Archivo ABC
Archivo

Televisión, sencillez y caballos: la vida secreta (y discreta) de la fallecida Isabel II

Cuando, en 1963, se cumplió el décimo aniversario de su ascenso al trono, Blanco y Negro publicó un reportaje para acercar a los españoles el trasfondo y aficiones de la joven Monarca

La Reina Isabel II de Inglaterra durante una carrera de caballos.+ info
La Reina Isabel II de Inglaterra durante una carrera de caballos. - ABC
Actualizado:

De Isabel II ya solo queda un enorme y rocoso mito. La persona que fue en la intimidad, de la que muy pocos podían presumir haber conocido en profundidad, es una desconocida que siempre vivirá a la sombra de su leyenda histórica. Los libros de historia y los seres queridos que compartieron su pasado con ella son los últimos testigos de quién era realmente Lilibet, tal y como era conocida en su familia.

Cuando, en 1963, se cumplió el décimo aniversario de su ascenso al trono, ya había tiempo para que los británicos conocieran lo suficiente su querencia por la discreción absoluta. En esas fechas, Blanco y Negro publicó un reportaje escrito por Helen Cathcart, autora del éxito ventas ‘Su Majestad, una biografía de la Reina’, donde trataba de acercar a los españoles el trasfondo y aficiones de la joven Monarca

. «Todos tenemos un mundo privado, delimitado por los hogares de los parientes, de los amigos y de los vecinos, y que tal vez incluye una avanzadilla o dos, representadas por una villa de verano o una casa en la ciudad. Sin embargo, la Reina Isabel lI demuestra que sabe, con más acierto que ninguno de sus predecesores, extender su mundo privado más allá de los antiguos límites reales», prometía el texto sobre este ejercicio de infiltración propio de un espía de Su Majestad.

El príncipe Felipe de Grecia, que luego se convertiría en esposo de la Reina.+ info
El príncipe Felipe de Grecia, que luego se convertiría en esposo de la Reina. - ABC

Ampliando sus amistades más allá de palacio, Isabel logró minimizar aquello que la Reina Victoria llamaba la «terrible soledad de la Corona». Un puñado de familias aristocráticas iban con ella frecuentemente al teatro de Brighton, ciudad situada a 27 kilómetros de Londres, donde Isabel jugaba por entonces a intentar pasar de incógnito. «Una vez hizo cola ante la taquilla sin que fuera reconocida. Otra vez, cuando la comedia ligera ‘El regreso de la casada’ constituía la gran atracción y la multitud abarrotaba el vestíbulo, el director reconoció a lady Nevill entre aquella multitud que esperaba y luego se dio cuenta de golpe de que, perdida en el tumulto, pero divirtiéndose de verdad, estaba la Reina», explica Cathcart en el artículo de Blanco y Negro. Para estrechar los lazos con sus amigos, la Reina se hizo madrina de unos 17 hijos en ese momento. «Animosamente intenta recordar todos sus cumpleaños, pero no siempre lo consigue».

Asistir a partidas de polo, carreras de caballos, críquet, caza, jugar a juegos de mesa con sus amigos, ver la televisión comentando cada detalle… Isabel tenía una multitud de aficiones en la intimidad. No era una mujer especialmente culta, pero sí muy curiosa y amante de la naturaleza. De entre todos los palacios reales, el de Balmoral, donde falleció el pasado septiembre, era el que veía más como lugar de ocio y donde había pabellones enteros reservados para los amigos de Isabel y Felipe de Edimburgo.

«En el curso de las diez semanas que pasa en Escocia, y también en Sandringham, la Reina está casi siempre dispuesta a contestar a las llamadas telefónicas de sus amigos que tienen autorización para marcar su número personal. Dada la urgencia de los negocios en Londres, sus amigos se abstienen a propósito de telefonear a la Reina», señalaba la autora de ‘Su Majestad, una biografía de la Reina’. Solo el tío Dickie, el conde Mountbatten, tenía licencia para llamar a Isabel a cualquier hora y en cualquier palacio sin que fuera una molestia. El familiar de los Reyes cenaba como mínimo una vez a la semana con Isabel y Felipe y charlaba con ellos hasta la madrugada.

Bautizo del heredero de la Corona de Inglaterra en el Palacio de Buckingham.+ info
Bautizo del heredero de la Corona de Inglaterra en el Palacio de Buckingham. - ABC

La Reina prefería una alimentación sencilla compuesta, por ejemplo, por salmón escocés o pollo caliente o frío, seguido de frambuesas a la crema y otros ingredientes campestres. Cuando llegaba con retraso a tomar el té, prefería tomar el que quedara en la tetera frío antes que dar a alguien la molestia de hacer más. Cuando cena con sus amigos prefiere sentarse a una mesa redonda para evitar que se planteen cuestiones de precedencia. Sus gustos, como sus hábitos siempre tendían a la simplicidad. «A la Reina le gusta mucho ver las fotografías de vacaciones de sus amigos; se ríe de los errores que se producen en el curso de la proyección, o lanza exclamaciones y se admira, como le sucede a todo el mundo. También le gusta exhibir sus propias películas y se preocupa mucho durante la representación. Se siente feliz cuando obtiene bellas fotografías en colores de pájaros, tanto desde su ventana del palacio de Buckingham como en Windsor o en Sandringham. Se entrega con delicia a la conversación», narraba la escritora.

Nunca era difícil divertir a la Reina. Un francés que la visitó esperando encontrar un personaje de aspecto más bien intimidante y rígido afirmó: «En lugar de esto me olvidé de tener miedo. Me pareció que hablábamos sin parar, en francés y en inglés. Al cabo de diez minutos yo tenía la impresión de haberte contado la mitad de mi vida».

«Isabel II permanece verdaderamente al nivel de sus amigos durante el flujo y el reflujo de los acontecimientos diarios. Sus mundos privados se hacen una prolongación del suyo y las alegrías de su propia vida familiar son muy ampliamente compartidas. En la adversidad o cuando la salud declina nadie manifiesta antes que la Beina su simpatía, nadie aporta antes que ella una ayuda tangible», concluía el artículo publicado el 1 de junio de 1963.

Artículo solo para suscriptores
Ver los comentarios