El sueño frustrado de Alba de Tormes de convertirse en el Lourdes de España
A finales del siglo XIX se comenzó a construir la gran Basílica de Santa Teresa de Jesús, aún inacabada

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«Santa Teresa pide un templo y no podemos negárselo», exclamó el obispo de Salamanca, Tomás Cámara, al ver que la iglesia de Alba de Tormes se quedaba pequeña el 15 de octubre de 1898 para acoger a la multitud que se reunió en torno al sepulcro de la fundadora de las Carmelitas Descalzas.

La mística de Ávila y doctora de la Iglesia Católica murió de tuberculosis en esa localidad salmantina en la noche del 4 de octubre de 1582, justo en la fecha en que España cambiaba el calendario juliano por el gregoriano y pasara a ser el 15 de octubre. Sepultada con prisas en el convento donde falleció, al cabo de un tiempo se descubrió con sorpresa que su cuerpo permanecía incorrupto.
Tras una serie de litigios, con toma de reliquias y un breve traslado a Ávila, regresó a Alba de Tormes. Desde entonces, numerosos devotos se acercaban a su sepulcro cada año con motivo de las fiestas en honor de la santa.
El reclamo del entusiasta padre Cámara en 1898 impulsó un gran sueño en la villa ducal, el de llegar a convertirse en un importante centro de peregrinación como lo era por aquel entonces el santuario de Nuestra Señora de Lourdes ( aún faltaban unos años para las apariciones de la Virgen en Fátima).
Ángel María Castell se acercó a las fiestas de Alba de Tormes el mismo año de la fundación de ABC, en 1903, y así lo constató. «Aquella tierra de Alba tan nombrada», que decía Garcilaso, «hoy sueña con ver desfilar por sus silenciosas calles grupos de piadosos peregrinos», escribió. «De aquí su empeño en construir una gran basílica, en cuya capilla absidal reposen los restos milagrosos de Santa Teresa y cuyas naves sean visitadas, como lo son las de Lourdes, por miles de devotos que llevan lleno de fe el corazón y de dinero los bolsillos».

Hasta entonces, señalaba Castell, el espíritu comercial no había sabido imponerse en Alba como en Lourdes. En ese rincón de Castilla las peregrinaciones arribaban «sin aparato, modesta, santamente, esperando el favor divino y el milagro de la plegaria ferviente», mientras que en Lourdes los peregrinos avanzaban hacia la gruta prodigiosa de noche, con místicas músicas, entre millares de luces con las que hasta los espíritus más apocados quedaban impresionados.
Siguiendo la moda de la época, el arquitecto Enrique María Repullés y Vargas diseñó una gran basílica neogótica y las obras comenzaron sin demora en 1898. Cinco años después, Castell apreciaba que los trabajos de construcción avanzaban «con lentitud, dada la rapidez con que en estos tiempos se levantan monumentales fábricas», aunque «con harta celeridad» si se tenía en cuenta que la obra estaba siendo costeada por la caridad. Ésta era excitada de continuo por los alientos del padre Cámara a quien su fe y su entusiasmo admirables habían llevado quizá demasiado lejos. «Es muy grande y muy hermosa la basílica para que sin recursos propios, que no existen, pueda terminarse», consideraba el escritor, consciente de que «quien mucho abarca, aprieta poco».
Tras la muerte del padre Cámara y a solicitud de importantes personalidades de Salamanca, la infanta doña Paz se sumó a los esfuerzos por dar un nuevo impulso a las obras de la basílica en 1905. Junto a la marquesa de Squilache promovió diversas obras de caridad para contribuir económicamente en la construcción de ese templo digno de una «gloria española» como Santa Teresa.

Este periódico dio cuenta de algunas de las iniciativas emprendidas por la hermana de Alfonso XII y princesa de Baviera, elogiando su labor. Sin embargo, resaltaba que la Basílica de Santa Teresa no se iba a acabar con el producto de una rifa y de una función en el Real, por mucho dinero que rindieran ambas cosas. «Hacen falta donativos de importancia. Hay que contar, no por miles de reales, sino por millones, para ver realizado el monumental proyecto de Repullés patrocinado por el P. Cámara», insistía.
Hacía falta que al espíritu piadoso se uniera el industrial. En Lourdes, decía ABC, «están asociados sin daño para la religión y al amparo de esa sociedad se desarrolla el culto y vive cada vez más próspero un pueblo que sabe explotar los encantos de la naturaleza de que está rodeado y hacer grata la estancia de los devotos, brindándoles comodidades, confort y atractivos».

En 1906, las obras se encontraban aún «a poco más de un metro de flor de tierra». Doña Paz y la marquesa de Squilache lograron recaudar unos cuantos miles de pesetas para dar otro empuje a la edificación y un año después, los infantes doña María Teresa y don Fernando inauguraban la primera capilla de la basílica. Pero no bastaba. Hacían falta más miles de pesetas, otros muchos miles.
Aún hoy hacen falta. Pese a los diversos impulsos que se le ha dado desde entonces a su construcción, la basílica de la copatrona de España está inacabada. Solo en la maqueta que realizó Jerónimo Cotobal se ha llegado a completar el proyecto de Repullés.

Martín Alonso denunciaba en 1984 que se hallaba casi en el mismo estado que en 1934 y subrayaba: «Tratándose de una gloria inaccesible y sin disputa, de un valor internacional en las letras místicas, resulta una demora inconcebible, y en palabras claras, una vergüenza nacional».
En 2010, la edición de Castilla y León deABC informaba de que la Basílica de Santa Teresa seguiría inacabada. El Obispado salmantino había decidido parar las obras a los dos años de reiniciarlas, al no lograr donativos para continuar. «En la actualidad, al igual que cuando se inició, se sigue trabajando con las aportaciones voluntarias de los fieles y esperando que puedan llegar donativos y fondos, no solo privados, sino también públicos», destaca la web de la villa Alba de Tormes.