La extraña inscripción que anunció el atentado contra Alfonso XIII
Días antes de lanzar la bomba contra los Reyes en 1906, Mateo Morral alertó del ataque en un mensaje grabado en un árbol del Retiro

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Cinco días antes de intentar matar a Alfonso XIII el día de su boda, arrojando una bomba camuflada en un ramo de flores al paso de la comitiva real por la calle Mayor, Mateo Morral anunció el atentado con un mensaje grabado a cuchillo en un árbol del Retiro de Madrid.
«EJCUTADO SERA ALFONSO XIII EL DIA DE SU ENLACE», rezaba la inscripción que firmaba «UN IRREDENTO» en la superficie lisa y clara del interior de la corteza del árbol. En el círculo irregular se veían a un lado y otro unos dibujos y siguiendo el perímetro de la curva se leía la palabra «DINAMITA».
Esta arriesgada acción del terrorista quizá pudo haber frustrado el ataque del 31 de mayo de 1906
si Vicente García Ruipérez no se hubiera tomado aquel burdo escrito como una broma de mal gusto. Porque este militar retirado de unos 45 años presenció cómo Morral grababa el mensaje junto a un cómplice el 26 de mayo, pero no ató cabos hasta que días después del atentado contra los Reyes vio una fotografía del sospechoso y lo reconoció.

Ruipérez, que vivía en la calle Castelló, 7, había bajado aquel día con uno de sus hijos al Retiro y mientras el chico saltaba y corría, él se había sentado en un banco en el lado de la izquierda del paseo de coches. A eso de las seis y media llegaron a la misma calle de árboles dos jóvenes en los que el padre de familia no se habría fijado si no les hubiera visto coger un banco de madera y acercarlo a un árbol para sentarse de cara a un tronco, dando la espalda al paseo.
«Desde luego supuse que iban a grabar o modelar algo», explicó a ABC este hombre, al que intrigó la actitud que los dos jóvenes adoptaron: «Juntáronse de tal modo, que parecían atados codo con codo, y así estuvieron manipulando sin dejar de mirar de vez en cuando a un lado y a otro, sin duda por temor a que les sorprendiesen los guardias».

Según el relato de Ruipérez, Morral llevaba un sombrero «de los llamados Frégoli» (un tipo de sombrero como el que usaba Leopoldo Frégoli, un famoso actor y transformista italiano) que se quitó y dejó en un banco. Por eso pudo fijarse en él. Su compañero, sin embargo, no se desprendió de la gorra japonesa y como la visera le caía tanto sobre la frente no pudo verlo con claridad.
Como la noche se echaba encima y la sospechosa pareja no había concluido su labor, el testigo se levantó de su banco y antes de marcharse, con el pretexto de recoger a su hijo, se acercó al árbol para echar un vistazo disimuladamente. «Debió advertirlo el del Frégoli -Morral- porque irguiendo el cuerpo, sin dejar de estar sentado, volvió la cabeza y me dirigió una mirada audaz y provocativa como diciéndome: "¿A usted qué le importa lo que estamos haciendo?"», así que Ruipérez recogió a su hijo y se fue a casa.

Tuvo que esperar al día siguiente para volver al mismo sitio y poder ver la inscripción. En aquel momento pensó: «¡Bah! ¡Una baladronada más de gente desocupada!». Sin embargo, cuando el día de la boda real se enteró del bárbaro atentado que dejó 24 muertos y más de 100 heridos, Ruipérez recordó aquella inscripción aunque «sin creer que podía tener relación con el crimen anarquista».
«¡También es coincidencia!», pensó y no volvió a acordarse del dichoso árbol hasta que días después vio en los periódicos fotografías del cadáver del anarquista y reconoció al joven del sombrero Frégoli que le había recriminado con la mirada su curiosidad cuando se les acercó.
El hombre se dirigió entonces al Retiro, buscó a un guardia y tras comprobar que ignoraba la existencia de la inscripción, le condujo hasta el árbol para mostrársela. El guarda fue a dar cuenta a sus jefes y, según pudo saber ABC entonces, también el alcalde y algunos concejales fueron informados.

Ruipérez, que posó junto a su hijo para ABC, describió al cómplice de Morral como un hombre de menor estatura que éste, «de igual corpulencia, de más edad y de bigote negro» y estaba convencido de que «con seguridad le reconocería» si volviera a verle. Pero nunca fue identificado.
Morral, alias «Dinamita», fue hallado muerto tres días después del atentado en un ventorro de Torrejón de Ardoz. Durante años se creyó que se había suicidado, pegándose un tiro en el pecho, aunque investigaciones más recientes apuntan a que fue asesinado.
¿Por qué pregonó su crimen días antes? Nunca se supo. Ruipérez tenía su propia teoría: «Muchas veces al recordar lo de la inscripción en el árbol y al ver que Morral no solo no ocultaba su nombre, sino que lo prodigaba cambiando de casas y exhibiendo su célula personal y sus tarjetas, he pensado si no perseguiría el fin de que le prendiese la policía antes de cometer el atentado para librarse así del compromiso adquirido en algún complot. ¿No pudo sentir vacilaciones, miedo a perder la vida (y esto ya lo demostró después huyendo y tratando de poner tierra por medio), o miedo a la venganza de sus compañeros, y para librarse de todo procurar que se le detuviera antes del momento decisivo?», se preguntaba en 1906. Quién sabe.
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