La historia secreta de los Boy Scouts en España: la organización infantil que prohibió Franco
Los Exploradores de España fueron impulsados por el Rey Alfonso XIII como método para regenerar desde la infancia el espíritu nacional tras los desastres de finales del siglo XIX

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El movimiento de los Boy Scouts fue ideado en 1908 por el teniente general británico Robert SS Baden-Powell, apasionado de Peter Pan, con el objetivo de promover entre los más pequeños el buen civismo, el comportamiento caballeresco y una vida al aire libre. El propósito de fondo de este veterano de las guerras de Sudáfrica era promover el patriotismo entre los menores y un sentimiento de lealtad hacia la patria. En una carta publicada en el ‘Chronicle’ se mostraba a favor de que todo niño inglés, antes de dormir, se preguntara «¿Qué he hecho yo por el bien de mi país, además de lo que he hecho por mi propia diversión o por mi progreso?»
Esta militarización de los menores bajo el impulso del espíritu nacional iba en consonancia con los tiempos previos a las dos guerras mundiales, pero supo hacerse internacional y adaptarse a las peculiaridades de cada país.
Hacia 1910 había tropas de Boy Scouts en Suecia, México, Argentina y Estados Unidos, así como en países de la Commonwealth como Canadá, Australia y Sudáfrica. Para principios del siglo XXI, las organizaciones nacionales de Boy Scouts ya sobrepasaba los 170 países. España no fue una excepción.
«El tambor sonaba acompasado, y acompasados también marchaban ayer por las calles madrileñas hacia el campo los muchachos exploradores, luciendo el nuevo uniforme, altivos, marciales, orgullosos de su aspecto militar. Hay quienes sonríen escépticos y malhumorados ante esta organización infantil, sin perjuicio de no hacer nada práctico, ni acaso teórico, en favor de la juventud, como si el dar vida de campo á esas criaturas, sacando a muchas de ellas de las lobregueces insanas de sus viviendas, dotándolas de hábitos militares, de espíritu de disciplina y de vocación patriótica no fuese labor fecunda y meritoria. No importa; los boy scouts marchan indiferentes a esas críticas, atentos sólo al compás que les marca el tambor y al impulso de un noble sentimiento que en sus almas se despierta», relataba el 21 de abril de 1913 el diario ABC en una crónica sobre este llamativo desfile infantil tan bien acogido en la capital. El paso de los Boy Scouts castizos había echado a andar...
El desembarco español
Los movimientos regeneracionistas que buscaban consuelo nacional tras el desastre de Cuba y Filipinas vieron en el escultismo un instrumento para insuflar patriotismo a la juventud. Tras una primera tentativa en Barcelona, el movimiento desembarcó definitivamente en época de Alfonso XIII con la creación en 1912 de los Exploradores de España, una asociación infantil y juvenil fundada por Teodoro Iradier y Herrero. Este capitán de caballería conoció en Madrid al escritor y publicista Arturo Cuyás y Armengol, recién llegado de Estados Unidos, que le puso en conocimiento de una organización juvenil conocida como Boy Scouts.
A imagen de esta organización surgió, primero en Vitoria, la versión española del movimiento. De ahí se expandió por la Península. Asimismo, el primer núcleo de Girl Scouts también apareció ya por esas fechas, pero su existencia fue efímera y hubo que esperar hasta 1930 para encontrar una nueva manifestación de escultismo femenino.

En muy poco tiempo los Exploradores tuvieron un rápido crecimiento gracias al mecenazgo del Rey, quien se había criado en un ambiente marcial de desfiles infantiles en palacio. El Monarca, que soñaba con una juventud muy patriota, cedió a los exploradores una parcela en el monte de El Pardo para su uso como campamento permanente y hasta llevó a sus hijos a muchas de sus actividades. Precisamente en un espacio de la Corona, en el Real Sitio de San Ildefonso, se celebró el primer campamento nacional en julio de 1914 con 580 efectivos procedentes de los 68 comités de Exploradores que ya existían en España. Con motivo de esta reunión, Blanco y Negro dedicó un extenso reportaje al grupo:
«Celébrase estos días la primera asamblea nacional de esta admirable, de esta patriota institución, a la cual debieran sumarse cuantos aspiran al progreso de España. Al mismo tiempo que la Asamblea, y como elocuente muestra de su vitalidad y de su importancia, ha organizado la asociación de boy-scouts españoles otros actos interesantísimos, como la institución de la hucha del explorador, la exposición de trabajos manuales de exploradores y el festival de campamentos, con asistencia de la familia real, que debe verificarse hoy en el monte de El Pardo»

En 1917 el Rey aceptó la presidencia de honor de los Exploradores de España y contribuyó a definir su personalidad legal. Fue por entonces cuando se definió la confesionalidad de la institución, que creció y evolucionó secularmente a pesar de que en sus orígenes varios miembros del clero formaban parte de su cuadro de socios de honor. En una carta publicada por ABC en su edición del 11 de mayo de 1913, el arzobispo de Toledo había celebrado la iniciativa como favorable a la Iglesia española: «Me parece sumamente laudable el fin de esta nueva institución, que ha de tener grande influencia, no sólo en la salud física de la juventud, sino en la salud moral de España, que necesita respirar a pleno pulmón los aires puros del patriotismo y de la disciplina».

Con la dictadura de Primo de Rivera, padre de exploradores y de cuyo consejo nacional era vocal fundador, aumentó la popularidad y apoyos de la institución para el «mejoramiento de la raza» y ejemplo de solidaridad entre clases. Esto no hizo sino aumentar su cariz político bajo el militarista lema de «siempre listos para servir». De ahí que, cuando en 1931 se proclamó la República, casi inmediatamente se modificó la insignia del grupo, suprimiendo de ella la flor de lis que recordaba el mecenazgo real. Además, para el nacionalismo periférico el pasado centralista y monárquico de los Exploradores fue un impedimento en época republicana.
En vísperas de la proclamación de la II República, la sede de los Exploradores en Barcelona fue asaltada durante una huelga estudiantil y el sector más catalanista creó su propia organización de carácter regional, los Boy Scouts de Cataluña, que reivindicaba el uso de la bandera catalana en sus actividades y la total independencia en sus relaciones institucionales con la Oficina Scout Internacional de Londres.
Los monárquicos habían apadrinado la iniciativa y los republicanos la habían intentado hacer suya, mientras que Franco directamente pasó página. A principios de la dictadura franquista el grupo quedó prohibido y sus bienes fueron incautados en base a que «los fines que asigna a los Exploradores de España el artículo 1.º de sus Estatutos se hallan embebidos, aunque con desviaciones en su orientación, en las Organizaciones Juveniles de FET y de las JONS que dedican sus actividades a la formación y exaltación de la unidad del espíritu nacional, mediante de la educación moral, física, patriótica y premilitar, basada en los principios Nacional Sindicalistas», según dictó el Ministerio de Gobernación. Algo muy parecido ocurrió en otros regímenes autoritarios, como la Alemania nazi, donde fueron reemplazados por las Juventudes Hitlerianas, o en Rusia por la Organización de Pioneros de Vladímir Lenin.

Los falangistas se apoderaron de los símbolos de los Exploradores, incluido de su himno. Y es que hay quien ve en el ‘Cara al sol’, creado a mediados de los treinta, unas llamativas similitudes con el ‘Himno al sol’ de los exploradores: «¡De cara al sol quiero marchar! / Hacia la cumbre / mientras alumbre / la luz solar […] / Mi patria santa».
La prohibición supuso que muchos grupos desapareciesen, aunque otros tantos continuaron en la clandestinidad en el llamado «escultismo de espera» con el que se hacía la vista gorda. No sería hasta enero de 1977 cuando la Asociación de Scouts de España se legalizaría completamente.