Los secretos del Cuartel de los Inválidos: el lugar reservado a los héroes olvidados de España
En mayo de 1930, ABC se coló en el cuartel, situado en la Calle de la Cruzada, para conocer los entresijos de una unidad que, con las guerras de Marruecos en su máxima ebullición, no paraba de recibir nuevos efectivos
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La Guerra de Sucesión que acabó con los Borbones sentados en el trono dejó un gran número de soldados mutilados y con graves lesiones, por lo que el Monarca Felipe V estableció una serie de medidas para ayudarlos y crear batallones integrados por este tipo de combatientes. Sin embargo, hubo que esperar a la llegada al trono de Isabel II para que fuera inaugurado el Cuartel de Inválidos el 19 de noviembre de 1838 en Madrid. Desde la creación formal del cuerpo hasta su extinción, durante la Segunda República, transcurrió más de un siglo de historia, de gestas y de anécdotas.
En mayo de 1930, ABC se coló en el cuartel, situado en la Calle de la Cruzada, para desvelar los secretos de una unidad que, con las guerras de Marruecos
en su máxima ebullición, no paraba de recibir nuevos efectivos. Lo más llamativo, a ojos actuales, es que este espacio dedicado a personas con movilidad reducida, «un caserón laberíntico», carecía, según el periodista Rafael Villaseca, de la mínima accesibilidad: «Por su gusto, todo el grupo de jefes y oficiales que nos rodea nos habría acompañado. Pero en el grupo casi todos son cojos, demasiado cojos para afrontar, en visita presurosa y periodística, la desnivelada topografía del inmueble», apunta.
![Imposición de una Cruz Laureada al teniente coronel de Inválidos D. Manuel Barreiro en Vigo.](https://s1.abcstatics.com/media/archivo/2022/05/27/5554696-kvXB--510x349@abc.jpg)
Finalmente, los oficiales decidieron que hiciera las veces de guía el teniente coronel Ricardo Monet, «que está mejor de piernas», pero quedó manco en el Barranco del Lobo. Cuenta Villaseca, que desde luego acudió al lugar con cierta rechifla, que el paseo le fue impresionando a cada metro, «pero a la cuarta o quinta vez que una nueva presentación invita a incorporarse penosamente, tras de su mesa de trabajo, a otro mutilado ya no sabemos cómo repetir, abrumados: "Por Dios, no se levante usted"».
Gloria y lástima
En total, el número de efectivos del cuerpo era de 1.434, la mayoría procedente de infantería, y estaban divididos en dos secciones: Inválidos de guerra e Inválidos inutilizados en acto de servicio. La principal discapacidad entre ellos era la pérdida o inutilidad de alguna extremidad, pero también contaban con invidentes o paralíticos, que recibían una pensión superior. El teniente coronel Ricardo Monet advertía de la gran longevidad entre sus filas: «Yo creo que el mutilado se aterra a la vida con mayor ansia que el hombre sano. Hay inválidos todavía de la última guerra carlista y muchos de la de Cuba y Filipinas. El Cuerpo se honra con 11 laureadas de San Fernando y otro gran número de cruces, entre ellas, 12 de Sufrimientos por la Patria».
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En el cuartel solo se encontraba un reducido número de «inválidos» pertenecientes a las clases de tropa. Los demás vivían esparcidos por España, en sus tierras, en sus casas, con sus familias. El caserón tenía, en palabras de Villaseca, un gran número de servicios adaptados, pero le faltaba «un poco de sol y de alegría, entrar en los dormitorios es sumergirse en la múltiple sombra de un viejo callejón madrileño, de unos muros espesos, de un ámbito húmedo y frío. La limpieza —una limpieza sin brillo— es, en verdad, el único ángel tutelar que suaviza la gris melancolía de estos interiores».
El cuartel estaba lleno de héroes y laureados, pero también de un ambiente trágico, como la propia guerra. «Mas, a pesar de estas bizarrías y de la alegre y consabida despreocupación de la tropa, que donde esté retoña, la emoción de este cuartel silencioso, sin músicas ni canciones, contrista el ánimo. Para los qué han leído las últimas novelas de la guerra, ahora en boga, se diría que reproduce el gusto amargo, la desolación humana que agobia al cuadro del día siguiente del combate, ensombrece el epílogo de las batallas. Como la guerra, el cuartel de Inválidos es una mezcla penosa de gloría y de lástima. De gloria lejana y de lástima presente y poco consolada. Porque es fatal e inevitable; tras de una guerra y al lado del héroe estatutario, y para toda la vida, queda esta multitud dé héroes momentáneos y anónimos, me sobreviven a una hazaña sin brillo y que pronto pasan a ser algo así como ex héroes, supervivientes, ¡inválidos!».
Dos años después de la visita de ABC, el Cuerpo de Inválidos Militares sufrió un nuevo y drástico cambio con una ley que lo declaró a extinguirse, manteniendo el derecho a su permanencia en el mismo solo los que hasta la fecha de promulgación del texto hubieran ingresado en el Cuerpo.