- Precio
Periódico ABC MADRID 05-06-1905, portada
- EdiciónABC, MADRID
- Páginas12
- Fecha de publicación05/06/1905
Ver también:
flí wB 3 É: ¡w r- í g 5 K. SUSCRIPCIÓN PAGO A N T I C I P A D O POR CADA M E S PUBLICIDAD SOLICÍTENSE TARIFAS Anuncios económicos. Reclamos. Anuncios por palabras. Noticias. Informaciones. Administración: 55, Serrano, 55, Madrid España, pts. j 5 o Portugal, pts. 2. Unión Postal, J francos. Administración: 55, Serrano, 55, Madrid N. 146. M A D R I D 5 D E J U N I O D E 1905 NÚMERO SUELTO, CINCO CÉNTIMOS EN TODA ESPAÑA LO MAS SELECTO Y COCHES 1 Ocasión, de todas clases. I Hay familiares nueros y i usados y jardiiiercis. I GSAÍÍDES ALMAOBÍÍES DE ALIOISO MUÑOZ Sin rival en b n e n gusto, c a l i d a d e s fornsas y p r e c i o s P a r a caballeros, sefioras, señoritas, n i ñ a s y niños. (le! liarpés del Hcal Tesoro P í d a s e e n l o s pH incip a l e s esstablceiuiientos MUEBLES Se alquila. compran, Tcnden y ca, mbian. Hortaleza, 39,1. Llevar un sombrero MUÑOZ es acreditarse de elegante y distinguido. Sombreros i e g í l í u i o s i s i g l e s e s armados y flexibles; selectos y de copa. Gorras japonesas, chauffeur j cicles, auto, para sport casa yviaje. 127 ATOÍJSÍA Nuevo Hotel Barcelona Conífrnído ofrf 20 c. Baño, teléfono, ascensor, luz eléctrica. IlosDcdajo, desde 6,50 pías. Almuerzos y comidas, desde 3 ptas. i: AE Í! 3Ii LAWiS 7 esquina Preciados, 13, MAS Kfll ATOCHA 137 SO M R R W iVi O n Re lia cnterado y actule. presuroso á comprar telas á la calle do F i í e a c a r i a l 1 3 y 1 3 V e s i t a c x t r a j u d i c i a! porque- se Yenda b a r a t o v e r d a í í Nadie compre Tcstidos de lana sin ver los que de gran fantasía da esta casa á 8, 10, 12 y 15 pesetas corte. S e d a s p r e c i o s a s p a r a T C s t i d o s 7 fohsNas ¿1,26, 1,50 y 2 pesetas vara. A l p a c a s- n e g r a s br s; li5i las á 0,75 1 y 2 pesetas. A l p a c a s l i s a s cañaiijaz i, é t a m i i i e s g a s a s Ibaááísías, eí firo i i í p i s p e r c a l e s y mil artículos más casi de balde. ITíriiea c a s a q t a e v e n d e l o s j ¡fé) ioros b S a i s e o s do algodón con más de W) de rebaja. V e l o s y n g a u i i S l a s M o n d a y eíiasisiiSy á precios inverosímiles. N a d i e c o n s p r e sin rer antes los precios del 1 3 y 1 5 d e l a c a l l e d e F u e n c a r r a S F R O Novedades para la C r w O presente estación. Fantasía para c a S s a l l e r o s y Biiños, de 4 á 20 pesetas. P r e c i o íljo. PÉREZ Y HERNÁNDEZ. -CRUZ, 44 e s f ü i n a i l a s a d e l Assgel. CJOMP 2 SAK JOYAS Y PLATA con 2 5 por 1 0 0 de economía, P e l i g r o s 18, J o y e r í a iiCA filGLESA sigue liquidando con grandes rebajas todas sus existencias en su nuevo local 33 Y 35, ALCALÁ, 33 Y. 35 DcoCvuiocidcia condii. iones. Piano Krard de particular. I. E s p o s y jSIina, 1, p r a l 20 BIBLIOTECA DE A B O) CORAZONES HERIDOS 1 J A la mañana siguiente, después de aquella noche horrible, fué cuando pudo recobrarse algo. A g o b i a d o p o r las emociones y p o r el dolor, no podía aún reflexionar ni pensar en las consecuencias de la catástrofe que le amenazaba, pero sentía con una horrible desesperación que todo se había conmovido y desmoronado en torno suyo. Ricardo profesaba una especie de culto hacia su p a d r e M r Brémont había constituido á los ojos de su hijo el p r o t o tipo del honor y del hombre que sabía a g r a d a r Ricardo estaba orgulloso de su padre, y se sentía satisfecho cuando oía decir: E s el hijo de M r B r é m o n t Su mayor ambición la constituía el hacerse digno de su p a d r e Sin embargo, este afecto no se parecía en nada á la ternura exaltada que experimentaba p o r su madre. E n t r e el padre y el hijo no habían sido posibles ninguna intimidad ni ninguna expansión. M r Brémont amaría á los suyos, pero lo demostraba muy p o c o E n sus relaciones con Ricardo había algo de dcsderioso que desalentaba al joven; no tomaba en serio ni sus ambiciones ni sus esperanzas, y no tenía más que una sonrisa para sus puros y generosos entusiasmos. Ricardo se resignaba; p e r o gracias al prestigio que M r Brémont gozaba entre los que le rodeaban, y también al respeto que le había enseñado su madre, no se atrevía á juzgar ni á censurar su conducta; á sus ojos pertenecía á una jerarquía superior y tenía p o r bueno t o d o lo que hacía. Ahora su ídolo había caído p o r los suelos; su padre culpable, su padre deshonrado; esta idea le punzaba más que ninguna otra, sobreponiéndose a su dolor, á sus pesares y á su manera de ser. La llegada de M r Termelle, de Susana y de Ricardo, de aquellos amigos de las horas felices y de las adversas no fué bastante para distraerle. IV Ricardo y M a r í a no tenían más parientes que su tía Clotilde, hermana mayor de su p a d r e y algunos primos ya lejanos. E s l: í iii. kir: i anonadado y moría, dejando á sus hijos la cruel tarea de reparar sus locuras; jno solamente les legaba la ruina, sino tal vez la deshonra! E n su semblante convulso de moribundo se leían todos los pesares de una vida mal empleada y todos los i- emordimientos de las faltas cometidas. Ricardo le escuchaba con el corazón destrozado, permanecía aterrorizado y mudo, bajo el choque violento de aquellas revelaciones, y gruesas lágrimas caían lentamente p o r sus mejillas, sin que tratase de enjugarlas. A su dolor uníase una compasión que, al remontarse del hijo al padre, tenía algo de aterrador. Comprendía cuáles serían los remordimientos y cuál la tortura que atormentarían á aquel hombre tan orgulloso y tan altanero, que se había creído super i o r durante tanto tiempo, cuando ahora se acusaba y se humillaba, implorando el perdón de su propio hijo. Varias veces había tratado de poner un termino á aquellas dolorosas confidencias; hubiese querido no oir, no saber aquello, no sintiéndose con valor ni con derecho bastante para juzg a r á su p a d r e P e r o todos sus esfuerzos resultaron vanos; el enfermo quería apurar la copa hasta las heces, queriendo encontrar en ello una especie de expiación. Falto ya de fuerzas, se detuvo. M á s tarde y después de una congoja que le duró algunos segundos, continuó: -T u tía... mi hermana Clotilde... no nos ha querido nunca m u c h o pero está orgullosa del apellido de los Brémont, hasta ahora sin tacha, y csíoy seguro de que hará sacrificios p o r mantener el honor de la familia. Ve á buscarla... la rogarás, la suplicarás, si es preciso, la dirás que ella es mi última esperanz a ¡Ay! -exclamó con una especie de grito de d o l o r -m í h o n o r sepultado... mi nombre a r r a s t r a d o -Cálmese usted, padre- -interrumpió Ricardo, asustado de aquella exaltación; -está usted perjudicándose. Cuente usted conmigo, que si Dios me da vida, nadie tendrá derecho para acusar á usted. ¡J ú r a l o júralo, hijo m í o que tú lo sacrificarás t o d o todo! -replicó M r Brémont con voz ronca. -Incluso mi felicidad, padre mió, mi vida entera; yo se lo