El inolvidable paso de la Venus de Ébano por Madrid
Josephine Baker llegó el 8 de febrero de 1930 en tren, procedente de París, para actuar en el Gran Metropolitano
![Madrid, 8/2/1930. Josephine Baker a su llegada a la estación del Norte. La cantante actuó del 10 al 16 de febrero en el teatro Gran Metropolitano, en la avenida metropolitana de la Reina Victoria](https://s2.abcstatics.com/media/archivo/2021/02/08/4482923-kDMG--620x349@abc.jpg)
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La Sirena de los Trópicos o La Venus de Ébano llegó a Madrid el 8 de febrero de 1930 en tren, procedente de París, para actuar en el Gran Metropolitano, teatro y cine en la avenida metropolitana de la Reina Victoria. La llegada de Josephine Baker, la reina del charleston, causó el natural revuelo en su época. El tren llegó quince minutos tarde a una Madrid nevado. En la estación esperaban periodistas, fotógrafos, algún dibujante y muchos curiosos. Y un botones que le llevó el ramo de flores con el que posa en la fotografía que traemos hoy a nuestra sección, entre fogonazos de magnesio.
El periodista de ABC que acudió a la estación acompañó en automóvil a la cantante de 26 años a su hotel y aprovechó para una breve entrevista
, en la que la Baker dijo que era su primera visita a España, que leía a Edgar Wallace -¿Quién no lo haría en aquella época?- y a Elynor Glenn, que prefería a los clásicos italianos a los alemanes y que había visto una exposición de Romero de Torres «que debería retratarme». La entrevista fue en inglés, francés y alemán. «La conversación de Josefina es agradable, viva, coloreada, graciosa, llena de élan», escribió el periodista. No hay firma que lo identifique.
![1930 (Ca.) Josephine Baker](https://s3.abcstatics.com/media/archivo/2021/02/08/1405574443-kDMG-U40193968036349-510x639@abc.jpg)
El 10 de febrero debutó Josephine Baker en el Gran Metropolitano. En la calle un centenar de relucientes coches. En el interior un público heterogéneo y distinguido espera conocer a la gran estrella del momento. El programa no era exclusivo, sino que había una película previa, que al crítico de ABC –de nuevo no identificado porque no firmó- no le gustó demasiado, «una aburridísima. Desesperante película», de la que no ha quedado testimonio.
Josephine Baker apareció en el escenario. «Las piernas largas, estrechas; delgados los brazos, la boca grande, el cabello barnizado y pegado al cráneo; sobre la cintura un adorno de colgantes plátanos. Los ojos grandes, la color no tan acentuada como pudiera suponerse. Algo extraño, pero fuertemente original. (…) El número consiste en una danza salvaje. Josefina Baker no baila al son del tam-tam como los salvajes, porque esto sería anodino y carecería de interés; baila como nosotros nos imaginamos que deben de bailar los salvajes: con saltos enérgicos, contorsiones violentas y una mímica en absoluto distinta a todo lo visto y aún a todo lo imaginado. Pronto el público advierte que lo que se le ofrece es lo estrambótico, pero vestido con elegancia, con “élan”, con arte, en suma. Josefina Baker termina su danza. Ha sorprendido fuertemente».
![1925 (CA.) La bailarina Josephine Baker](https://s3.abcstatics.com/media/archivo/2021/02/08/1405574442-kDMG-U401939680363vmD-510x789@abc.jpg)
Un paso fugaz el de la Baker por aquél Madrid de finales de los años veinte y principios de los treinta que se había modernizado. La Gran Vía alzaba ya sus flamantes arquitecturas que recordaban al Nueva York iluminado, y que con el rascacielos de la Telefónica alcanzó el techo de Europa, por una vez. El metro parecía una maravilla técnica, y las calles se presentaban bulliciosas. Era un Madrid en el que todavía convivían los personajes de Arniches y la verbena más castiza con el «jazz» descubierto como banda sonora de la modernidad. Un Madrid que pronto se vería herido por las bombas de la Guerra Civil.