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ABC MADRID 14-07-1920 página 3
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ABC MADRID 14-07-1920 página 3

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MADRID- DÍA 14 DE 1 UL 1O DE 1920. NUMERO SUELTO 10 CENTS. f Iff DE UN TRANSEÚNTE Entre tanto que continuamos hablando de Fray Luis de León, dediquemos dos palabra, 0 a GarcLaso. Podremos ver las diferencias c ¡ue existen entre uno y otro poeta. Una lectura- -una relectura- ¿qué es lo que nos hace ver en Garcilaso? El primer rasgo que podremos notar en el poeta toledano es s, ti eJrcpeismo. Son pocos, rarísimos los a tistas españoles realmente europeos; encontramos- -en los más eminentes- -el genio de la raza, el reflejo del paisaje de España, una modalidad, en fin, especial y privativa de la tierra en que viren. Pero les falta, en cambio, un matiz, una determinada tonalidad que salo se adquiere respirando el aire intelectual de fuera de España. ¿Quién posee esa tonalidad entre los grandes escritores españoles de los siglos xvi y XVII? ¿Lope, Góngora, Gracián, Cervantes? Acaso Saavedra Fajardo, que pasó cuarenta años de su vida en el extranjero; Saavedra Fajardo, que en sus Empresas aventura a veces teorías e ideas que bordean, que rozan, los dogmas tradicionales (por ejemplo, todo lo relativo al libre albedrío) Acaso también- -sin haber salido de España- -Baltasar Gracián, curioso de etnografía pintoresca, amigo de comparaciones ertre razas y razas, entre pue 1 ÍMOS y pueblos metido también como Saavedra Fajardo, mucho más hondamente que Saavedra Fajardo en el problema del determinismo y de la libertad; problema que extiende su trascendencia desde la, moral a la filosofía de la historia y a la política. Garcilaso es tan de Europa como de España. A lo largo de sus- poesías, en breves incisos, rápidamente, con dos palabras, no da la psicología de los más poderosos pueblos europeos. Francia, Alemania. Italia están presentes en los versos de Garcilaso. ¿Se podrá ofrecer un retrato de los alemanes más profundo y exacto del que traza Garcilaso con solo tres palabras? No se ha dicho de los tudescos en estas últimos años, con decirse tanto, más- -en el senti ido de exactitud- -de lo que ha d cho el ran poeta. Para Garcilaso, el teutón es- -gloga IJ- el disciplinabte alemán fiero Fieros llama también a los franceses- -en la misma Égloga- pero aquí ya no aparece la condición de disciplina. No aparece, y, en cambio, Garcilaso nos habla, con relación a Francia- -y en la misma poesía citada- -de la cualidad contraria a la disciplina. De mudable califica a Francia nuestro poeta. Mudable hace relación, indudablemente, a la política; pero esa veleidad, ese genio tornadizo y ligero, es, en la esfera individual, la rebeldía- -suscitadora del progreso- la originalidad, la invención feliz en el arte y en las- disciplinas todas del pensamiento. Garcilaso está más cerca de Francia que de Alemania; no importa que en su Epístola a Bascan (al final) nos hable de que sólo ha encontrado en Francia vinos acedos (esto no es un defecto; todos los vinos de Burdeos son acedos) camareras feas (exageración; no dejaría de haberlas bonitas como Jas hzj en el día) criados codiciosos (en todas partes los camareros de las fondas, que son de quienes habla Garcilaso, ambicionan buenas propinas) No importa todo esto, dicho en tono ligero, humorístico; cuando Garcilaso ha de nombrar a París, lo hace- -Égloga II- -diciendo el gran París Y por encima de esos Pirineos que describe en la Égloga dicha; por encima de los Pirineos con sus crestas altísimas, coronadas de nieve y sus hondos barrancos, su espíritu va hacia el país de Francia. El segundo rasgo fundamental que encontramos en Garcilaso, rasgo complemento del primero, consecuencia del primero, es su laicismo absoluto. De todos los poetas españoles de los siglos xvi y XVII, Garcilaso es el único que no haya escrito ni un solo verso de asunto religioso. No estaba la poesía religiosa dentro de su temperamento. Lope escribe libros enteros de versos místicos, sagrados (las Rintas sacras, por ejemplo) de Herrera es conocidísima la canción que figura en todas las antologías; Góngora, el más íaico de todos, tiene una poesía dedicada a las reliquias de San Hermenegildo... De Garcilaso no se pu de citar ni un verso, ni un epíteto religiosos. En Francia los poetas exclusivamente laicos abundan; lo excepcional allí es la poesía religiosa; Ronsard, Malherbe, Remer son poetas únicamente de asuntos mundanos; para encontrar un poeta de verdadera inspiración religiosa hay que descender- -en el tiempo- -hasta Racine, Racine, el de los Cánticos espirituales verdaderamente admirables (y también de Ester y de Atalid) El fenómeno que Garcilaso nos ofrece, si- corriente en Francia (el país de Rabelais y de Montaigne) es rarísimo, único, v en España. Sobre este fondo de europeísmo y de laicización debemos poner en Garcilaso un amor intenso a la Naturaleza. Las montañas, los bosques, los ríos, el mar aparecen por primera vez en la poesía española con Garcilaso, no incidental, sino deliberadamente. Pero- -y éste es el tercer rasgo fundamental de nuestro poeta- pero Garcilaso no se limita a copiar el paisaje directa y realisticamente. En- la Naturaleza pintada por Garcilaso hay ya un elemento que va a hacer desviar, durante dos, o tres, siglos, todo el sentimiento español del paisaje, del campo, de la vida rústica. Cuando se habla del preciosismo, del conceptismo, se nos ocurre preguntar: ¿Qué influencias podrán haber ejercido en la literatura los artes delicados del aurífice y del joyero? Raro es pensar, para la explicación del preciosismo literario, en el influjo del arte suntuario, en el influjo, no sólo del aurífice, sino del decorador, del sedero, del mueblista del arquitecto cjue levantara las espléndidas y sutilísimas catedrales. Y, sin emb? rgo, imaginad un temperamento delicado y elegante como el de Garcilaso; haced viajar a este hombre por Europa; hacedle leer los más sensitivos poetas extranjeros en bellas y breves ediciones (esos pequeños volúmenes, acaso, que se encontraron en su casa y que figuran en los inventarios de su hacienda) relacionadle con hombres cultos, distinguidos poned en sus costumbres el gusto por los trajes elegantes y por las joyas lindas y refulgentes (el oro delicadamente labrado sobre el negro terciopelo) haced, en fin, que lejos ael paisaje austero toledano ese hombre apaciente sus ojos con los suaves panoramas de Alemania y de Francia, y llene su espíritu con ideas y sensaciones de finura, de, flexibilidad, de com- DIARIO ILUSTRADO. AÑO DECIMOS E X T O N. 5.465 g g 10 CENTS. prensión y de tolerancia. ¿Cómo verá la Naturaleza ese poeta? ¿Cuál será su visión de los espectáculos agrestes? En Garcilaso, un ambiente de refinamiento y de humanidad envuelve a la Naturaleza. La Égloga III es en este sentido lo más típico de toda la obra del poeta. Pinta allí un paisaje de Toledo (espesura amena, tupida, junto al Tajo) pero sobre el paisaje castellano se destaca el grupo gracial ysensual de tres o cuatro ninfas. Y luego, como una visión plater scax estas ninfas de cabellera de oro van tejiendo, bordando unas sutiles telas, también de oro, en que figuran complicadas pinturas de mitología, de amores y de leyendas. Existirá alguna correspondencia lógica entre la índole del paisaje toledano y la supeiposición de que le hace objeto Garcilaso? Ninguna. Pero hay todavía más: y es que si tuviéramos espacio para ello, expondríamos cómo este mismo paisaje- -al igjal que el de Salamanca- -es descrito por el poeta con trazos que le dan un aspecto extraordinario de finura y de sutilidad: finura y sutilidad que nos recuerdan el arte precioso del aurífice y del joyero. Un paso más, unos cuantos años más, y ya la manera plateresca habrá invadido la literatura española; lo que era equilibrio perfecto en Garcilaso. exquisita y rara conciliación de la realidad y el arte, se habrá convertido en puro y exclusivo artiAZORIN. FUNDADO EN EL, AÑO 1 0 POR D. TORCUATO LUCA DE TENA 95 A B C EN PARÍS LA SANTA SEDE Y FRANCIA La atención pública sigue atenta las negociaciones entabladas para restablecer las relaciones de armonía con la tanta Sede Rotas quedaron en 1904, y en estos diez y seis años la preponderancia de los radicalismos gubernamentales no aceitaron a demostrar que aquella ruptura reflejaba una aspiración indiscutible del alma francesa. La guerra demostró finalmente que en punto a sentir el patriotismo no había tibiezas en el pueblo francés. No había razón para dejar postergado el espíritu católico- que tanta abnegación acababa de demostrar en la lucha por la integridad de Francia. Comprendiéndolo así Clemence au, que fue uno de los ardorosos campeones de la causa antirreligiosa, rectificó su criterio y sintió la necesidad de dar satisfacción al pueblo, que es en su inmensa mayoría creyente fervoroso, catól co sincero La política de nueva aproximación a la Santa Sede que inició Clemenceau la ro proseguido Millerand, seguro del feliz éxi- to de la iniciativa. Conocidas son las fases por que ha pasado este asunto, que, naturalmente, al verle bien, encaminado, había de suscitar los recelos, primero, y después, la furibunda oposición de los radicales extremista y de los amparadores de otras sectas y otros cultos. Jounart y Hanotaux habían laborado con eficacia cerca del Vaticano. En el Parla- f

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