La esquela satírica que señaló a Canalejas días antes de su asesinato
El presidente del Gobierno fue asesinado en la Puerta del Sol por un anarquista que estaba fichado por la Policía
![Reconstrucción fotográfica del crimen de José Canalejas, que fue portada de ABC](https://s2.abcstatics.com/media/archivo/2020/11/10/49768381-kVKD--620x349@abc.jpg)
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Don José Canalejas caminaba solo por la Puerta del Sol aquel 12 de noviembre de 1912. Tres agentes de la Policía le seguían, pero a cierta distancia. El presidente del Gobierno se negaba a ir escoltado por las calles, pese a que en los días anteriores había recibido amenazas de muerte anónimas. Esa misma mañana había despachado con el Rey en Palacio y tras pasar un momento por su casa en la calle Huertas, se dirigía a pie al ministerio de la Gobernación (en la Real Casa de Correos) donde había sido convocado el Consejo de Ministros para las once y media de la mañana.
![José Canalejas](https://s2.abcstatics.com/media/archivo/2020/11/10/7576927-k8PI--220x220@abc.jpg)
A las 11,25 horas, ya en la Puerta del Sol, se detuvo un instante ante el escaparate de la librería San Martín para examinar los libros nuevos expuestos, como solía hacer con frecuencia.
En aquel momento, un joven rubio de mediana estatura, bien vestido con abrigo claro, pantalón azul marino y sombrero negro flexible, se acercó por detrás al presidente y casi apoyándose en su hombro le descerrajó dos tiros en la cabeza con una pistola Browning.
El criminal trató de huir de la gente que se arremolinó a su alrededor y recibió un golpe de uno de los agentes que seguía al presidente, que le dio un bastonazo, pero logró refugiarse entre dos coches de alquiler que se hallaban en la parada de coches inmediata. Allí, viendo que no tenía escapatoria, volvió el arma contra sí y se disparó, cayendo al suelo moribundo.
El librero San Martín, que salió a ver qué ocurría, se encontró a Canalejas muerto en su puerta y aunque llegó a cogerle de la mano para introducirle en el establecimiento, «un caballero, vestido de levita y chistera, que no se sabe si acompañaría al presidente, acudió con algunos guardias y dispuso que se le condujera a Gobernación».
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Allí acudió de inmediato el Rey Alfonso XIII en cuanto se entero de la noticia, acompañado por el marqués de Torrecilla y del general Aranda. Profundamente emocionado, permaneció unos minutos en silencio junto al que fue su primer ministro. Después, al ver que se hallaba presente el jefe superior de Policía le pidió antecedentes de lo ocurrido y preguntó: «Pero ¿y la Policía?». Según se publicó entonces, el 9 de octubre se había dado orden de imprimir 60 fichas del criminal y la Policía había estado a punto de detenerlo la noche anterior al crimen.
El asesinato produjo una gran conmoción entre la gente. «Han matado a Canalejas» «¡Qué horror!», «¡Es una iniquidad! ¡Esto no es posible tolerarlo! ¡Así no puede vivir un pueblo!», clamaban algunos testigos. Pese a haber sucedido en un lugar tan concurrido como la Puerta del Sol y haber sido presenciado por numerosas personas, hubo multitud de versiones y muy distintas. Alguien aseguró que antes de morir, Canalejas dijo: «Me ha matado ese canalla». Algo poco verosímil ya que el presidente cayó al suelo ya muerto. Y varios testigos aseguraron haber visto al asesino acompañado por otro hombre que se marchó del lugar en cuanto se oyeron los disparos.
El criminal fue conducido agónico hasta la Casa de Socorro de la Plaza Mayor. Murió a las 14,23 horas sin haber recuperado el conocimiento ni haber articulado palabra alguna. Al registrar sus ropas se le encontró una partida de bautismo con sus datos personales, el retrato de una mujer con la dedicatoria «A mi inolvidable Manuel», un billete de 25 pesetas aglunas monedas, un cuaderno manuscrito con datos sobre el estómago humano y otro en cuya portada decía «Conflagración internacional» y «París» con una especie de clave y una caja de cerillas. En un bolsillo interior de la zamarra llevaba además un trozo del libro «Astronomía popular» de Camile Flammarión, un número de ABC del día del crimen, una pluma estilográfica, una cédula personal y una carta del Comité internacional de Berna en la que se le preguntaba si seguía trabajando en las obras del Hotel Palace.
![Alfonso XIII con Canalejas](https://s1.abcstatics.com/media/archivo/2020/11/10/7624259-t6w--620x939[1]-k8PI-U401509095262dw-220x300@abc.jpg)
Nacido en El Grado (Huesca), Manuel Pardiñas Serrato tenía 26 años y estaba fichado por la Policía como «anarquista muy peligroso». Había sido expulsado de la República Argentina a raíz del asesinato del jefe de Policía de Buenos Aires y la Policía bonaerense avisó de su salida a la de París, puesto que se proponía desembarcar en Marsella o en Burdeos, para trasladarse después a España para atentar contra la vida de una elevada personalidad española. Un agente secreto español había vigilado sus pasos en Burdeos, pero después se le perdió la pista.
«¿Siguió a Canalejas hasta la Puerta del Sol el día del atentado o bien se encontraba allí casualmente, esperando, con intención de asesinarle, el paso de Alfonso XIII con dirección a la expoisición del Retiro que en tal fecha debía visitar?», se preguntó el periodista e investigador Juan Balansó en su reportaje sobre los magnicidios en España.
Balansó explicó que en las fechas que precedieron al crimen, «la Prensa republicana había cebado sus odios en el presidente». El periódico «España Nueva» llegó a publicar una esquela satírica mortuoria que decía que Canalejas había «muerto políticamente» después de ser «un traidor a su Patria y a sus ideales» y que reposaría «en el Panteón de Traidores Ilustres, donde le esperan ya Catilina, Don Oppas, Torquemada, Narváez, Fernando VII, Chamorro y demás malditos de la Historia».
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«Como sucede siempre con los verdaderos hombres de Estado y no de partido, acaban no contentando ni a tirios ni a troyanos. El gran demócrata, el hombre avanzado, el republicano de otros tiempos fue combatido sañudamente por las izquierdas y por la conjunción republicano-socialista que promovieron muchas huelgas y disturbios especialmente la huelga ferroviaria de septiembre de 1912», afirmaba el historiador Fernando Chueca Goitia en su análisis «Canalejas: una herencia sangrienta».
Desde principios de septiembre, los ferroviarios de Cataluña trataron de plantear una huelga general, financiados por el anarquismo internacional y también por banqueros extranjeros que pretendían llevar a cabo una jugada bursátil. La conjura fracasó por la rápida decisión de Canalejas de llamar, en calidad de soldados, a los jóvenes huelguistas al servicio activo y cubrir sus puestos con personal ferroviario que estaba ya en la reserva. Fue una táctica inteligente del jefe del Gobierno, que utilizó para sofocar la revuelta un precepto de la ley de Reclutamiento, pero sus burlados enemigos no se la perdonaron.
Según el policía y escritor Eduardo Comín Colomer, aquel mismo mes de septiembre se celebró una asamblea en Marsella de grupos ácratas internacionales en la que se acordó el asesinato de Canalejas. «Posiblemente, pues, no fue circunstancial -como algunos periódicos señalaron- el atentado de la Puerta del Sol. El brazo ejecutor, Manuel Pardiñas, al que un idealismo desviado incitó al crimen, tal vez llegase incluso a pensar, en su delirio homicida, que aquel "glorioso" 12 de noviembre le reservaba la doble ocasión de acabar con el Monarca y con el jefe del Gobierno...», escribió Balansó.
Sin embargo, Luis de Armiñán, pariente del agente que vigiló a Pardiñas en Francia, afirmó que aunque Canalejas estaba amenazado, «su matador no vino a Madrid a matarle. Si el subsecretario de la Presidencia, don Práxedes Zancada, no hubiera utilizado el coche de don José y don José no hubiera pronunciado la tarde anterior un resonante discurso en el Congreso, en cuya tribuna pública estaba Pardiñas, la tragedia hubiera sido otra».
«No se suicidó»
El famoso periodista de sucesos Manuel Pérez Abellán llevó a cabo una retroinvestigación del atentado contra Canalejas y aseguró en este periódico en 2016 que Manuel Pardiñas «no se suicidó». «Tras el magnicidio murió de dos tiros en la cabeza, uno en la sien derecha y otro en el lóbulo frontal izquierdo que no pudo dispararse él», afirmó, tomando como evidencia una fotografía del cadáver de Pardiñas colgado de la pared en el depósito judicial tomada por Luis Ramón Marín y publicada en ABC. A su juicio, «tuvo que haber un tirador que lo ejecutara. No se suicidó, pero todo se preparó para que lo pareciera».
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Pérez Abellán se preguntó cómo Pardiñas pudo actuar con total impunidad aunque estaba fichado y cómo se financiaba. El anarquista viajó en numerosas ocasiones a Estados Unidos, Cuba, Argentina o Francia y llevaba una vida de gastos que no era acorde con la de un decorador. «Tiene más perfil de sicario ejecutor de contratos que de idealista ácrata», sostenía. De hecho, según los agentes encargados de la seguridad del presidente (Eduardo Borrego, José Martínez y Demetrio Benavides), el asesino actuó «velozmente», como lo haría un profesional.
Este conocido periodista de sucesos apuntó a una serie de personajes históricos que coincidieron en los primeros magnicidios españoles, como Segismundo Moret, que tras su muerte sería nombrado presidente del Congreso, o el conde de Romanones, Álvaro de Figueroa y Torres, que presidía el Congreso cuando murió Canalejas y al que «sorprendentemente» sucedió en el cargo de presidente.
![Madrid, 14/11/1912. Desfile ante el Congreso de los Diputados en el entierro de José Canalejas](https://s1.abcstatics.com/media/archivo/2020/11/10/7581813-k8PI-U401509095262ynD-510x689@abc.jpg)
El entierro de Canalejas fue una de las más impresionantes manifestaciones de duelo que se recuerdan. Como Cánovas quince años antes y como Eduardo Dato, nueve años después, murió asesinado al servicio de España. De su acción de Gobierno, se suele recordar que suprimió la pena de muerte, estableció el servicio militar obligatorio o que ultimó el Tratado por el que quedó establecido el Protectorado español en Marruecos. El día de su muerte, ABC subrayaba que «la clemencia fue siempre su inspiración» y que «todas las contrariedades y las amarguras que le deparó la política se originaron de esa noble condición suya».