En las entrañas de ETA: el tiroteo de la Policía contra El Lobo cuando le confundieron con un terrorista
Mikel Lejarza, el espía infiltrado en la banda durante la Transición, fue sorprendido por varios agentes mientras circulaba en un coche por el centro de Madrid con tres etarras, desatándose un enfrentamiento en el que hubo muertos y heridos
![Estado en el que quedó el coche tras el tiroteo en el centro de Madrid](https://s1.abcstatics.com/media/archivo/2022/12/05/Lobo-tiroteo-Madrid-Mikel-Lejarza-kMvH--620x349@abc.jpg)
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La primera noticia salió en ABC el 31 de julio de 1975. El titular anunciaba: ‘Probable: dos muertos y varios heridos de gravedad en tiroteos’. En el artículo se aclaraba que «varios miembros de ETA preparaban una acción terrorista en la capital». Las cifras del enfrentamiento armado que se produjo en el centro de Madrid se aclaraban al día siguiente: ‘Un activista muerto y otro herido en la acciones policiales de anteayer’. Lo que no sabían los policías es que estuvieron a punto de matar a uno de los suyos: Mikel Lejarza, ‘El Lobo’.
Hablamos del célebre espía reclutado por el SECED –agencia predecesora del CNI creada durante la dictadura de Franco– que se infiltró en ETA y consiguió que, gracias a la información que proporcionó a las autoridades españolas, se detuviera a 320 terroristas en los últimos meses de la dictadura.
El mismo que este martes aparecía por primera vez en público, con peluca, barba postiza y gafas pintadas, para presentar el libro de memorias que ha escrito junto con el periodista Fernando Rueda: 'Secretos de confesión: 50 aniversario de la Operación Lobo' (Roca). «Me veis con estas pintas, pero no me queda otra», advirtió, recordando la odisea vivida durante décadas, en las que estuvo amenazado y perseguido por los terroristas y sus simpatizantes.
El exespía lleva más de media vida escondido, desde que su identidad se hizo pública en 1975, pocos meses después del mencionado tiroteo. Para la banda terrorista fue un traidor que merecía la muerte. Para otros, incluido él mismo, un héroe sin reconocimiento a lo largo del medio siglo transcurrido. «No es el miedo lo que me mantiene oculto, pero todavía hoy debo tener precauciones. ETA ha sembrado el País Vasco de pasquines con mi fotografía, que se ha creado un germen de rabia hacia mi figura. Cómo no va a haber precaución, más que antes», explicaba en una entrevista con ABC hace tres años.
Tras el asesinado de Carrero, se nombra un nuevo jefe del SECED: el comandante Juan Valverde, que impulsa la idea de infiltrar a alguien en la banda. El inspector de Policía adscrito al SECED. Emilio S. Mateos, piensa que el topo es la mejor solución para destruir a ETA y busca ayuda en la Jefatura Superior de la Policía de Bilbao, en su amigo Francisco Gomez, alias ‘Koldo’. Este es amigo del inspector Linares, a través del cual, Mikel Lejarza llega a oídos de Mateos. El primer encuentro de Lejarza con este se produjo en 1973, cuando le bautizó con el nombre en clave de ‘El Lobo’. Su objetivo, darle una dentellada en la yugular de ETA.
![Primera crónica sobre el tiroteo de El Lobo](https://s3.abcstatics.com/media/archivo/2022/12/05/abc-sevilla-19750731-22-kMvH--510x349@abc.jpg)
Las primera versiones
«Un pariente que trabajaba en la Brigada Político Social me habló en Basauri de la posibilidad de trabajar en contra de ETA. Hice un cursillo muy corto del SECED en 1974. Me enseñaron tácticas de evasión, sistemas para enviar mensajes cifrados, pero nada de técnicas de infiltración. Lo que sí me enseñaron fue a tener confianza en mí mismo, que es lo más importante para una persona que se va a infiltrar en una organización así», revelaba Lejarza en otra entrevista con este diario en 1995. El sueldo que le ofrecían era de 25.000 pesetas al mes, más otras 5.000 en concepto de gastos como honorarios por su trabajo. Dicho dinero sería ingresado en una cuenta dada por Mikel, aunque este prefiere que el pago sea metálico siempre que se pueda.
Una prueba de que el asesinato del presidente del Gobierno franquista marcó al país, en 1973, es que en los mismos días que ABC informaba del enfrentamiento armado con Lejarza y sus compinches en la capital, todavía se publicaban artículos como: ‘Nuevos detalles sobre los preparativos del atentado contra Carrero Blanco’. En lo que respecta a la noticia en sí, contábamos ya el 31 de julio de 1975:
«A primeras horas de la tarde de ayer se estableció un intenso servicio policial en Madrid que detectó la presencia de un comando de ETA, compuesto por tres individuos, que viajaban en un coche Mini de color rojo, con matrícula M-5.126-AC, localizado en la confluencia de la calle Serrano con Ortega y Gasset. Pronto se inició una espectacular persecución por la zona y, luego, por las calles ascendentes hacia el norte de la ciudad hasta la plaza de Castilla, donde los terroristas abandonaron el coche e iniciaron una desesperada huida a pie por varias calles de los alrededores, hacia la avenida del Generalísimo y Doctor Fleming».
![Nuevos detalles sobre el asesinato de Carrero Blanco](https://s1.abcstatics.com/media/archivo/2022/12/05/abc-sevilla-19750710-19-kMvH--510x349@abc.jpg)
Suicidado o abatido
El artículo proseguía con detalles no confirmados: «Unos testigos afirman que uno de los terroristas, al verse acorralado, se suicidó. Otros, que resultó muerto tras ser detenido por la Policía cuando pretendía escapar. Pero ahí empieza la confusión con respecto a otras acciones registradas ayer en Madrid; los otros dos miembros del comando, según unas versiones fueron detenidos (uno de ellos herido) y se les ocupó documentación falsa; otras versiones indican que alguno de los huidos fue el protagonista del tiroteo en Clara del Rey-Pasaje del Pradillo, pero en esta zona se registró más de una detención y, desde luego, un herido de gravedad, así como posteriormente en la confluencia de Serrano con el general Mola, otros dos detenidos que parecían huir del lugar del tiroteo. En cuanto a las acciones desplegadas por la Policía para desarticular a los presuntos comandos, se sabe que alrededor de las 17.30, en la barriada de Peña Grande se escuchó una ráfaga de ametralladora, a continuación otra ráfaga y, después, un disparo aislado».
A juzgar por la descripción de ABC, el enfrentamiento entre el infiltrado y los etarras contra la Policía debió ser casi como una batalla en plena Guerra Civil. Según se supo después, más de cien balas volaron por el centro de Madrid aquel miércoles, con las principales avenidas repletas de vehículos y transeúntes. El relato realizado años después por el propio Mikel Lejarza sobre el episodio es ligeramente diferente. Su ascenso a la cúpula del comité ejecutivo de ETA había sido rápido. Los dirigentes, encabezados por Pertur, el mismo que un año después desapareció misteriosamente sin dejar rastro, lo consideraron una pieza importante del futuro de la banda.
En un principio, su destino no fue pegar tiros, sino preparar el terreno en Madrid, Barcelona y Euskadi para los comandos de ETA. Desde su posición, no perdió tiempo en contactar con Mateos para ponerlo al corriente. Los agentes del SECED con los que se reúne en Hendaya están sorprendidos de sus progresos en solo medio año. El 10 de julio de 1931 cogió un tren en compañía de sus compañeros de comando rumbo a la capital. Gracias a la información de Lejarza, el 30 de julio son arrestados en Barcelona Juan Paredes, ‘Txiki’, e Ignacio Pérez Beotegui, ‘Wilson’.
![Segunda crónica sobre el enfrentamiento armado con los etarras en el centro de Madrid](https://s3.abcstatics.com/media/archivo/2022/12/05/abc-sevilla-19750801-27-kMvH--510x349@abc.jpg)
Paseo de la Castellana
Así llegamos al día 31, el del tiroteo. Lejarza se dirigía en coche a buscar una plastificadora para falsificar documentos en compañía de Félix Egia, ‘Papi’; Josu Múgica, ‘Kepa’, y José Maria Lara, ‘Txepe’. Circulaban por el paseo de la Castellana cuando, una vez pasado el estadio Santiago Bernabeú, se percataron de que les están siguiendo. Más adelante, y gracias a la información de El Lobo, un control con agentes de la Policía Armada les esperaba con sus subfusiles Z-70 preparados. En ese momento, Papi ordenó que abandonaran el vehículo y comenzaron los disparos sin previo aviso por parte de las autoridades.
Kepa fue el primero en ser abatido, mientras que a Txepe lo capturaron a poca distancia del vehículo. Papi, por su parte, escapó de la zona como pudo, esquivando las balas al igual que el resto de los transeúntes que paseaban tranquilamente por el centro. Aquel caos parecía una película de acción. Sin embargo, el etarra fue descubierto y sorprendido poco después en la calle Clara del Rey, donde los balazos le alcanzaron la columna y resultó gravemente herido. De hecho, quedó parapléjico para el resto de su vida.
Mientras tanto, Lejarza huía desesperado, y por su cuenta, de la metralla de los policías, que desconocían que se trataba del infiltrado más importante de la historia de la Policía en ETA. Mientras corría, Mikel recordó las instrucciones de Mateos en el caso de que se produjera una situación como esta. Y así procedió: en la calle Rafael Salgado, entró por la fuerza en un piso y tomó como rehenes a sus propietarios a punta de pistola. Lo primero que hizo fue identificarse como miembro de ETA. Después marcó el número del SECED para pedir auxilio, pero saltó el contestador.
«¡Soy Lobo!»
Nada más escuchar el habitual pitido, gritó al teléfono claramente alterado: «¡Soy Lobo!, ¡soy Lobo!... ¡Sacadme de aquí, joder!». Al final de su mensaje dejó un número de contacto. Una hora después, por fin recibió la llamada de Emilio S. Mateos, que tras escucharle, le envió rápidamente a un agente para que lo sacara de allí sano y salvo. Su actuación, sin embargo, no había pasado desapercibida para la BBC, que se hizo eco de la noticia después de que la agencia EFE entrevistara a los propietarios del piso secuestrado, que hablaron del secuestrador como un tal ‘Lobo’. ETA sospechó inmediatamente que tras aquel seudónimo se encontraba un topo de la Policía en su organización.
Mateos aconsejó a un asustado Mikel Lejarza que llamara a sus compañeros terroristas de Hendaya y les narrara la emboscada para que sigan creyendo en su tapadera. Tras hacerlo, el jefe de ETA le pidió que se escondiera durante un par de semanas y que no hablara con nadie. Sin embargo, los dirigentes habían empezado a desconfiar de él, por lo que su verdadera identidad corría peligro. Era el momento de poner fin a su aventura: «Un día, Yon y Ezquerra me dijeron que querían hablar conmigo y me llevaron en coche hasta dos bancos de la Ciudad Universitaria de Madrid. Allí me comentaron que les había llegado, de mano de independentistas catalanes, que yo era un infiltrado. Se lo había dicho la BBC, comentó», contaba El Lobo a ABC en 1995.
El topo fingió estar indignado: «Si eso pensáis de mí, no tiene sentido seguir. Me marcho a casa. Y si queréis, me metéis un tiro cuando os de la espalda». La actuación surtió efecto y Ezkerra, incluso, intentó tranquilizarlo. Le ofreció volver con él al piso franco, pero en ese momento el SECED ya se había convencido de que no debía seguir tensando más la cuerda y procedió: días después, ambos terroristas fueron detenidos. Fue la última acción de Lejarza antes de desaparecer. Para despedirse de los terroristas, tuvo el valor de mandarles una carta contándoles la verdad. Y, después, comenzó su vida en la clandestinidad.