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El líder ucraniano al frente de la URSS en la Crisis de los Misiles: «Las bajas serán aterradoras»

Cuando la administración de Kennedy advirtió que Kruschev había instalado misiles atómicos en Cuba, se produjo un cerco sobre la isla y una crisis nuclear en octubre de 1962, hace justo sesenta años

Nikita Kruschev y Rodion Malinovski.+ info
Nikita Kruschev y Rodion Malinovski. - ABC
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Hasta que el presidente Bush esquivara con habilidad felina un zapato en Irak, ningún calzado había amenazado tanto la seguridad mundial como el de Nikita Kruschev en 1960. El jefe de la URSS en el momento más caliente de la Guerra Fría se quitó el zapato en la Asamblea de la ONU y, ni corto ni perezoso, lo esgrimió contra sus enemigos: «No nos asusta la guerra. Si se nos impone, combatiremos y venceremos. Las bajas serán innumerables y aterradoras. Somos comunistas y tenemos fuertes los nervios», amenazó dos años antes de la Crisis de los Misiles de Cuba. Una actitud desafiante que finalizó con la sesión suspendida y la impresión de que «algo grave, quizá irreparable, sucede en la ONU», como escribió el enviado especial de ABC, José María Massip, sobre «el clima de terror» que se vivió aquel día.

Nikita Serguéievich Jruschov se hizo cargo de la URSS tras el fallecimiento de Stalin. No dudó para ello en pisar sobre el cadáver de Beria Lavrenti, el torturador favorito de Stalin, y otros sucesores mejor colocados. Aunque nacido en el municipio de Kalínovka, que actualmente pertenece a la provincia rusa de Kursk y es tierra fronteriza, la familia se trasladó cuando solo era un niño a la localidad de Yúzovka (actual Donetsk, Ucrania), donde su padre empezó a trabajar en una mina de carbón. Kruschev se crió y educó en tierras ucranianas y se inició aquí en política.

En parte como compensación por estos crímenes, sería Kruschev quien en 1954 decidió regalarla a los ucranianos la península de Crimea en un gesto de buena voluntad para conmemorar el 300º aniversario de la anexión de Ucrania al imperio zarista

En 1939 fue nombrado primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Ucrania y en 1938 entró en el Buró Político del Partido Comunista, el círculo más cercano a Stalin. De 1944 a 1947 ocupó el puesto de presidente del Consejo de Ministros de Ucrania y luego volvió a ser nombrado primer secretario del Comité Central del Partido Comunista ucraniano. Desde su cargo a medio camino entre Moscú y Kiev, se esforzó por aplacar el nacionalismo ucraniano y tapar la política de hambrunas aplicadas con Stalin en un país que tradicionalmente había sido el gran caladero de trigo de la zona. En parte como compensación por estos crímenes, sería Kruschev quien en 1954 decidió regalarle a los ucranianos la península de Crimea en un gesto de buena voluntad para conmemorar el 300º aniversario de la anexión de Ucrania al imperio zarista.

Fidel Castro y Nikita Kruschev en Nueva York.+ info
Fidel Castro y Nikita Kruschev en Nueva York. - ABC

En sus memorias, Kruschev dejó escritos sus fuertes vínculos con esta tierra: «Voy a decir que el pueblo ucraniano me trató bien. Recuerdo con gusto los años que pasé allí. Este fue un período lleno de responsabilidades, pero agradable porque trajo satisfacciones ... Pero lejos de querer inflar mi importancia. Todo el pueblo ucraniano estaba realizando grandes esfuerzos... Atribuyo los éxitos de Ucrania a los ucranianos en su conjunto. No me extenderé más sobre este tema, pero en principio es muy fácil de demostrar. Yo mismo me rusifiqué, y no quiero ofender a los rusos».No en vano, el caso de Kruschev no era una excepción dentro de un imperio, cuyo corazón estaba en Rusia pero sus extremidades estaban conformadas por distintas nacionalidades y grupos étnicos. El propio Stalin era georgiano, como Ordzhonikidze; Mikoyán era armenio; Krzhizhanovski era polaco y Kaganóvich era judío.

Lo mismo y a la vez distinto

A la muerte de Stalin, Kruschev aplacó cualquier promesa de apertura del régimen, lo que quedó plasmado en la brutal represión de Hungría hacia 1956. El ucraniano también fue el artífice del «muro de la vergüenza» en Berlín para expulsar de allí a los occidentales. Confundió así el aislamiento, los muros y los telones con la verdadera paz. Su apuesta por una política de «coexistencia pacífica» con EE.UU. colisionó con un planeta completamente polarizado y con cada vez más armas nucleares sobre el tablero.

Fidel Castro y Nikita Kruschev en Nueva York.
Fidel Castro y Nikita Kruschev en Nueva York. - ABC

El hombre que restableció las relaciones con la Yugoslavia de Tito y las rompió con la China de Mao es recordado hoy casi en exclusiva por su papel en la Crisis de los Misiles, diez días que helaron el corazón del mundo. Cuando la administración de Kennedy advirtió que Kruschev había instalado misiles atómicos en Cuba, se produjo un cerco sobre la isla y una crisis nuclear en octubre de 1962. Solo la templanza de ambos líderes permitió una salida pacífica al desafío, con la renuncia de la URSS a la instalación de misiles y el compromiso norteamericano de no invadir Cuba.

Un final feliz que, sin embargo, minó a nivel interno el prestigio del líder soviético. En 1964 se le obligó a dimitir y fue sustituido por Leonid Breznev, que se encargó de que Kruschev permaneciera recluido en su casa de campo hasta su muerte en 1971. Su caída en desgracia recuperó a Stalin como apóstol incontestable del régimen. Aunque el ambiente de terror nunca abandonó el país durante su gobierno, Kruschev trató de distanciarse del sangriento dictador y de sus purgas. «¡Fueron tantos los enviados a la muerte! ¡Tantos de mis amigos fueron ejecutados por Stalin y Mao!», se lamentaba Nikita en sus últimos escritos.

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