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La dramática semana sin agua en Madrid

Una avería del Canal de Isabel II dejó seca a buena parte de la ciudad al inicio del verano de 1920

Los madrileños tuvieron que hacer acopio del preciado líquido en fuentes públicas

Toma de agua improvisada para el público por el marqués de Santillana en su palacio del Prado+ info
Toma de agua improvisada para el público por el marqués de Santillana en su palacio del Prado - Portela
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En los primeros compases del verano de 1920, hace ahora un siglo, los madrileños se agolparon durante días en el pilón de la fuente de Cibeles para recoger agua con los más variados recipientes. Otros guardaron cola pacientemente ante la arqueta que se abrió en el ministerio de la Gobernación o en las inmediaciones del palacio del Prado, donde el marqués de Santillana ordenó abrir de forma improvisada una toma de agua. Una avería en el Canal de Isabel II había dejado seca a la mayor parte de la ciudad justo cuando ya el calor campeaba en las calles, agudizando los desagradables olores que despedían las alcantarillas por la falta de agua.

Los vecinos pensaron en un primer momento que se trataba de una avería local, que pronto se arreglaría, pero al ver que la sequía se prolongaba indefinidamente comenzaron a alarmarse.

Hubo quien habló de un atentado, o quien achacó su origen a otra huelga más, esta vez de los trabajadores del Canal. La causa de la suspensión del suministro se encontraba, sin embargo, a 20 kilómetros de la capital, en el centro de un túnel de 1.500 metros. Un puente de 38 metros se había venido abajo y el enorme caudal de agua, al no poder continuar, provocó un formidable reventón. Se tardó dos días en dar con el origen de la catástrofe y unas cuantas jornadas más en reparar los daños, pese a que los ingenieros y obreros trabajaron sin descanso.

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Solo a las zonas de la ciudad abastecidas por el Canal de Santillana seguía llegando el preciado líquido y las fuentes públicas que dependían de él se llenaron pronto de colas de vecinos afectados.

Hubo que movilizar todas las cubas de riego disponibles para llevar agua a los hospitales, a las cárceles y los asilos. En los mercados el mal olor se hizo insoportable y en las casas se suprimieron los inodoros. Muchas industrias se vieron paralizadas por la falta del referido líquido y los parques y jardines pronto ofrecieron un aspecto lamentable.

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En la mayor parte de las casas que se surtían del agua de Santillana, se consintió a los vecinos de las fincas que carecían de ella que hicieran provisión de ella. En la propia casa de ABC se habilitó una fuente en la planta baja para servicio público, a la que acudían centenares de personas de día y de noche.

Y lo mismo hizo el duque del Infantado en su palacio. Éste, principal propulsor de la Sociedad Hidráulica Santillana, olvidó las antiguas diferencias con el Canal de Isabel II, que eran bien conocidas entonces, y a petición del ministro de Fomento estudió la forma de trasvasar agua del caudal de Santillana para surtir de agua al de Isabel II.

«La situación es realmente gravísima», destacaba ABC el 20 de junio. Los depósitos conservaban agua para siete días y ya habían transcurrido cinco desde que se produjo la avería. La falta de presión por la escasez de la carga aumentaba aún más el problema. «¿Cuándo habrá agua? Esto es lo que todo el mundo se pregunta ansiosamente». Hasta el Rey llamó al ministro de Fomento para que le informara del problema y para instarle a solucionarlo en el más breve plazo posible.

«Para facilitar al vecindario el aprovisionamiento de agua se ha dispuesto que en varias calles se habiliten, a manera de fuentes, las bocas de riego», informó el jefe del Gobierno, Eduardo Dato.

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Por fin, el 22 de junio el agua del río Lozoya comenzó a llegar de nuevo a los depósitos del Canal Isabel II y, consiguientemente, a las zonas más sedientas de Madrid, aunque aún con limitaciones hasta que se repararon diversas averías y se restableció la presión. «Lo cierto es que ya hay agua al fin y que el público acogió su llegada con el júbilo consiguiente, habiendo desaparecido el peligro que nos amenazaba agravado en estas circunstancias por el calor verdaderamente senegalino que desde hace cuatro días se deja sentir en Madrid», se leía en las páginas de ABC.

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