La vida que pasa por las esquelas de ABC
Un repaso por algunas de las despedidas más curiosas publicadas en las páginas del periódico

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Atribuyen al gran Julio Camba la repetida frase de que uno no se muere si no aparece en ABC y bien podría serlo. A lo largo de los 117 años de vida de este periódico, cientos de miles de personas han sido despedidas desde estas páginas. Las más, con sentidos mensajes de dolor, aunque en algunas la pena no ha eclipsado al humor de que hacía gala el difunto... o sus amigos.

«¡¡¡Te vas sin dejarnos la receta de la paella de escabeche!!!», rezaba una esquela que publicó este diario en 2013. La familia de Miguel Ángel Morata quiso hacerle un pequeño homenaje, destacando su afición a la cocina y su sentido del humor. «Hay que recordarle con alegría, como la que el difunto desbordaba, y vaya si echaremos de menos esa paella», explicó entonces su hija para quien gracias al revuelo causado por la esquela, su día de luto había dado un giro de 180 grados y había acabado riendo en lugar de llorando.
El buen humor y la simpatía también acompañaron a María Rodrigo Molino durante toda su vida, así que, a su muerte, su familia quiso publicar una frase que dibujara una sonrisa en quienes la conocieron: «Para un día que salgo en una esquela y no me veo». Era una frase que había pronunciado esta vecina de Alcalá de Guadaíra alguna vez, durante su habitual lectura de las esquelas de ABC.

Al presidente del «Club Chumbalaka» sus amigos le despidieron hace diez años pidiendo a los creyentes una oración por su alma y a los no creyentes, un brindis en su memoria. «Hizo feliz a mucha gente hasta que la vida lo venció, cosa que puede ocurrirle a cualquiera», relataban sus amigos del alma «chumbalakas», que le enviaron este mensaje al más allá: «Manolo, no nos esperes levantado, ya iremos llegando... tú a tu aire».
Enrique Aldaz entendía que quienes realmente sufren cuando uno muere son aquellos que permanecen en este mundo y dejó escrito en la esquela que publicó ABC: «Enrique Aldaz Riera suplica perdón a sus deudos y amigos por haber tenido el atrevimiento de morirse sin su permiso. No lo hará más».

En cambio, Soledad se despidió con amargura: «Perdón para los familiares que me abandonaron cuando más los necesité».
Santiago Castelo, que fue durante años la memoria viva de este periódico, recordaba mil y una anécdotas y conflictos domésticos que encerraban las esquelas. «Aquí se han publicado el mismo día dos esquelas, del número 3, que son muy nobles, de un ilustre prócer. En la de arriba aparecía la esposa y los hijos legítimos. Y en la de abajo la de la querida -como se decía entonces- y la de los hijos habidos con ella. No hace tantos años», decía en 2012.

Castelo llamó la atención también sobre la esquela que pusieron en ABC los hijos de Pilar Bahamonde, la madre de Franco. «Era el año 1934. Todos tenían veneración por aquella dama de cristianas virtudes y quisieron honrarla con devoción. A ninguno de ellos se le ocurrió poner en la esquela a su padre, don Nicolás Franco, que tan mala vida le dio y que andaba entonces "arrejuntado" con una gallega en un piso de la calle de Fuencarral», escribió.

Ya lo decía Antonio Burgos: «No es muerte todo lo que reluce entre los lutos tipográficos de una esquela de defunción. Hay mucha vida en las esquelas (...) Una buena esquela no solo te dice qué señor se ha quitado del tabaco o qué señora no tiene que ir más a la peluquería. Delata el bollo de los que metieron al muerto en el hoy de la esquela».
«Los lectores de esquelas -añadía el columnista de ABC-tienen algo de seguidores de Agatha Christie o de Simenón. En cuanto leen la esquela, como una novela policiaca, por cómo figuran las nueras y los yernos, saben por dónde se va a armar la de Troya en el reparto de la herencia».
Como en la pelea de los herederos de un aristócrata venerable, «historiador por más señas», como contaba Castelo, con la cuidadora de su difunto padre. No aparecía en la esquela como «su fiel servidora», porque ella se llevó, en cambio, un par de magníficas fincas en la Mancha.
Amores y odios
También la maldad tiene cabida en las esquelas. En el ABC de Sevilla se publicó en 1989 una esquela que no llamó la atención más que al finado, Santiago Alba, que estaba muy vivo, y a su sorprendida familia. «Claro que sé quién fue, sé perfectamente la persona que lo hizo y la motivación que tenía, que era sobre todo asustarme y amedrentarme», señaló a ABC el protagonista de esta antigua historia, que ya quedó olvidada en el tiempo.

Es más frecuente, sin embargo, encontrar historias de amor que no mueren. Como la de Juanita, que cada 18 de marzo durante más de 20 años recordó a su esposo con unos versos en ABC.
O la de la persona que insertó en este periódico en 2017 una hermosa esquela que únicamente rezaba: «para siempre, Ojos de ola (... sei un attimo senza fine...». Era una alusión a la famosa canción «Sin fin» de Gino Paoli. Ésa que decía: «Tú para mí eres todo».