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El salvaje atentado que ETA planificó durante meses para reventar la final del Mundial de España

La banda dijo públicamente que los españoles no tenían de qué preocuparse, que a los terroristas también les gustaba el fútbol, pero sabía que aquel era el escaparate perfecto para sus reivindicaciones independentistas y para sembrar el terror

Montaje de la selección española levantando la copa del mundo en el Santiago Bernabéu, en 1982, con el logo de ETA
Montaje de la selección española levantando la copa del mundo en el Santiago Bernabéu, en 1982, con el logo de ETA - ABC
MadridActualizado:

El 19 de abril de 1982, ABC sacó una edición especial a media mañana para informar del atentado de ETA contra una central de Telefónica ubicada en la calle Ríos Rosas de Madrid. No hubo muertos, solo un herido, pero el valor de los daños provocados por las seis bombas que colocaron los terroristas ascendieron a nada menos que 3.283 millones de pesetas. A estos habría que sumar otros 1.316 que la compañía dejó de ganar por los destrozos, según las estimaciones realizadas en 1996 por el juez Garzón, durante el juicio contra los nueve responsables.

La portada, con una imagen del interior del edificio reducido a escombros, titulaba: ‘El Ejército, de nuevo en la lucha anti-Eta: alerta general contra el terrorismo’

. El editorial a toda página hablaba de ‘Terrorismo y democracia’, al que seguían seis páginas de fotografías con los destrozos provocados por las explosiones. Además, un primer artículo advertía: «La impresión ayer en Madrid era que España puede encontrarse ante la escalada más fuerte del terrorismo en los últimos años». ABC también recogía las declaraciones de Manuel Fraga sobre el atentado: «Estamos ante un caso de guerra revolucionaria que no quiere ser reconocido como tal». Y del lídero del PSOE, Felipe González: «Vivimos la angustia de una violencia criminal y ciega».

Solo en ese año la banda terrorista había matado a 11 personas. La última, dos días antes: el policía Nacional Vicente Luis Garcera fue ametrallado por varios etarras en una emboscada, mientras se dirigía en una tanqueta policial al cuartel después de haber prestado servicio en una subestación eléctrica. Murió pocas horas después en el hospital de Navarra. Sin embargo, y a pesar de las impresionantes imágenes que dejaron las seis bombas colocadas en la sede de Telefónica, el atentado del día 19 de abril era solo un ensayo para la catástrofe que querían provocar, tres meses después, en la final del Mundial que se iba a celebrar ese año en España.

Estados en el que quedaron las instalaciones de Telefónica, tras el atentado de abril de 1982+ info
Estados en el que quedaron las instalaciones de Telefónica, tras el atentado de abril de 1982 - ARCHIVO ABC

Un escaparate perfecto

ETA sabía perfectamente que el evento deportivo más importante del año en todo el mundo, en uno de los momentos más cruciales de la historia de España, era el escaparate perfecto para sus reivindicaciones independentistas. Que todo saliera bien era un reto enorme para el Gobierno y su preocupación, máxima. No hay que olvidar que la Transición estaba en marcha, la democracia se estaba construyendo y el ingreso en la Comunidad Económica Europea peligraba. La banda terrorista era, además, el infame protagonista de la actualidad política en sus años más sangrientos: entre 1978 y 1980 había asesinado a 244 personas, un 30% de todos los muertos causados a lo largo de su historia.

Es cierto que, en las semanas previas, ETA había anunciado que no atentaría directamente contra los equipos ni la competición. «A nosotros también nos gusta el fútbol», había declarado uno de sus portavoces en una concentración de apoyo a etarras. Parecía una broma macabra y resultaba difícil fiarse. «Lógicamente no podías bajar la guardia ni fiarte de lo que prometiera un terrorista, sobre todo, cuando Jon Idígoras había estado concediendo entrevistas en las que aseguraba que, por supuesto, el Mundial se iba a aprovechar para dar a conocer al mundo la causa de la izquierda abertzale», cuenta Alberto Ojeda, autor de 'Cuero contra plomo: fútbol y sangre en el verano del 82' (Altamarea, 2022).

En julio de 1981, el histórico dirigente de Herri Batasuna, brazo político de ETA, comentó en 'La Repubblica' que la competición podría «saltar en mil pedazos» si el Estado español no atendía a sus aspiraciones vascas. «No es el mejor momento para organizar un Mundial. Hubiese sido mejor hace diez años o dentro de diez, con la autocracia o con la democracia ya estabilizada», reconoció en ABC Raimundo Saporta, presidente del comité organizador. También sembró la duda Xabier Arzalluz, presidente del PNV: «ETA probablemente no tocará a un solo futbolista, periodista o turista extranjero, pero podría matar a un policía coincidiendo con los Mundiales. Si Saporta quiere negociar, es oportuno que lo haga. Con ETA no caben las bromas».

Reportaje publicado por la escalada de violencia tras el atentado contra la sede de Telefónica+ info
Reportaje publicado por la escalada de violencia tras el atentado contra la sede de Telefónica - ARCHIVO ABC

El primer asesinato

En efecto, el 13 de junio de 1982, mientras se celebraba la ceremonia inaugural en el Santiago Bernabéu, José Javier Beloqui paró un taxi en Rentería a punta de pistola e introdujo a su chófer en el maletero. Sin sacarlo de allí, condujo junto a su compañero de ETA José Aparicio Sagastuma hasta el Alto de Capuchinos y estacionó. Una vez allí, sacó su rifle Winchester, colocó la mira telescópica y disparó sobre la cabeza de un guardia civil de 25 años, José Luis Pernas, que dejó huérfanas a dos niñas. Fue el primer asesinato perpetrado por la banda, al que siguieron otro dos en el mes de competición.

‘Cambio 16’, sin embargo, aseguró en una reportaje publicado en 1984 que ETA sí que quiso «personarse» y atentar directamente contra la competición, en concreto en la final, que sería vista en la televisión por miles de millones de personas en todo el mundo. Según la revista, la banda tenía la intención de volar ese día varias centrales de energía eléctrica e instalaciones de Telefónica y Radio Televisión Española para forzar la suspensión del partido entre Italia y la Alemania Federal que se iba a celebrar en el Bernabéu.

Según cuenta Ojeda en su libro: «Durante los meses previos, ETA habría estado sondeando in situ las posibilidades de la acción. Los autores de la información, Juan Gómez y Miguel Ángel Liso, apuntaban que el atentado contra la central de Telefónica de Ríos Rosas, perpetrado el 19 de abril de 1982, era una especie de ensayo de la pretendida irrupción postrera en el Mundial. Aquella madrugada estallaron ciento setenta kilos de Goma-2 en diversas plantas del edificio, un enclave estratégico en las comunicaciones del país».

Un testigo contó así a ABC la escena de terror que presenció: «De inmediato corrimos hacia el edificio, porque vimos que se estaba derrumbando, pero no sabíamos que había sido un atentado. Al mismo tiempo, numerosos balcones y ventanas se abrieron y empezó a asomarse la gente. Algunas personas gritaban al ver el edificio de Telefónica medio derrumbado y del que salían llamas».

Páginas de ABC que recogieron los daños de las bombas contra telefónica en 1982+ info
Páginas de ABC que recogieron los daños de las bombas contra telefónica en 1982 - ARCHIVO ABC

Etarras, disfrazados

Aquel día, según detallaba este diario, unos 700.000 teléfonos y 200.000 líneas se vieron afectadas. «Los etarras, por cierto, se presentaron ante el conserje y el guardia jurado como policías en misión especial por el Mundial 82 y la amenaza terrorista que pendía sobre él», añade Ojeda. Al parecer, el anuncio de tregua que estaba en la agenda política durante las semanas anteriores solo buscaba despistar para que las fuerzas de seguridad se relajaran mientras dos comandos destinados en la capital buscaban «apagar» la final.

Sin embargo, los terroristas tuvieron que volver a Francia sin conseguirlo, debido a que las autoridades españolas alertaron a la Dirección General de Seguridad del Estado que rápidamente reforzó el dispositivo antiterrorista y abortó el plan etarra. En su huida apresurada, los comandos se dejaron dos toneladas de Goma-2 enterradas, lo que probaba sus intenciones.

La selección italiana de Rossi, Zoff, Pertini y Bearzot levantó el trofeo tras ganar a los alemanes por 3 goles a 1. La imagen de país fiable, capaz y moderno que había transmitido España a lo largo del mes que duró la competición no se vio muy afectada. Así lo ratificó el mismo Henry Kissinger, exsecretario de Estado de Estados Unidos, cuando declaró que «el Mundial ha salido perfecto». Durante la final, tan solo fueron detenidos seis carteristas y siete revendedores en los aledaños del Santiago Bernabéu. De los etarras, ni rastro.

Fue en 1996 cuando el juez Baltasar Garzón procesó a una serie de dirigentes de ETA por su participación en el atentado contra la central de Telefónica: Francisco Múgica Garmendia, Pakito; Juan Lorenzo Lasa Mitxelena, Txikierdi; José Ignacio Arakarna Mendía, Makario; Belén González Peñalba y a los militantes de la organización José Ángel Urtiaga Martínez, Javier Cervera López, José Luis Sebastián Martínez y David Blanco Corbal, así como al arrepentido Juan Manuel Soares Gamboa. La resolución fue consecuencia directa de las declaraciones de este último etarra arrepentido.

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