¿A qué tenía miedo Alfred Hitchcock?
En una entrevista concedida a Enrique Meneses el «mago del suspense» confesaba uno de sus terrores
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«Los pájaros» estaban aterrorizando a Nueva York cuando Enrique Meneses entrevistó a Alfred Hitchcock en 1963, poco antes de que el «mago del suspense» se trasladara a Cannes para presentar la película en el XVI Festival Internacional de Cine. El célebre director de cine, que se hallaba en la cumbre de su éxito, recibió al corresponsal de ABC «gordo y sonriente», con «sus manos infantiles cogidas sobre su vientre», mientras asomaba a su rostro «una expresión angelical». A modo de preámbulo, Meneses le comentó que dos señoras se habían desmayado mientras veían su última película en un cine de Manhattan y Hitchcock, «lentamente, como si le costara un gran trabajo despertar de un beatífico letargo», le respondió: «Gracias; es la mejor noticia que he tenido hoy».
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Y es que este inglés que, como recordaba Meneses, «en 1920 ganaba unas 200 pesetas mensuales redactando anuncios publicitarios para unos almacenes londinenses», era un magnífico realizador que se divertía asustando a la gente. Por aquel entonces ya había filmado medio centenar de películas, como «Rebeca», «Con la muerte en los talones», «La ventana indiscreta», «Vértigo» o «Psicosis», con las que mantenía a los espectadores sobrecogidos ante lo que podía pasar. Aún los mantiene.
Pero, ¿qué le aterrorizaba de verdad al rey del suspense? «La Policía me infunde un verdadero terror», le confesó en aquella entrevista a Meneses. Y eso que, según aseguró entonces, nunca había tenido nada con ella..., salvo una vez en Londres que le pusieron una multa por dejar mal estacionado su vehículo.
![Hitchcock falleció el 29 de abril de 1980](https://s1.abcstatics.com/media/archivo/2020/04/27/abc-madrid-19800430-1-t6w--620x871[1]-kMX-U40630473073teB-220x300@abc.jpg)
Al cineasta francés François Truffaut le contó, sin embargo, que siendo niño, con apenas cuatro o cinco años, su padre le había enviado a la comisaría de policía con una carta. «El comisario la leyó y me encerró en una celda durante cinco o diez minutos diciéndome: "Esto es lo que se hace con los niños malos"».
Hitchcock nunca llegó a saber qué había hecho para merecer semejante reprimenda, pero aquel miedo se le quedó dentro y probablemente se fortaleció en él años después, cuando estuvo internado en el Saint Ignatius College, una institución de los jesuitas en Londres.
«Miedo moral a ser asociado a todo lo que está mal. Siempre he permanecido apartado de ello. ¿Por qué? Por temor físico, quizá. Tenía terror a los castigos corporales. Entonces existía la palmeta», relata a Truffaut en «El cine según Hitchcock».
![Alfred Hitchcock, durante la entrevista con María Romero para «Blanco y Negro»](https://s3.abcstatics.com/media/archivo/2020/04/27/43247449-t6w--620x445[2]-kMX--510x349@abc.jpg)
«No es tan difícil entender el miedo», explicaba el cineasta a Henri Langlois, fundador y secretario general de la Cinémathèque Française, en una cena que recoge Charlotte Chandler en su libro «Hitchcock íntimo: El lado más humano y menos técnico de Hitchcock». «¿Acaso no lo sentíamos todos en nuestra infancia? Nada ha cambiado desde que Caperucita Roja se encontró con el Lobo Feroz. Lo que hoy nos asusta es exactamente lo mismo que nos asustaba antaño. Solo se trata de un lobo diferente. Esta estructura del temor está muy bien arraigada en cada individuo».
En dicha conversación, Hitchcock citaba el natural miedo a la oscuridad -«todos lo sentimos-, pero llamaba la atención sobre el miedo a plena luz del día, en lugares donde resulta inesperado. «Eso sí es interesante», decía.
«Nos asusta aquello que no podemos ver, los espacios vacíos que completa la mente, lo implícito suele ser mucho más terrorífico que lo explícito. Lo inesperado tiene tanta importancia...», añadía.
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El elemento «miedo» se convirtió en un ingrediente básico en sus obras, aunque, como explicó a María Romero en una entrevista exclusiva en «Blanco y Negro», Hitchcock lo aplicaba «con ánimo de divertir al público».
«El espectador paga por ver una película de "suspense" igual que paga por subir a una montaña rusa. Mientras tenga bajo sus manos el firme apoyo de los brazos de la butaca pues le encanta sentirse aterrorizado... ¡Nada hay más efectivo como resorte de entretenimiento que una buena bomba!—reía mientras miraba a Romero de soslayo-. Lo importante es que el miedo, y aun el crimen, estén sazonados de buen humor».