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Periódico ABC MADRID 21-03-1907, portada
- EdiciónABC, MADRID
- Páginas6
- Fecha de publicación21/03/1907
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MADRID, JUEVES 21 DE MARZO DE 1907. N Ú M E R O SUELTO, 5 CÉNTIMOS g ígif) g CRÓNICA UNÍ VER i2 L- I L U S T R A D A A Ñ O NÚM. 656. S W 2. É P O C A K ENTIERRO DE LAS VICTIMAS DEL JEN. -jt. v. M LAS CORONAS EXPUESTAS EN EL PATIO DEL ARSENAL Fots. Branger. PASO DE LA COMITIVA FÚNEBRE POR LAS CALLES DE LA POBLACIÓN I B S E N P R O F E S O R DE ENERGÍA. POR ANTONIO PALOMERO í) Algunos críticos y comentaristas de Ibsen se complacen en citar las palabras por él mismo dedicadas á negar las tendencias atribuidas á sus obras. Pero ninguno de ellos las considera completamente sinceras, puesto que todos ven en los héroes ibsenianos la personificación de u n ideal, y en sus dramas símbolos, más ó menos obscuros, de las grandes abstracciones fundamentales de la humanidad. Acaso en las obras precursoras de las altas concepciones características de su extraña y singular personalidad puede parecer, en efecto, que sea Ibsen, como él aseguraba, un pintor en su estudio y no un profesor en su cátedra. Y al encontrarnos con esos cuadros íntimos que nos presenta constantemente; cuando nos lleva á los interiores familiares donde vemos transcurrir la vida ordinariaj dispuestos con admirable realismo; siempre, en fin, que nos pone en relación con las gentes que sirven de fondo y de contraste para sus conflictos dramáticos, tal vez pensemos que declaró la verdad al decir que sólo pretendía retratar á sus conciudadanos. Mas ¿quién se atreve á aceptar la limitación de sus intenciones, viendo obrar á sus héroes impulsados por móviles universales de moralidad... ¿Cómo reconocer la nacionalidad de sus personajes representativos, si su Tida se eleva por encima del lugar y de la fecha de la acción? Nadie verá tan sólo cuadros de costumbres en los dramas de Ibsen, aceptándolas j ropias manifestaciones del autor. Aunque desconozcamos la sociedad del Norte, no es posible suponer en ella la existencia real de esos hombrees en i p s cuales se encarnan las supremas aspiraciones del pensamiento humano; ni la de esas mujeres cuya audacia moral nos asombra, aunque nos parezca justa... Un afortunado expositor de la obra ibseniana, Ernesto Tissot, nos asegura que el tipo medio de la mujer noruega posee una fuerza de ensueño capaz de conducirla á la rebeldía contra el medio social, cultivada por la lectura inteligente y. comprensiva de los exaltadores del individpo, como Spencer y Stuart Mili. G- anivet, que vivió algún tiempo en aquellas regiones, declara que esos tipos existen, y que el gran dramaturgo noruego los presenta, en sUvS obraís atenuados; pues las ideas de emancipación han producido en los temperamentos fuertes esa nueva moral revolucionaria, y en los débiles una inmoralidad fría, reflexiva y calculadora. Mas á pesar de tales testimonios, será mejor que veamos en esos seres extraños la representación de la fuerza impulsora de las sociedades que Ibsen asigna á la mujer, negando así el legendario tópico de la debilidad del sexo. No de otro modo nuestro Galdós ha puesto en las mujeres de su teatro los anhelos de idealidad, de renovación y de entusiasmo activo que dirigen y engrandecen la vida humana, comprendiendo también que en ellas está la fuente de la energía del hombre. Por algo la palabra voluntad es un sustantivo femenino... Empequeñeceríamos, seguramente, su pensamiento si asignáramos á las obras derpensador noruego el lugar de la acción por él escogido naturalmente al dirigirse á sus conciudadanos. P e r o- n o por eso negaremos que tienen sus raíces en la sociedad de su país, y que participan del ambiente contemporáneo y aun de esa cierta actualidad que Goethe creía precisa para asegurar la consagración de la obra de arte grande y duradera. Renán aseguraba que la labor de todo reformador ño puede sustraerse á la influencia de su tiempo y de su (I) Cuartillas leídas anoche en la velada que la Secdón de literatura del Ateneo de Madrid celebra en honor del ilustre dramaturgo pueblo, aunque contra su pueblo y contra su tiempo vaya encaminada su acción y su propaganda. Innegable verdad que se comprueba con el ejemplo de todos los grandes innovadores, que al dirig irse á la Humanidad, recuerdan forzosamente su raza y su Patria como punto de partida ó de contraste. Ibsen fué precisamente educado en el ejemplo nacional que él elevó después á dogma de la moral humana. Nadie ignora que su nombre figura en el definitivo movimiento intelectual qUe afirmó la personalidad de Noruega al promediar el siglo pasado, cuando después de conquistada la independencia política, limpió su literatura de influencias extrañas y creó también su idioma, que el propio Ibsen llevó al teatro en unión de Biornstierne Biornson. Sabido es, así mismo, que su existencia fué de constante lucha y su obra de perpetua renovación, hasta llegar al que los críticos llaman su último período, en el que aparece claramente definida su personalidad, única en la historia literaria de su siglo. Así ha podido ser, como es, en efecto, un ciego creyente, un apasionado cantor de la voluntad, única fuerza capaz de descubrir y exaltar la propia itidividualidad, punto de partida para vivir nuestra verdadera vida. Es, para decirlo con la justa frase de nuestro tiempo, un profesor de energía. No se comprende cómo el gran crítico Bran- LA FIESTA DE LAS PALOMAS BARCELONA. ASPECTO DE l A PLAZA DEL FUNICULAR DEL TIBIDABG DURANIEJLA CBLEBRAaPN P F A F l p S T A COlíOMBÓFlLA Fot. Iglesias. des echa de menos en lá obra ibseniana una nueva forma de organización social, que surgiera triunfante de las ruinas allí acumuladas por d. hondo é implacable análisis de su severo juicio... No es esa, ciertamente, la misión de los educadores del espíritu. Aunque si no podemos exigirles la fórmula concreta de su pensamiento, no es difícil suponer cómo ha de ser el edificio cuando nos muestran sus cimientos sólidos, inconmovibles... No, no puede darnos Ibsen una forma determinada de organización social, ni lo pretende tampoco; pero sí nos señala el único camino para lograrla, al proclamar la verdad como nuestro primer deber, y el inevitable derecho á nuestra personalidad plena y absolutamente conquistada y reconocida. Este profundo sentimiento de la independencia personal, es preciso, indispensable, en la época presente que nos ofrece el espectáculo de la libertad del individuo ahogada por leyes, preceptos y prejuicios de todo género, en cu 3 -a creación 110 tomó parte, y que le obligan, sin embargo, á una forzosa sumisión, germen de la tristeza y del malestar contemporáneos... Para salvarla del naufragio, hay que tener, como nos enseña este profesor de energía, tiu idealismo activo é intransigente que nos permita poner en marcha nuestra vida interior, substituyendo con ella la vulgar y corriente, que por ser de todos no puede ser de nadie. Porque Ibsen es un dinámico y no un contemplativo. No se contenta, al modo de los poetas y de los soñadores, con reconocer en el hombre el derecho á su mundo ideal, sino que aspira á que con él conquiste la propia realidad de la vida, sin detenerse ante los obstáculos tradicionales que ha de vencer con la indomable energía de quien está seguro de su fuerza. Y como cree que es inmanente la moral humana, piensa que los, deberes personales son los iinicos deberes sociales y que la verdad no tiene más camino que el de la austera é inflexible rectitud. Por él; irá, desde luego, sin qúc se la Otorgue otra sanción que la de la misma con iencia donde se alberga, por el propio impulso de SU; naturaleza... pues el libre ejercicio de la voluntad, sin influencias que la contraríen ó la tuerzan, crea el profundo sentimiento de la responsabilidad de los actos humanos... Así en La dama del mar, cuando Ellida se siente en posesión de sí misma, libre y responsable, queda roto el encanto que la uniera al hombre fantástico con, quien, celebró sus esponsales misteriosos y que la sugestionara de por vida. Y ella sigue la senda del deber, permaneciendo a l i a d o de Vangel, su marido. Fácilmente se comprende que estas saludables lecciones de energía tendrán una perpetua actualidad, porque siempre han de ser inactuales. Si se eleva el nivel humano, hoy perdido en las sombras de lo falso, de lo insincero y de lo acomodaticio, con él se elevarán también los q u e l o remontan. De la mediocridad constante, contra la cual va el esfuerzo de la energía personal, quedarán únicamente libres quienes tengan fe en la propia virtualidad de su destino: los puros de corazón, por no contaminado. del ambiente, ó los que supieron vencer las im purezas; es decir, los grandes instintivos y los grandes inteligentes... ¡que, al fin, la inteligencia no es más que el instinto cultivado hasta el refinamiento... Ibsen nos ofrece el medio de gozar plenamente de nuestra propia vida, que es el único y verdadero triunfo que nos corresponde. Esos otros triunfadores que en las mentiras aceptadas se apoyan y se diputan fuertes, por poseer u n sentido sutil de adaptación, quedan castigados en su obra con sólo mostrarnos la podredumbre de sus almas. Así elBernids, áé Los pilares de la sociedad, y el fabricante Werlé, de El pala silvestre, y el Peter Stockmann, de üh enemigo del pueblo... ¡Cuántos, en fin, decoran con la a ena su pro jkia únaoralidad, ó cultivan la iaentira para