Archivo ABC
Archivo

La intrépida aviadora que causó una «guerra» europea

Manuel Chaves Nogales fue distinguido con el Premio Cavia por sus reportajes sobre la llegada de Ruth Elder a España

Ruth Elder, fotografiada en Madrid+ info
Ruth Elder, fotografiada en Madrid
Actualizado:

Son muchos los que han oído hablar de Amelia Earhart, de su vuelo en solitario sobre el Pacífico y de su misteriosa desaparición, pero no tantos los que saben quién fue Ruth Elder, la intrépida aviadora estadounidense que causó sensación a finales de los años 20 del siglo pasado y hasta provocó una «guerra» en Europa. «En las últimas doce horas hemos visto fraguarse una nueva conflagración mundial alrededor de esta personilla deliciosa que es Ruth Elder», escribió Manuel Chaves Nogales en «El Heraldo de Madrid».

El notable periodista, que ganó el Premio Mariano de Cavia de aquel año por sus crónicas sobre el viaje de la bella muchacha a Madrid, subrayó que incluso España había salido de la neutralidad en este peculiar conflicto.

«Se trataba de saber qué país se llevaría, para exhibirla como trofeo, a la inefable "girl" americana y nosotros habíamos tomado parte en la contienda con la oferta de hospitalidad que el Aero Club le había hecho».

Ruth Elder se había lanzado a la arriesgada aventura de cruzar el Atlántico, en compañía del capitán George Haldermann de copiloto, desdeñando los formidables peligros que entrañaba la travesía. Intentos como el suyo habían costado ya la vida a los franceses Nungesser y Coli, a la princesa Loewenstein-Wecheim y a sus compañeros de viaje, y a Lloyd Bertaud y a Mounayre.

En su avión «American Girl», Elder despegó de Nueva York dispuesta a convertirse en la primera mujer en completar un vuelo transatlántico, pero fracasó. El aparato cayó al océano y rápidamente se inundó la cabina. «Comprendiendo Ruth y Haldermann que, si no seguía flotando el aparato hasta que se acercara el vapor Bazen Crecht, la muerte era segura, se dirigieron a un extremo de la cabina inundada. Arrastrándose y abriendo un agujero, pasaron por él a la parte alta del aparato», relató ABC. Cuando ya estaban decididos a tirarse al agua, vieron aproximarse al vapor holandés, que finalmente los recogió.

Establecieron, eso sí, un nuevo récord de vuelo de resistencia sobre el agua. También fue el vuelo más largo jamás realizado hasta entonces por una mujer.

Famosa y bella

Su malogrado viaje no impidió que Elder fuera recibida con gran entusiasmo cuando llegó en barco a Lisboa. Había una enorme expectación por conocer a esta guapa y atrevida piloto estadounidense.

+ info

La muchacha de 23 años era, a juicio de Chaves Nogales, «la única belleza de fama mundial» que no defraudaba a quienes la veían de cerca, siempre que se tuviese, claro, «un sentido moderno de la belleza femenina». Pues esta joven de apenas 53 kilos de peso, de ojos azules, melenita rebelde y figura estilizada era «la "american girl" por excelencia».

El futuro director del diario «Ahora» pudo observarla bien, puesto que viajó en su avión desde Lisboa a Madrid. «En la primera parte del viaje, Ruth va al volante. Enmarcada su cara por el casco de aviador, aguanta el viento fuerte, que opone una enorme resistencia al avance del avión. Con la melenita alborotada, fijos los ojos en los cronómetros y altímetros, Ruth se anima y parece revivir», escribió en pleno vuelo.

Elder se había encontrado febril y apagada durante los dos días que pasó en Lisboa, pero al mando del avión había recuperado su sonrisa y su gracia. «Su movilidad, esa maravillosa disposición para no estarse quieta nunca, es lo que la caracteriza. Cuando se ha cansado de ir en la cabina del piloto, se vuelve a la cabina de los pasajeros y la monotonía del viaje desaparece como por encanto. Ruth charla, sonríe, nos tira desde su butaca las flores deshojadas de los ramos que le han ofrecido al salir de Lisboa; come bombones, flirtea con los militares portugueses y con el serio Haldeman, que acoge con una benevolencia cariñosa las travesuras de su compañera».

Cuando súbitamente cambió el paisaje al entrar en España, Chaves Nogales se acercó a la aviadora y la saludó en nombre de los españoles, que anhelaban contemplar su belleza. Ruth le sonrió agradecida, estrechó enérgicamente su mano y, a petición del periodista, escribió en inglés: «¡Hola, España!» junto con su firma.

Batallas diplomáticas

De aquel viaje se había dicho que Elder iría directamente a Inglaterra, luego que llegaría a Lisboa y desde allí se trasladaría a París. A los franceses les hubiera gustado llevarse a la aviadora en un solo vuelo desde Portugal, sin tocar España, pero el avión debía aprovisionarse y ante la galante invitación española, la joven consideró una descortesía pasar por nuestro país sin dar siquiera las buenas tardes.

También pugnaron los diferentes países por proporcionar el avión en el que volaría la aviadora por Europa. Los portugueses intentaron que utilizase una línea regular hispano lusitana. La Unión Aérea Española puso a su disposición, para ello, uno de los aviones Junkers que hacían el servicio Madrid-Lisboa-Sevilla.

+ info

«Pero seguía la batalla. En París esperaban con impaciencia a Ruth Elder y, por otra parte, la ida de la aviadora a España no parecía muy oportuna a las grandes empresas que financiaron el vuelo del American Girl. Esto a más de la contrariedad que suponía para los periodistas de todo el mundo el no poder acompañar en el viaje a Madrid a Ruth Elder, porque en el Junkers solo quedaban tres plazas vacantes, que pronto subieron de precio fabulosamente», continuó narrando Chaves Nogales.

A Madrid

Tras doce horas de noticias contradictorias, de conversaciones diplomáticas ty de danza de radiogramas de Europa a América, llegó la hora de salida prevista para Elder, pero la joven no fue al aeródromo, para disgusto del numeroso público que la esperaba en Alverca. A las doce de la noche, por fin los servicios aéreos portugueses podían cantar la victoria de la Unión Aérea y Chaves Nogales la de España. «Nos llevamos a Madrid a la deliciosa "girl". Porque yo estaba dispuesto a irme en el Junkers con ella a cualquier precio», remarcó.

Y así lo hizo. Chaves Nogales libró otra batalla menos diplomática para conseguir subir a su avión. Solo hubo un momento en el que tal vez se arrepintió el entonces joven reportero. A unos 200 kilómetros de Madrid se escuchó un ruido extraño y uno de los motores se paró, ocasionando un rápido descenso del avión. Chaves Nogales confesó que su instinto de supervivencia se impuso sobre el interés profesional y rápidamente se precipitó sobre su asiento y se ajustó el cinturón de seguridad. Ruth Elder, que le vio, se rió a carcajadas y le dijo: «No tenga usted miedo, no pasa nada».

+ info

El aparato siguió descendiendo mientras el piloto luchaba por conservar con los otros dos motores la altura necesaria para llegar a Madrid. Mientras, la joven sacó de su bolso una barra de carmín y al ver que su coquetería despertaba la curiosidad de los periodistas, les dijo: «Me adorno un poco porque, si caemos, a los que vengan a recogernos si estoy pálida, no les pareceré bonita».

El Junkers aterrizó finalmente sin contratiempos en el aeródromo de Getae. «Ruth Elder, que en recuerdo del viaje había firmado los carnets de los viajeros, dio un hurra a España», contó Chaves Nogales antes de descender del avión. Y una vez en tierra, contestó al efusivo recibimiento sonriente y muy cariñosa.

Apenas pasó unas horas en Madrid, de paso para Francia, pero la joven enamoró a cuantos la conocieron. Y su breve viaje le abrió las puertas a Chaves Nogales al olimpo periodístico de los Cavia.

Artículo solo para suscriptores
Ver los comentarios