de ladrillo. entre matas de ajonjera y de quínoa, un- -seguía diciéndole- Qtro fue, y no yo, Los pies tienen, a veces solía decir, -gallo, subido en el bordei de una abollada quien comprara, en alguna almoneda, este parodiando la célebre sentencia, razones bacinilla de hierro enlozado, lanzó dos veruin armario, que huele, todavía, a tabaco que la razón no comprende ees su invocación. de infieles. Pero, paciencia, que no estamos ¡Valiente pulpito! pensó don Alvaro, Aunque, dos días antes, cayera un fuerahora ¡allá! y en aquella sacristía; ¿éh? te chaparrón, la calle estaba, de nuevo, y pensó también en sí mismo, pensó en sus ¡Con los cajoncitos aquellos! sermones. Al decir ¡allá! el padre Torres pensa- convertida en un verdadero cauce de pol Luego, como el viajero que deja el suvo, de ese polvo calcinado, sutil, harinoso, ba en su hechicera ciudad natal; pensaba cio afán de ¡los puertos y entra en la maen Córdoba, en Córdoba de España; mien- de nuestros pueblos de campo, dispuesto jestad y la pureza del mar, hallóse, de goltras sus oíos, pestañosos y saltones, se fija- siempre a levantarse- en asfixiante nube, pe, en campo raso, hallóse en la pampa, en ban en la blanqueada pared y evocaban, una a la primer. ocasión, sin más ventaja que la aquella pampa escueta, espiritada, anhelode ocultar, un momento, las viviendas. vez más, la Mezquita y sus aledaños. sa, y que a él se le antojaba siempre la Ahora, veía el patio, veía la fuente, veía Vaya unas casas! solía exclamar región metafísica por excelencia, con su los colores del agua, al anochecer, remo- don Alvaro. trazo ideal de horizonte, su belleza casi, invida por los últimos cántaros; parecíale ¡Ah! ¡Cómo lastimaba sus ojos de an- corpórea, lírica, abstracta; su desmesuraaspirar la fragancia de los azahares y oír daluz y cómo desconsolaba su corazón de da fantasía, su embriaguez de infinito. las chanzas y los gritos de las mozas, cuan- sacerdote el descreído aspecto de aquellas ¡Qué tierra para la contemplación! do el perrero, al toque de Avemarias, las moradas ruines; las más, de rojo ladrillo Ya se distinguían, en lontananza, verechaba, ora hacia el Postigo de los Dea- desnudo; y alineadas, todas, a cordel, has- dinegras unas, otras diáfanas y como desnes, ora hacia la puerta del Campanario. ta acabar, de golpe, en la solitaria llanu- pegadas del suelo, las breves arboledas de ¡Menudo borrico fuiste, padre To- ra interminable, que resonaba, casi siem- las estancias- a majnera de islas en el rres! -exclamó, por fin, con estoica son- pre, con un sordo ruido de alfombra, bajo océano. risa, dirigiéndose a sí mismo, a la vez que la azotaina del viento! Don Alvaro las reconocía, una por una, metía en el ropero el amito y el alba. Al don sin necesidad de calarse los anteojos. En la portezuela que daba al exterior: 1 Alvaro volver de una esquina, tuvo pres La primera, la más próxima, la más que dar dos pasos atrás, con 5 tac! ¡tac! Dos golpes- secos, dos golpe; teza, a fin de no dejarse atrepellar por U obscura, y como cerrando el camino, la que fueron á retumbar dentro de la iglesia, volanta de Aramburu, que pasó a todo lo formaban los eucaliptos de San Miguel. como estampidos lejanos. Allí, en la fragante sombra de aqtjel -Peón de a caballo- -volvió a decir- que daba su terroso tropel de cabr los, como bosque, Je esperaba ahora, de fijo, Luda, Nuevo mensaje de Lucía. ¡Eso! Que me si sólo faltaran algunos segundos para el con su nueva congoja. tren de las seis y cuarenta y cinco. ahorquen si me equivoco. Aquella El cura quedó completamente envuelto semejante otra mancha, hacia el naciente, Abrió. en homérica nube. Llevóse el pañuelo a la gando, eraa un largo vapor que va nave Claridad. Frescura. el monte de un tal Cabrera, que Loco bullicio madruguero de pajarillas; boca; pero ya era tarde. Tosió, sofocado, estaba siempre en París: y, algo mis cer: convulso, furioso. Mañanita nebulosa, db fines de Noca, en la dirección do Maipú, azulillo, bru Había perdido el rumbo. Por fin, poco moso y cortado, a trechos, corno encaahido viembre. Mañanita soñolienta, arrebujada todavía en las sábanas de un vapor blan- a poco, empezó a, relucir, a su izquierda, archipiélago de un. sueño de infancia, el quecino. la tablilla de cobre y el, plateado balcón del monte de El Mirador, la estancia de Ahumada, Je T dfcj ico- de Alomada, el galán de li Se oía el camgat éo debuta yunque don médico cirujano, su ege nigo ijüefeel Üefjije, S. C mgfrailes, ai decir de ¡OGOIB 1 NUEVA DE BARRETA El tesoro de las. letras hispanoame- i