El día que la OTAN más española casi desencadena la Tercera Guerra Mundial con Rusia
El general Wesley Clark, comandante jefe de la OTAN, llamó a Javier Solana para informarle de un despliegue no autorizado en Kosovo por parte de los rusos. El estadounidense estaba convencido de atacar a cualquier precio
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Sigue en directo la última hora de la cumbre de la OTAN en Madrid
![Maniobras de entrenamiento de la Legión dentro de la OTAN.](https://s1.abcstatics.com/media/archivo/2022/06/29/1420515279-k3EB--620x349@abc.jpg)
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La Cumbre de la OTAN celebrada en Madrid durante el verano de 1997 marcó un cambio en los vientos internacionales. Hasta esa fecha, la Alianza Atlántica había reconducido su histórica rivalidad con la URSS hacia un acercamiento amistoso con la Rusia de Boris Yelsin, lo que se había traducido en la firma de un acuerdo de seguridad entre ambas entidades. El propio presidente ruso fue invitado a Madrid, pero decidió ausentarse ante los planes expansionistas de la OTAN hacia el Este, esto es, hacia sus fronteras.
La entrada de Hungría, Polonia y República Checa en la alianza terminó por destruir todos los lazos que se estaban tejiendo entre los viejos bloques de la Guerra Fría. El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Yevgueni Primakov, calificó este acuerdo y la expansión atlántica de «grave error, quizás el mayor cometido por Occidente desde el final de la Segunda Guerra Mundial».
Primakov lamentó que se hubiera roto de golpe los acuerdos entre el Gobierno de Moscú y la organización atlántica, suscritos solo unos meses antes en París.
La trampa de Kosovo
De casta le venía a la OTAN ver en Rusia una amenaza a la seguridad mundial, pero en este caso no se trataba solo de un mecanismo activado al azar, sino una consecuencia de las compleja guerra de Kosovo, un conflicto armado en el que Rusia entró como aliado de la República Federal de Yugoslavia. Rusia estaba de acuerdo con frenar los ataques serbios contra la población civil de las distintas partes que anhelan independizarse de Yugoslavia, pero prefería limitar la presencia de la OTAN en su mínima expresión. De hecho, la principal razón por la que la Alianza Atlántica se limitó a bombardear objetivos serbios tanto en 1995 como en 1999, y no pudo desplazar tropas terrestres, fue por la oposición frontal de Rusia.
El Klemlin sintió los bombardeos del 99 como una humillación. De manera más simbólica que efectiva, la Duma rusa respondió condenando los bombardeos de la OTAN y adoptando una resolución por unanimidad para defender a su aliada Yugoslavia con su ejército en caso un eventual ataque terrestre.
![Aznar pasa revista a las tropas en el acuartelamiento Istog, al oeste de Kosovo.](https://s1.abcstatics.com/media/archivo/2022/06/29/9205121-k3EB--510x349@abc.jpg)
En junio de ese año, un acuerdo se apareció en el horizonte para poner fin a la sangría. Como narra Antonio Sánchez Pereyra en su libro 'Geopolítica de la expansión de la OTAN' (Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades-UNAM), los 70 días de bombardeos terminaron en un acuerdo con Belgrado para que una fuerza de paz bajo el mando de la ONU y con tropas rusas en sus filas, ya fuera bajo este paraguas o de manera independiente, entraran en Kosovo y en todo el país concluir el conflicto.
Aunque Rusia se aseguró en la operación el papel de mediador y de observador sobre el terreno, resultaba complicado para el Kremlin tragar con una medida que, de facto, daba acceso a las fuerzas de la OTAN a toda Yugoslavia. La Duma rusa denunció el acuerdo como una traición contra los «hermanos yugoslavos» y un nuevo juego de trileros de la Alianza Atlántica. Varios políticos rusos hablaron de la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial provocada por la imprudencia de la Alianza Atlántica.
Además, incumpliendo lo prometido originalmente la OTAN tomó directamente el liderazgo de las operaciones en Kosovo y firmó el 9 de junio de 1999 con Yugoslavia un «acuerdo técnico militar» para la retirada de los serbios de esta región. Rusia, que veía acumularse los agravios, subió de golpe el tono de sus declaraciones ante lo que imaginaba un ataque contra sus intereses. «La estrategia de la OTAN en Kosovo ha estado aguijoneando a un oso herido. Esto no es inteligente a menos que se esté preparando para matarlo. Dado que nadie en la OTAN quiere ir a la caza del oso, tratar a Rusia con el imponente desprecio con el que lo hizo la OTAN ha demostrado en las recientes semanas que no es juicioso», dejó escrito por esas fechas un informe de la consultoría estratégica Stratford.
«No vale la pena iniciar la Tercera Guerra»
Los rusos enviaron desde Bosnia a Kosovo a un contingente de soldados movilizados a toda prisa, entre ellos 200 paracaidistas enviados sobre el aeropuerto de Pristina, punto central del país y con avanzadas tecnologías subterráneas, sin avisar al resto de fuerzas. Este movimiento cayó con sorpresa, o al menos la escenificaron, entre las fuerzas de la OTAN, que aceleraron su propio despliegue. La entrada en Kosovo de estos dos comandos independientes, uno de Rusia y otro de la OTAN, devolvió al mundo a la Segunda Guerra Mundial, cuando soviéticos y estadounidenses iniciaron una carrera hacia Berlín por ver quién llegaba antes.
![Bill Clinton saludando a Javier Solana.](https://s1.abcstatics.com/media/archivo/2022/06/29/7809994-k3EB--220x220@abc.jpg)
Al enterarse del despliegue no autorizado, el general Wesley Clark, comandante jefe de la OTAN, llamó al secretario general Javier Solana, quien confirmó que había una situación de transferencia de autoridad en el área. Solana dio autorización para que un grupo de paracaidistas británicos y franceses se trasladase en helicóptero para tomar el aeropuerto por la fuerza. El peligro estaba tanto en que los rusos no quisieran colaborar como en que los serbios contestaran con violencia debido a que todos estos movimientos se hicieron antes de la hora acordada con Belgrado. De hecho, como esta operación estaba fuera del acuerdo recientemente firmado Francia se sintió libre para retirar a sus hombres.
Las primeras tropas de la OTAN que entraron en Pristina fueron las fuerzas especiales noruegas y los soldados del SAS 22 británico, aunque, para vergüenza de la OTAN, las tropas rusas ya estaban asentadas férreamente en el aeropuerto en ese momento. El general británico Michael Jackson se desplazó en helicóptero a Pristina y se reunió con el general Víctor Zavarzin, que comandaba la pequeña fuerza rusa en el aeropuerto. En un clima de buena actitud, el británico y los rusos compartiendo botellas de whisky y buenas palabras.
Entre políticos el ambiente también bajó rápido de temperatura tras la bravuconería inicial. Moscú exigía que un sector de Kosovo quedara por completo bajo su control, pero estaba abierto a aceptar que la OTAN ostentara el mando único y hasta excusó la toma del aeropuerto en que era una decisión tomada por mandos militares a espaldas de Yeltsin. No obstante, el general norteamericano Wesley Clark insistió a su homólogo británico en que arrebatara como fuera el control del aeropuerto a esta aislada fuerza rusa. La orden era movilizar una flota de helicópteros para inutilizar el aeropuerto. Afortunadamente para la supervivencia de la vida humana, Jackson se opuso a las órdenes de su superior con esta respuesta: «No, no voy a hacer eso. No vale la pena iniciar la Tercera Guerra Mundial».
Jackson le recordó a Clark que el apoyo ruso había sido fundamental para lograr un acuerdo de paz en Kosovo, y que bloquear la pista podía explotar un conflicto donde no había nada. Amparado en que respondía a las directrices del Secretario General de la ONU, Clark ordenó de nuevo y de manera directa que bloqueara la pista a Jackson, quien sugirió que los tanques británicos serían más adecuados para esta misión, a sabiendas que esta posibilidad sería vetada por el gobierno británico. Y así fue. Jackson salvó la crisis.
En los siguientes días, los Estados Unidos usaron su poder diplomático para impedir que Rusia pudiera desembarcar más tropas en Kosovo. Yelsin se vio obligada a cancelar el envío de nuevos continentes después de que Bulgaria, Hungría y Rumania rechazaron sus solicitudes para utilizar sus espacios aéreos. Finalmente, se acordó que las tropas rusas actuarían de manera independiente de la OTAN, pero coordinando sus acciones con esta. Una opción intermedia para, al menos, salvar el honor del oso ruso.