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Así contaron en los dos bandos la repentina muerte de Unamuno en plena Guerra Civil

Tanto la edición del ABC de Sevilla como la republicana de Madrid informaron del fallecimiento del ilustre escritor, aunque de diverso modo

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El escritor Miguel de Unamuno
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¿Murió asesinado Miguel de Unamuno? Faltan semanas para el estreno de «Palabras para un fin del mundo», de Manuel Menchón, pero las dudas que resucita este documental ya están generando controversia. Este periódico informó de la muerte del ilustre catedrático por partida doble, en la edición del ABC que se publicaba en el bando nacional y en la del republicano. En ninguna se apuntaba a la posibilidad de que su muerte hubiera sido intencionada, aunque ambas destacaban matices muy distintos.

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El ABC de Sevilla informó el primero del fallecimiento de Unamuno. El 1 de enero de 1937, al día siguiente de su muerte, dedicó un espacio breve, pero destacado, resaltando en el titular que el fallecimiento había sido repentino.

Mediada la tarde del 31 de diciembre había circulado el rumor por Salamanca y la noticia se había confirmado. Según el corresponsal en Salamanca, Luciano Sánchez Fraile, «Unamuno venía haciendo en el día de hoy su vida normal, y hacia las seis de la tarde, encontrándose en su casa sentado en torno a una camilla conversando con otras personas, falleció repentinamente sin que pudiera ser auxiliado por la ciencia, pues ninguna dolencia hacía presentir tan rápido desenlace».

La escueta nota añadía que inmediatamente habían acudido a su domicilio amigos, alumnos y universitarios. «El Sr. Unamuno tenía setenta y dos años», finalizaba.

A las once de la mañana del 1 de enero de 1937 se celebraron en Salamanca los funerales por el alma de Unamuno, en la iglesia de la Purísima. «El templo estuvo completamente lleno, presidiendo el acto el rector de la Universidad, al que acompañaban los hijos del finado, don Rafael y don Fernando Unamuno», puntualizaba la crónica del día siguiente.

Horas después, a las cuatro de la tarde, tuvo lugar el entierro. «El féretro fue llevado en hombros por Miguel Fleta y los periodistas madrileños Víctor de la Serna, Antonio de Obregón y Salvador Díaz Ferrero. Las cintas de la caja eran llevadas por los catedráticos señores don Nicolás Rodríguez, don Aniceto, don Francisco Maldonado, don Isidro Beato y don Manuel García Blanco. La presidencia del duelo la formaban el rector de la Universidad, don Esteban Madruga; don Rafael y don Fernando Unamuno, el catedrático señor Ramos Loscertales y el vicepresidente de la Diputación, don Andrés Pérez Cardenal».

Miguel de Unamuno, en el claustro de la Universidad de Salamanca
Miguel de Unamuno, en el claustro de la Universidad de Salamanca

El cronista de la edición andaluza del ABC recogió también que «numerosísimas personas» acudieron a tributarle un último homenaje. Entre ellas se encontraban «gran número de catedráticos, escritores españoles y extranjeros, muchos periodistas y otras personalidades».

«Al llegar la fúnebre comitiva al campo de San Francisco se cantó un responso despidiéndose el duelo. Muchas personas acompañaron al cadáver hasta el Cementerio, en cuyo lugar un periodista madrileño pronunció breves palabras diciendo que la obra de don Miguel de Unamuno vivía con nosotros para asombro del mundo», finalizaba.

«Un cadáver insepulto»

El 3 de enero de 1937, el ABC de Madrid publicó una dura nota sobre el entierro. «Unamuno ha muerto. No ha muerto ahora. Estaba muerto. Murió el mismo día que se pronunció por lo que más había combatido, por los militares, los banqueros y los obispos, al servicio del III Reich y de Italia; es decir, por lo que él llamaba civilización occidental. Desde ese día era un cadáver», decía, pese a que «de tarde en tarde, sabíamos que ese cadáver viajaba por Portugal, o se paseaba por las calles de Salamanca, o escribía una carta en latín a la Universidad de Bolonia».

«Poéticamente, se había suicidado ese día -proseguía este escrito sin firma-. La juventud española, que tanto le ha leído y que tanto le debe, no pudo sospechar jamás este suicidio. Todo lo contrario. Para esta juventud, don Miguel debió haber sido el poeta civil, título de que tanto gustó en otro tiempo, el poeta profético de la Revolución, en la línea general de los poetas proféticos desde Isaías a Whitman».

Tras insistir en que Unamuno «era un cadáver insepulto», se refería a la información que había proporcionado la Agencia Fabra sobre su entierro. «Se dice que lo presidieron sus dos hijos y el rector de la Universidad; y que, naturalmente, no asistieron los representantes de la civilización occidental: ni un obispo, ni un militar, ni un banquero», concluía con cierta amargura.

Lectura de la última lección de Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca.+ info
Lectura de la última lección de Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca. - Alfonso

El despacho de la Agencia Fabra se incluía en páginas interiores y en él se subrayaba que «no figuró en la comitiva ningún representante de los facciosos, lo que parece confirmar las noticias circuladas de que a última hora se había producido un desacuerdo entre Unamuno y los sublevados».

El finado no había dejado «ningún testamento político ni filosófico», parecía lamentar la nota, «y sí sólo infinidad de manuscritos».

«¡Muera la inteligencia!»

En días posteriores de aquel mismo mes de enero de 1937, el ABC de Madrid recordó en dos ocasiones el enfrentamiento de Unamuno con Millán Astray en el paraninfo de la Universidad tras el cual el catedrático fue destituido de su cargo de rector. «A partir de este momento, la Junta de Burgos hizo vigilar estrechamente a Unamuno, haciéndole acompañar por un agente de Policía, que no le abandonaba un solo paso, y había recibido orden de disparar sobre él, solo por verlo poner un pie en el estribo de un coche», se leía en una de las crónicas que recogía una información del periódico francés de izquierdas «Vendredi».

Ésta aseguraba que el reportero galo había podido burlar la vigilancia de la Policía y hablar durante dos horas con Unamuno. «Estoy aterrado por las violencias, el sadismo, la crueldad inconcebible de la guerra civil vista desde el lado nacionalista», le habría dicho el escritor antes de contarle que había recibido una carta del frente de «un joven escultor vasco muy conocido», llena de lugares comunes y acusaciones contra los «rojos».

Según este relato, Unamuno había comprendido que la carta había sido dictada por la censura militar y le respondió así: «Es usted un ingenuo; yo sé que su carta ha sido dictada, y le contesto, precisamente, para que vean los censores que no se me engaña fácilmente. Por otra parte, todas las indignidades que usted me cuenta, como cometidas por los "rojos", y en las cuales yo no creo de ninguna manera, no son más que pálidos incidentes si se les compara con la crueldad y el sadismo sistemático y organizado con que vemos aquí fusilar a las personas más honradas y más inocentes, sencillamente porque son liberales y republicanas. Y fíjese usted bien, que no se trata aquí de actos individuales o indisciplinados, sino de órdenes colectivas dadas por el Estado Mayor, que se dice nacional. Todos estos crímenes se ejecutan fríamente, como respuesta a la consigna contenida en el doble grito de ese general demente que se llama Millán Astray: "Muera la inteligencia! y "¡Viva la muerte!"».

Bilbao. 1930. Unamuno saliendo de un portal de la calle nueva de Bilbao (Casino Republicano)+ info
Bilbao. 1930. Unamuno saliendo de un portal de la calle nueva de Bilbao (Casino Republicano)

Con motivo de la muerte de Unamuno, el diario «La Nación» de Buenos Aires publicó un artículo de José Ortega y Gasset sobre el escritor vasco que reprodujo ABC. Al reputado filósofo le habían informado telefónicamente de su fallecimiento y aún ignoraba «los datos médicos de su acabamiento», pero Ortega y Gasset estaba convencido de que, «sean los que fueren, estoy seguro de que ha muerto de "mal de España"».

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