ABC MADRID 10-04-1910 página 2
- EdiciónABC, MADRID
- Página2
- Fecha de publicación10/04/1910
- ID0004370181
Ver también:
ABC FOLLETÍN DE ABC D O M I N G O ¡o D E A B R I L D E 1930. E D I C I Ó N í. a PAG. 1. el actuario, limpiaba lo mejor que podía su si está usted dentro, y no está loco, á la pantalón número uno Ballmeyer apro- fuerza acabará su razón por ver claro. vechaba la distracción general- para sellar- -Eso es, eso es, -repetía yo maquinalla orden de excarcelación, y se confundía mente; -acaba la razón por ver claro... en excusas. -Bueno, pues vaya usted á acostarse, El ladrón salió, y, tirando con desdén el querido, porque se está usted durmiendo papel impreso y sellado, exclamó: en pie. ¡Vaya una ocurrencia la del señor ViIX llers! Me hace llevar sus- ñápeles, como si yo fuera su criado... LLEGADA INESPERADA DEL VIEJO B O B Los n- uardias recogieron preciosamente el imoreso, -el sargento de servicio mandó que lo llevaran á quien iba dirigido: era la Cuando á eso de las once de la manan orden de poner inmediatamente en libertad llamaron á mi puerta, al mismo tiempo que al llamado Ballmever. Aquella misma tarde, la voz de la portera me transmitía la ordeijt el ladrón estaba fuera de la cárcel. de Rouletabiile de que me levantara, me Era aquella su secunda evasión. Cuando precipité á la ventana. La rada ofrecía un el robo Furet se escapó ñor nrimera vez, esplendor sin igual y el mar una transpa- echándole la zancadilla v pimienta en los rencia tal, que la luz del sol la atravesaba ojos al guardia que lo llevaba al Depósito como á un cristal; se veían las rocas, las aíj de presos, y aquella misma noche asistía, gas y demás, como si no las cubriera eí le frac y corbata blanca, á una primera re- agua. La curva armoniosa del ribazo men tonés encerraba aquella onda pura en un presentación en el teatro Francés. Ya en la época en que por robo de la marco florido. Las villas de Gara- án, caja de su compañía fue condenado por el blancas y rosadas, parecían recién brotadas? consejo de guerra á cinco años de traba- La península de Hércules era un ramillete, jos públicos, estuvo á punto de salir de la que flotaba sobre las aguas, y las viejas piecárcel militar haciéndose meter por sus dras del castillo olían bien. compañeros en un saco de papeles de deseJamás la naturaleza se me había aparecfc cho. Una contrallamada imprevista hizo do más dulce, más hospitalaria, más carijs fracasar aquel plan tan bien concebido. ñosa, ni, sobre todo, más digna de ser amaí Pero sería el cuento de nunca acabar si da. El aire sereno, la placidez de las aguas hubiese que referir aquí las asombrosas las montañas moradas, todo aquel cuadro á que estaban poco acostumbrados mis sentí? aventuras del primer Ballmeyer. Tan pronto conde de Maupas, como viz- dos de, hombre del Norte, evocaba ideas d conde Drouet d Erlón, conde de Motteville, caricias Entonces fue cuando vi á un hoij conde de Bonneville muy legante, jugador, bre que golpeaba el mar. Lo golpeaba coi? gran señor, imponiendo modas, recorre pla- furia. De haber sido yo poeta, llorara. Ej yas y balnearios, perdiendo en círculos has- miserable parecía poseído dé espantosa rá j ta diez mil francos por noche, asediado por bia. No podía yo comprender qué motivqi lindas y hermosas muieres que se disputan tenía para pegarle así á aquella agua tranf sus sonrisas, pues el famoso estafador es, quila; pero es de suponer que alguno ten además, un seductor. En el regimiento hizo dría. Empuñaba un enorme garrote, y, en la conquista, platónica, por fortuna, de la pie en su barquilla, en la que un muchacho hija de su coronel... ¿Conocen ustedes aho- asustado, remaba, descargaba garrotazo con toda su fuerza. Algunos extranjero ra al tipo ¡Pues con semejante hombre era con presenciaban con muda indignación aqueí quien iba á habérselas Pepe Rouletabille! espectáculo; pero, cual ocuíre en semejarí- s tes casos, nadie se atrevía á meterse en Ib que no le importaba. Creí haber informado lo suficiente á Edit En esto fui interpelado por la voz de acerca de la personalidad del célebre ban- Pepe, que me anunciaba que almorzaríamos dido. Me escuchaba en un silencio que aca- á las doce. Pepe parecía un albañil, tan bó por impresionarme; entonces me incliné manchado estaba de yeso. Le pregunté si hacia ella y vi que dormía. Semejante ac- había visto al hombre que pegaba al mar. titud hubiera podido no darme una gran Me contestó que era Tulio, cuyo oficio c o idea de aquellaTpersonita. Mas como su sue- sistía en pescar con red, y que de aquella ño me permitió contemplarla ámis anchas, manera asustaba á los peces y éstos acudían de tal contemplación resultaron, al con- á las redes. Entonces comprendí por qué en trario, sentimientos que en vano traté des- el país llamaban á Tulio el verdugo del pués de ahuyentar de m i corazón. mar DE NUESTRO ENVIADO ESPECIAL EL PERFUME DE LA DAMA ENLUTADA (Continuación. Comete un robo de cuarenta mil trancos en detrimento de la casa Furet, y en el acto denuncia al sefjpr Furet como robándose á sí mismo. El asunto Furet será célebre durante mucho tiempo en los anales jurídicos, bajo esta rúbrica, ya clásica: El golpe del teléfono La ciencia aplicada á la estafa no fea producido hasta ahora nada que supere al famoso golpe Ballmeyer sustrae en el correo una letra de 1.600 libras esterlinas de los señores Furet hermanos, comisionistas, que le habían admitido en sus oficinas. Imitando la vez de uno de los hermanos Furet, pregunta por teléfono al señor Cohén, banquero, si está dispuesto á tomar la letra. El banquero contesta afirmativamente, y diez minutos más tarde Ballmeyer, después de haber cortado el hilo telefónico para evitar una contraorden y explicaciones, hace cobrar el dinero por un compadre, un tal Rivard, á quien conoció en los batallones disciplinarios de África, adonde historias nada honrosas los habían conducido. Se reserva la mayor parte de la suma y se va al juez de guardia para denunciar á Rivard y al señor Furet... Una confrontación épica se efectúa en el bufete del señor Espierre, juez de instrucción encargado del asunto. -Vamos, querido Furet- -dice Ballmeyer al comisionista atontado, -mucho nae duele acusarle, pero debe usted decir la verdad á la justicia. Después de todo, el asunto es de poca monta; ¡vamos, confiese usted! Ha necesitado usted cuarenta mil francos para liquidar una deudilla de carreras de caballos y la ha cargado usted en cuenta á su casa de comercio. Usted es quien telefoneó. ¿Yo? ¿yo? -balbucía el señor Furet, anonadado. -Vamos, confiese; de sobra sabe usted que han reconocido su voz. El desdichado gasó ocho días en la cár: el, y la policía dio acerca de él un informe malísimo; tanto, que el señor Cruppi, entonces fiscal, hoy ministro de Comercio, tuvo que presentar al señor Furet excusas de la justicia. En cuanto á Rivard, fue condenado, por contumacia, á veinte años de trabajos forzados. Podrían referirse veinte rasgos de ese género sobre Ballmeyer. En aquel tiempo, Transcurrió la noche sin sr presa. Cuan antes de dedicarse al drama, cultivaba la comedia, ¡y qué comedia! Es menester re- do llegó el día, lo saludé con un gran suspiro d alivio. Sin embargo, sólo á las ocho, latar la historia de una de sus evasiones. Nada más prodigiosamente cómico que la después de dejar organizado el servicio diuraventura de aquel preso redactando una lar- no, fue cuando me permitió Pepe ir á acos a defensa insípida, únicamente para poder tar. Ya se llífJaba él en medio de los obreros. desparramar las hojas sobre la mesa del Con tanta actividad trabajaron, que aquejuez, señor Villers, y, trastornando los im- lla misma noche quedó el fuerte de Hércules presos, echar una ojeada sobre la fórmula completamente cerrado y protegido. Pepe había comenzado á trazar el plano de su dede las órdenes de excarcelación. De regreso á la cárcel, Ballmeyer escri- fensa y me decía, mientras, cansado, bió una carta firmada Villers en la cual, hacía yo ridículos esfjuerzos para no cerrar seeún la- fórmula sorprendida, el juez ro- los ojos: -Sainclair, los imbéciles van á creer gaba al director de la cárcel que pusiera inmediatamente en libertad al preso Ball- que me fortifico para defenderme. Pues meyer. Pero le faltaba á aquella orden el bien, eso no es más que una pobre parte de la verdad: pues me fortifico, sobre todo, sello del juez. Nuestro hombre no se achicó por tan para razonar. Y si tapo brechas, es menos poco. Al día siguiente volvió ante el señor para que no pueda entrar aquí Larsán que Villers, ocultando la carta en una manga, para ahorrarle á mi razón la ocasión de afirmó que era inocente, fineió vehemente una fuga Por ejemplo, no podría razonar indignación, y, gesticulando con el sello de- en una selva. ¡Cómo quiere usted razonar positado sobre la mesa, hizo caer de reoen- en una selva! La razón se fuga por todas te el tintero sobre el pantalón azul del guar- partes en una selva. Pero en un fuerte dia que le acomnañaba. Mientras el- obre bien cerrado... Amigo mío, es lo mismo hombre, ayudado por el magistrado y por que en tina caja de caudales bien cerrada: A B C EH P A R Í S UN INVENTO MARAVILLOSO Hace la friolera de quince años que un señor de Lille, al ver el desarrollo que adquirían las industrias del cemento y del asfalto, ideó no sé qué composición maravillosa y la ofreció al Ayuntamiento. Aquel señor se comprometía á asfaltar las calles y las carreteras, por sinuosas y pendientes que fueran, por la mitad deí precio que llevaban los contratistas... Claro es que los Ayuntamientos franceses- -como los españoles- -cuando se trata de ahorrar el dinero del vecindario no se dan mucha prisa. Pero el inventor de Lille era hombre pacienzudo y se contentó con que le dieran una calle de la ciudad para hacer las pruebas. Esto no podían negárselo, y los señores ediles, de acuerdo con Tos contratistas, pusieron á su disposición el trozo de calle de más tránsito de la capital, por el que circulan á diario millares de carros, carre- nnnarai n nrlll MllfMlllm tiltil lUlí! 111. un II í limntiraní mil unmimnrtFitn