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Periódico ABC MADRID 11-09-1905, portada
- EdiciónABC, MADRID
- Páginas12
- Fecha de publicación11/09/1905
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SUSCRIPCIÓN PAGO A N T I C I P A D O P C R CADA M K S Espjaa, pt 5. 1,5o. Portugal, pts. 2. Unión Postal, 2,5o francos. Administración: 55, Serrano, 55, Madriv N 244. MADRID, LUNES 11 DE SEPTIEMBRE DE 1905 NUMERO SUELTO. CINCO CÉNTIMOS EN T O D A E S P A Ñ A V BC Y PERIUMERÍAS PUBLICIDAD SOLICÍTENSE TARIFAS Anuncios económicos. Reclamos. Anuncios por palabras. Noticiase Informaciones. A Administración: 55, Serrano, 55, Madrid Eí forma de bebida, inbalación y juilvorización. Cura radicaluienle los oaiarrus agudos en pocos días, y es lújiido el alivio y soiinra la curación conijilcla da los crónicos, alcanzando su podero- a acción lo mismo á los catarros del apáralo rcspiralorio (luc á los de nariz, lV; i iii ie, larintíc y de lod; is las dciiu t mucosas de nr. estro ur anismo. I OS MAPSSA: ÍÍ- Se curan por completo con el tratamiento de las MALETAS desde Í; pts. MoNTi FJKXKI- ICO l a M O X T E l t A Jíí CASA lABON MEDICINAL DE BREA l! i. IAB i! 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V A I V K R 8 E 2 (imln l a -asa) IA 1 RII O II i 4 II i o I o s lc 4 a i i i Í H O N VI i l l a s I i i r t i i s í i l a í e s A i M j i i i l e v l a r a I i i t e i i i o s s i i o d i i i i i e r i i o s y ovloriiof Preparación por secciones para ingresar en cada P scucla. Internado para 2 ó alumnos en coufliciones excepcionales, con la i; arantía de la vigilancia permanente del mistuo dii cctor. En la. pi cparacióii de Caminos, única en la que se dan i i o l a N lia obtenido esta Academia los trcrt únicos s i Sn sai Mi S que lia habido. Los Srcs. l ére lloda y Fritschi han sido los uo lian ohlenido tan lionrosa caliticación. JAI o r r e s p o u t l e i i c i a a l ü r e c l o r DE 76 BIBLIOTECA DR A B O) LA BARAIA DIABÓLICA 73 N o hay que acordarse de esas cosas. -Precisamente porque me acuerdo es p o r lo que he tomado tsta determinación. Seguimos conversando todavía algún rato, insistiendo siem vc ¿1 en que yo Iiabía de ser su heredero v al poco tiempo egresamos a casa. M i n a n se retiró á su habitación y mi padre, el forastero y yo nos sentamos en un banco y permanecimos un rato charlando y fumando. -Mañana- -dijo M r dirigiéndose á mi padre- p e n s ó atravesar el río para ir á Jauleson, en cuyo punto reclaman mi presencia asuntos de verdadero interés que me ocuparán una semana aproximadamente. N o quisiera llevar á Mirian conmigo, y si usted no tuviese inconveniente, ia dejaría aquí con ustedes, M i padre, como es natural, se mostró conforme y y o aunque no dije nada, encontré de perlas aquella coincidencia. N o s retiramos á acostar y á la mañana siguiente, antes de romper el día, M r Rodgers ya estaba preparado para emprender su viaje Se despidió de nosotros con exquisita afabilidad y montand o á caballo partió al galope. Cuando nos quedamos solos mi padre y y o me expresó su zxtrañeza p o r el grado de confianza tan enorme y tan inexplicable c ue z caballero demostraba haber puesto en nosotros. ¿P o r qué lo dice usted, padre? Por varias cosas, entre otras por haber dejado aquí á la muchacha sin conocernos apenas. -P u e d e estar tan segura como si se encontrase en su p r o pia casa. -N o te digo lo contrario, hij mío, pero quién sabe si se ic encontrará aquí agusto. E n cuanto á í, ii persona, para mí es la muchacíia más ertcantadora que he visto en toda mi vida. Así me parecía á mí también, pero no creí prudente todavía expresar ma opinión y seguí á mi padre, dirigiéndonos después cada uno á nuestras respectivas tareas. M i corazón palpitaba con violencia y en todo mi ser notaba algo inexplicáijle y extraño que no me dejaba sosegar. Acto seguido puso el pie en el estribo, monto en la silla, se despidió de mí y espoleando á su cabalgadura, se alejó con dirección a! río, desapareciendo poco después entre la espesura del bosque. Yo, á mi vez, guardé las monedas que habían quedado sobre el lomo del caballo muerto, y absorto en mis pensamientos me alejé lentamente de aquel sitio, encaminándome hacia mi casa. Parecíame un sueño todo lo que había ocurrido y quién sabe lo que yo me figurara de todo ello, á no ser p o r el agradable tintineo del o r o que llevaba en el bolsillo y p o r regresar á la azón desmontado. E r a ya algo tarde cuando llegué á mi hcgar; mi padre me esperaba con alguna zozobra, pues aunque no muy frecuentes, á veces solían ocurrir serias peripecias en el bosque. E n breves palabras le conté lo sucedido; le referí la venta del caballo y coloqué los ciento cincuenta dollars en una arquita en la cual guardábamos nuestros fondos. E n cuanto á los restantes, los puse en sitio aparte, pues pensaba invertirlos en introducir poco á poco algunas mejoras en la granja, sin que mi padre lo notara, pues, dada su manera de pensar, no hubiera aprobado su adquisición. Transcurrieron dos semanas después de mi aventura en ei bosque y dedicado de lleno á los trabajos del campo, ya casi se iba extinguiendo en mí el recuerdo de aquella aventura. E r a un viernes y ya el día comenzaba á declinar, cuando en la linde del bosque aparecieron dos jinetes que se encaminaban hacía nuestra casa. En seguida reconocí en uno de ellos al caballero con quien había estado jugando; venía montado en mi caballo y el animal por lo visto regresaba con alegría á la casa de sus antiguos amos. Junto al forastero, cabalgaba en una jaquita de poca alzada, una joven y no me cupo la menor duda de que era la persona luc me estaba destinada para esposa. Este es el señor que me compró el caballo- -dije y o á mi padre, y salí al encuentro de los viajeros. El caballero echó píe á tierra y ayudó á la joven que le acompañaba á hacer otro tantOj