El olvidado desastre militar que desangró a la Rusia del último Zar y sacó a la luz sus debilidades como imperio
La Rusia de Nicolás II era un gigante con pies de barro que quería demostrar al mundo que se contaba entre las grandes maquinarias militares del globo, pero demostró justo lo contrario
![Cañón del ejército imperial de Japón.](https://s3.abcstatics.com/media/archivo/2022/03/16/7750059-kpjE--620x349@abc.jpg)
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La guerra desencadenada a principios del siglo XX entre Rusia y Japón tiene ciertas similitudes con la invasión ordenada por Vladimir Putin sobre Ucrania. En ambos casos, el conflicto sacó a la luz las tácticas desfasadas, el armamento obsoleto, las tensiones internas y los fallos logísticos de un país que, al menos en lo militar, se suponía una de las grandes potencias del mundo, pero tenía demasiados talones de Aquiles.
La presentación de dos países renovados
La Rusia de Nicolás II era un gigante con pies de barro que quería demostrar al mundo que se contaba entre las grandes maquinarias militares del globo. A la llamada del Zar para ir a la guerra contra Japón, país con una creciente armada y unas ambiciones territoriales que chocaban con los rusos en el Pacífico, la nación apoyó la campaña con entusiasmo.
Tanto Japón como Rusia eran países donde pervivían estructuras semifeudales y que ambicionaban entrar en el canon de la modernidad, aunque para ello tuvieran que saltarse etapas. En la edición de ABC publicada el 2 de marzo de 1904, Angel María Castell elogiaba la gran transformación japonesa, que había dejado atrás su leyenda de pueblo pintoresco y armado con primitivas katanas, al tiempo que celebraba el paso al frente de la otrora tiránica Rusia:
«Y sin negar el atraso político de Rusia, empieza a notarse que no es todo avaricia en sus actos de política internacional; que el ferrocarril transiberiano, colosal obra honra de su siglo, no es un negocio de agiotistas; que no son hordas de cosacos lo que echa sobre las tierras de Asia, sino simiente de progreso, abriendo puertos al comercio del mundo entero, tendiendo vías de comunicación, brindando amplios horizontes á la iniciativa vigorosa de la industria universal».
![Caballería rusa de la época.](https://s1.abcstatics.com/media/archivo/2022/03/16/24477186-kpjE--510x349@abc.jpg)
Ambas naciones en proceso de modernización tenían cuentas pendientes tras la guerra chino-japonesa de 1894-95, que Japón había ganado a China, aliado de Rusia, y entraron en conflicto por los territorios de Manchuria y la estratégica península de Liaotung. El resentimiento japonés por la intromisión rusa en esta zona que consideraban de su propiedad se transformó en indignación cuando, años después, China concedió Liaotung durante 25 años prorrogables al Zar.
A principios de enero de 1904, Tokio y Moscú rompieron relaciones y dieron paso a los tiros. La marina nipona, dirigida por el almirante Togo, atacó las fuerzas rusas destacadas en Port Arthur, en el extremo sur de la punta de la península de Liaodong. Según informaba ABC, los japoneses usaron para atacar el puerto torpedos cargados de melinita, esto es, ácido pícrico que al explotar envenenaba la sangre de la gente próxima:
«Es uno de los explosivos más poderosos que se conocen. Su fuerza es superior a la del algodón pólvora comprimido y a la de la dinamita, al par que es insensible a los choques y muy resistente a la humedad».
Un gigante no tan gigante
Nicolás II minusvaloró a su enemigo y se prestó a una guerra que pensaban fácil de ganar. La prensa mundial también estaba convencida de la superioridad militar de los rusos sobre los japoneses, como así refleja ABC en un artículo publicado el 29 de diciembre de 1903:
«La escuadra rusa se compone de siete acorazados modernos, dos cruceros acorazados modernos, nueve cruceros protegidos y treinta y cinco torpederos y contratorpederos. La escuadra japonesa cuenta con seis acorazados menos modernos que los de Rusia, seis cruceros acorazados, dieciséis cruceros protegidos y setenta torpederos y contra-torpederos».
![Heridos japoneses tras luchar contra los rusos.](https://s2.abcstatics.com/media/archivo/2022/03/16/24477192-kpjE--510x349@abc.jpg)
Rusia era capaz de poner en pie de guerra 4.800.000 hombres, frente a los solo 500.000 hombres de Japón. Sin embargo, dos cuestiones comprometieron las posibilidades rusas desde el comienzo: en Manchuria, apenas tenían tropas con las que defender sus intereses, pues el grueso de su ejército guardaba territorios tan vastos como las regiones de San Petersburgo, Moscú, Vilna, Kiev, Varsovia, Kazan, Idesa, Cáucaso, Turquestán, Omsk, etc; y, por otra parte, la distancia impedía que llegaran refuerzos rápidamente, salvo por el ferrocarril transiberiano.
La flota rusa estaba dispersada por los mares de todo el mundo, sin que ninguna tuviera buen accedo al Pacífico a corto plazo. Además, el vicealmirante ruso Makarov, al mando en Port Arthur, perdió en los primeros días su flota en la zona intentando arrebatar a los nipones el dominio del mar Amarillo. Al regresar al puerto tras una incursión, su nave topó con una mina que provocó la muerte de Makarov y de casi toda la tripulación.
El caos y las protestas
Libre para moverse por el mar sin más enemigos, un ejército japonés desembarcó en Manchuria y un segundo contingente reforzó la península de Liaotung. En enero de 1905, tras un asedio de cinco meses, Port Arthur se rindió en un desastre que sacudió Rusia y atizó a la oposición, que pedía reformas urgentes y acabar con una guerra donde iba «el soldado ruso a la muerte para que el Zar, dueño ya de territorios inmensos, adquiera nuevos dominios en Manchuria y en Corea; para que el Gobierno, después de arruinar con abrumadores impuestos a ciento ochenta millones de hombres, explote a veinte millones de súbditos más», en palabras de un manifiesto obrero que se extendió por Rusia. Una multitud reunida ante el palacio de Invierno fue dispersada a tiros por la guardia del zar en un episodio conocido como el Domingo Sangriento, con más de cien muertos y dos mil heridos.
Las tropas del Zar y las del Sol Naciente se enfrentaron en la decisiva batalla de Mukden, en la primavera de 1905, donde los japoneses infligieron graves daños al ejército ruso y le obligó a replegarse al norte de Manchuria. La última esperanza del Zar quedó apostada a que el contralmirante Rozhestvenski, a la cabeza de la flota del Báltico, lograra llegar al Pacífico y cambiara la suerte del conflicto. No obstante, con la escasez de medios y el gran esfuerzo que le supuso una travesía tan larga, cerca de 18.000 millas náuticas, Rozhestvensky solo recorrió el mundo para hundirse a las puertas de Japón.
La travesía estuvo marcada por el despropósito casi desde el inicio: la flota rusa disparó por el camino botes pesqueros británicos a los que confundieron con lanchas torpederas niponas, uno de los barcos cortó un cable submarino que unía Tánger con Europa, de modo que las comunicaciones con África quedaron interrumpidas durante cuatro días; y el buque taller de la flota disparó también por accidente más de 300 obuses a un pesquero alemán, una goleta francesa y un mercante sueco. El 5 de noviembre, el diario ABC dio fe del paso de esta desafortunada flota por Vigo:
«La presencia de los acorazados rusos que componen parte de la escuadra del Báltico en un puerto español ha despertado los recelos y las suspicacias internacionales».
Rozhestvensky, completamente desesperado, sumido en una profunda crisis nerviosa y aquejado de frecuentes migrañas, acudió finalmente a Japón para estrellarse en el estrecho de Tsushima. La flota fue completamente destruida y su comandante capturado por Togo el 27 de mayo de 1905. ABC se hizo eco el 1 de junio de 1905 de las desastrosas noticias que llegaban sobre el destino del almirante:
«Todas las esperanzas de desquite de los anteriores desastres que Rusia cifraba en la escuadra de Rozhestvensky, han tenido un desengaño trágico La arriesgadísima operación del almirante moscovita para franquear los Estrechos de Corea y ganar el mar del japón, estaba combinada con la salida de Vladivostok de barcos rusos, a fin de coger al enemigo entre dos fuegos, si no era posible atravesar dichos Estrechos sin trabar batalla con la flota de Togo. Si el éxito hubiera sido favorable, la temeridad de Rozhestvensky hubiera hecho de él un héroe; pero las probabilidades de las empresas aventuradas son bien escasas El almirante Togo, conocedor del sitio por el que había de pasar la escuadra enemiga, la esperaba, y la inteligencia y la serenidad de los japoneses han hecho imposible aquella aventura. Las noticias que van llegando, en medio de la natural confusión de los primeros momentos, dan clara idea de la magnitud del desastre».
![Consejo de guerra contra los almirantes rusos acusados de provocar el desastre.](https://s1.abcstatics.com/media/archivo/2022/03/16/7374098-kpjE--510x349@abc.jpg)
Sin más posibilidad que llegar a un acuerdo, tanto Japón como Rusia aceptaron la mediación del presidente estadounidense Theodore Roosevelt. Durante la Conferencia de Portsmouth, Japón logró el control de la península de Liaotung y de la parte meridional de Sajalín, el protectorado sobre Corea y la evacuación del ejército ruso de Manchuria. No en vano, Rusia perdió en las mesas diplomáticas menos de lo esperado frente a un Japón muy castigado por la disentería y la situación económica, pero los Romanov sembraron con su derrota y con su desprecio a las vidas de sus súbditos la semilla de algo más grave que una guerra. El estallido de la Revolución de 1905, aplastada a finales de año, fue el preludio de la que doce años después arrasaría a Nicolás II.