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Los famosos duros sevillanos que no eran tan falsos

Algunas de estas monedas acuñadas ilegalmente contenían más plata que las de curso legal

La recogida de los duros sevillanos en la Casa de la Moneda+ info
La recogida de los duros sevillanos en la Casa de la Moneda
Federico Ayala Sörenssen / Mónica Arrizabalaga
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Los famosos «duros sevillanos» que dieron que hablar tanto o más que los duros antiguos de Cádiz y forjaron esa conocida expresión de «ser más falso que un duro sevillano» se diferenciaban de las monedas de plata de a 5 pesetas de curso legal en el trazo horizontal del número 5, en que la «F» de Alfonso XIII era más corta o en que tenían 22 rayas en lugar de las 21 oficiales. Pero también esos duros eran de plata. Es más, tal y como contaba en su «Historia de Sevilla» José María Mena, «¡tenían más cantidad de plata que los duros auténticos!». Aquel fue un caso pintoresco en la historia de las falsificaciones de moneda.

Desde 1876 todas las monedas en circulación en España tenían que ser de plata, pero la depreciación de este metal a finales del siglo XIX provocó que la moneda de cinco pesetas, el «duro», pasase a tener un valor intrínseco de dos pesetas y media.

Esto favorecía al Gobierno, que tenía el monopolio de la acuñación de monedas, y aprovechó la circunstancia para intentar inyectar en la economía más dinero. Pero también benefició a los falsificadores, que pudieron dejar de utilizar para sus falsificaciones la calamina o el cobre bañado en plata y utilizaron directamente plata, en semejante proporción y características que la estatal. Si los duros auténticos tenían 25 gramos y 900 milésimas, algunos de los acuñados ilegalmente contaban con 25 milésimas de plata más. Las monedas se hicieron además con gran calidad, lo que hacía difícil detectarlas, incluso para los técnicos de la Casa de la Moneda.

El diputado Julià Nougues contó en el Congreso el caso de una persona que había recogido del Banco de España quinientas pesetas en duros y cuando fue a realizar una operación a casa de un conocido banquero, éste de cien duros le rechazó cuarenta por sevillanos.

Se conocieron como «duros sevillanos» por la leyenda de que era un noble sevillano quien estaba detrás de su acuñación, con el beneplácito del Gobierno, y porque se creyó que fue Sevilla donde aparecieron por primera vez. También se les llamaba «duros de Covián», porque se creía que habían sido fabricados en la fundición así llamada que había en la zona de San Vicente, cercana a La Barqueta. Lo cierto es que hoy se sabe que los talleres estaban repartidos por toda España.

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El Gobierno, que había acuñado 200 millones de duros en 1898, se percató del daño que los falsos estaban causando e intentó tomar medidas. No podía explicar claramente el problema porque habría causado el colapso de la economía. Pero algo había que hacer, porque ya se había empezado a rechazar las monedas de duro, que eran, como la gitana de la copla: «Gitana que tu serás/como la falsa moneda/que de mano en mano va/y ninguno se la queda».

El 16 de julio de 1908 se publicó una Real Orden en la que a las personas de «notoria buena fe» se les cambiaban los duros falsos por un recibo con su valor en plata de mercado, es decir, dos pesetas y media. El resultado de esta medida tan curiosa fue que al día siguiente dejaron de circular los duros.

Así lo contaba ABC: «La Real orden sobre la recogida de los duros sevillanos produjo ayer en Madrid una alarma grandísima, que en algunos puntos llegó a degenerar en amagos de serios conflictos. En los comercios, casas de banca, estancos y en todas partes hubo disgustos y dificultades. Los consumidores, temiendo las consecuencias de la recogida de los duros sevillanos, se apresuraban a desprenderse de esta clase de moneda, y el comercio, por su parte, se negaba a aceptar duros».

Hubo que rectificar con una segunda Real Orden al día siguiente y una tercera el 29 de julio. Se decidió entonces canjear las monedas por otras de curso legal y solo el primer día se recogieron en Madrid 47.258 duros falsos. En quince días se cambiaron más de trece millones de duros.

Con esta sorprendente medida se legitimaron los «duros sevillanos», aunque no acabó las suspicacias hacia ellos, que acabaron convertidos en sinónimo de falsedad. Después de esto se tomó la medida que había que haber tomado muchos años antes: controlar el mercado de plata nacional y las importaciones.

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